El término se ha popularizado en los últimos años. Una confusión usual es la de reducir el concepto al de una economía primario-exportadora, al de desarrollo económico o, incluso, al de capitalismo.
Martes 15 de diciembre de 2020 14:15
El término extractivismo se ha popularizado en los últimos años. En sus usos más comunes se refiere a la apropiación de recursos o bienes naturales para exportarlos. Por mucho tiempo fue aplicado a las explotaciones mineras y petroleras. Bajo ese marco, el término se refería a la apropiación de los recursos y su comercialización como materias primas. Sin embargo, también ha surgido el término “extractivismo urbano”, ligado al boom del negocio inmobiliario y el “modelo excluyente de ciudad”. Sin la intención de finalizar un debate, aquí vamos a colaborar con elementos que permitan avanzar en una definición más exacta del término para un uso más correcto del mismo.
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En 2016, en una entrevista con La Izquierda Diario, el intelectual uruguayo Eduardo Gudynas definió: “En su sentido estricto, los extractivismos son la apropiación de grandes volúmenes de recursos naturales, o bajo procedimientos muy intensivos, donde la mitad o más son destinados a la exportación a los mercados globales. Se refiere a casos como la megaminería a cielo abierto, las plataformas petroleras en la Amazonía o los monocultivos de soja. Digo en sentido estricto porque este uso del término responde a su historia, a los usos de los movimientos sociales que reaccionaban contra esos emprendimientos por sus impactos, y al dejar en claro que implican una subordinación a la globalización”.
Gudynas, en su libro Extractivismos: ecología, economía y política de un modo de entender el desarrollo y la naturaleza (2015), explica que actividades de ese tipo tienen una larga historia. Algunas de ellas se iniciaron en tiempos de la Colonia con los envíos de metales preciosos hacia las metrópolis europeas. Desde aquel entonces, la exportación de los llamados recursos naturales ha acompañado la historia latinoamericana tanto en sus momentos de bonanza económica como en los de crisis.
Pero el notable aumento de lo que actualmente se dice y se escribe sobre extractivismos se debe, en gran parte, a que el papel de esos rubros se ha disparado y prácticas similares se han reproducido en otros sectores, alimentadas por una euforia económica basada en los altos precios de las materias primas y una persistente demanda internacional.
Los extractivismos se diversificaron y se convirtieron en componentes centrales de las estrategias para el desarrollo que defienden Gobiernos latinoamericanos de distintas opciones políticas, y junto a ello se han multiplicado los conflictos sociales.
Confusiones
Una confusión usual es entender el concepto de extractivismo con el de una economía primarioexportadora. Si bien un país volcado a las exportaciones de commodities seguramente albergará sectores extractivistas, la economía primario-exportadora es un concepto distinto. Hay países industrializados que no son primario-exportadores, pero que poseen enclaves extractivistas muy importantes, como es el caso de Australia y su minería.
Otra ampliación exagerada es sostener que el extractivismo es casi un sinónimo de desarrollo o de capitalismo. Es cierto que los extractivismos además de representar emprendimientos específicos, expresan otros atributos de las economías nacionales, e incluso del capitalismo en su fase neoliberal. Pero no van más allá de esos puntos. El extractivismo no es un sinónimo ni da cuenta de la estructura y función de toda una economía nacional, la que incluye muchos otros sectores, actividades e instituciones. Tampoco puede usarse para describir al capitalismo, ya que este es un sistema mucho más amplio, con toda su carga económica, política, social y cultural.
Otro error conceptual es hablar de “industrias extractivas”. El rótulo aparece en algunas publicaciones desde inicios del siglo XX y fue utilizado por varios economistas por lo menos desde la década de 1950, pero se volvió muy popular a partir del empuje dado desde varios países desarrollados, agencias y bancos internacionales. Bajo esa perspectiva, se concebía al extractivismo minero o petrolero como una “industria” más, tal como la manufactura de automóviles. Sin embargo, el extractivismo no lo es. La simple extracción de un recurso no configura una industria, ya que lo que se exporta son materias primas, sin pasar por los procesamientos que son propios de la manufacturación. En sentido estricto, una industria se refiere a los sectores de manufacturación o construcción, los que toman materias primas y/o bienes intermedios, los procesan, modifican y ensamblan, para así obtener otros bienes físicos (mercaderías). Como resultado de esas modificaciones, los bienes iniciales adquieren un valor económico adicional (valor agregado). Reconocer esas diferencias no implica olvidar que los recursos y bienes naturales extraídos, tales como minerales o hidrocarburos, podrán alimentar procesos industriales, pero el concepto de extractivismo deja en claro que esas otras etapas ocurren en otros continentes.
Extractivismo urbano
Según Maristella Svampa y Enrique Viale en Maldesarrollo: la Argentina del extractivismo y el despojo (2014), “el extractivismo también ha llegado a las grandes ciudades. Pero no son los terratenientes sojeros ni las megamineras, sino la especulación inmobiliaria la que aquí expulsa y provoca desplazamientos de población, aglutina riqueza, se apropia de lo público, provoca daños ambientales generalizados y desafía a la naturaleza en el marco de una degradación institucional y social. La entrega de bienes comunes como las tierras, inmuebles del Estado y espacios verdes para la especulación inmobiliaria no descansa. Los barrios van perdiendo sus identidades y sus habitantes no participan de la decisión de las políticas de planeamiento urbanas. Se ha impulsado la mercantilización de la vivienda hasta el paroxismo, convirtiendo a los inmuebles en una especie de commodity, una mera mercancía, mera especulación, un bien de cambio”.
Esta definición de extractivismo urbano no se corresponde con la definición anterior de extractivismo, entendiendo que esta última se desenvuelve en el marco operativo de la extracción de recursos minerales para la exportación.
Francisco Adolfo García Jerez, en El extractivismo urbano y su giro ecoterritorial. Una mirada desde América Latina (2019), se pregunta si “¿podemos considerar la nueva etapa de urbanización como un proceso extractivista? ¿Es la ciudad un nuevo commodity en la lógica capitalista?”. Según García, es necesario “reflexionar sobre la posibilidad de extrapolar las dinámicas que son sustantivas al extractivismo clásico al ámbito de lo urbano. Mi hipótesis es que algunas de las características de dicho extractivismo pueden observarse en la producción urbana en América Latina, por ejemplo, concebir el territorio como un campo de renta, la tendencia a la privatización de la gestión pública y la entrada en juego del capital financiero. Sin embargo, existe una gran divergencia entre ambos. Mientras que el extractivismo clásico, ubicado en el ámbito rural, parte de una agenda de discusión gracias al giro ecoterritorial, el fenómeno del extractivismo urbano apenas está siendo pensado como un problema público y político a tener en consideración”.
Fuente:
Del manual de estilo "Consideraciones y criterios - sección Ecología y ambiente de La Izquierda Diario".