La tenaz lucha magisterial, la degradación del sistema de educación básica y el masivo rechazo de cientos de miles de jóvenes a la educación media y superior, son los aspectos más visibles de la crisis educativa que atraviesa el país.
Sábado 4 de julio de 2015
Educación por competencias o esclavos asalariados “competentes”
Dicha crisis, lejos de ser responsabilidad del magisterio democrático y combativo como pregona la santa alianza entre el gobierno, las grandes televisoras (Televisa - TVAzteca) y Mexicanos Primero, es producto del proyecto económico impuesto a sangre y fuego por Enrique Peña Nieto y el conjunto del régimen político, sancionado legalmente en las llamadas “reformas estructurales”, pero que viene aplicándose en México desde los albores de los años ochentas del siglo pasado.
Supuestamente, los cambios en materia de educación responderían a un nuevo paradigma que supone “el reemplazo de un currículum enciclopédico, centrado en la enseñanza y que prioriza contenidos disciplinares, por un modelo curricular "flexible", interdisciplinario, centrado en el aprendizaje y con un enfoque basado en competencias, entre otros rasgos o atributos distintivos”.
No nos detendremos en este artículo en los problemas de fondo de la llamada “educación por competencias” pero es necesario referir que, para un buen número de especialistas “Ni siquiera en el plano conceptual existe una teoría lo suficientemente robusta y articulada sobre la que pudiera asentarse el enfoque de competencias en educación, tampoco existe consenso respecto del concepto de competencia (Boon y van der Klink, 2002), por ende, es posible suponer las dificultades que surgen cuando se quiere implementar en la práctica un currículum por competencias (Díaz Barriga, 2006)”.
En su ejecución práctica, dicho paradigma estaría inspirado en el llamado proyecto Tuning – que afectó profundamente el sistema educativo en toda la Unión Europea- y posteriormente el proyecto DeSeCo (Definición y Selección de Competencias) configurado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Si bien a primera vista el “nuevo paradigma educativo” pareciera ser una forma de subvertir las formas tradicionales del proceso de enseñanza- aprendizaje, basado esencialmente en un modelo enciclopédico donde los sujetos se vuelven receptores pasivos de un cúmulo de conocimientos, la realidad práctica y los objetivos de la reforma educativa distan mucho de querer elevar el nivel de la educación en México.
Según un amplio crisol de analistas, pedagogos y expertos, los contenidos de la reforma, lejos de promover formas alternativas y flexibilizar el proceso de aprendizaje para que el mismo genere habilidades para la vida –sean técnicas, cognitivas, intelectuales o comportamentales- en realidad están puestos al servicio de generar una fuerza laboral adecuada a las “condiciones reales del trabajo” en México.
Como plantea Hugo Aboites: “El escenario educativo que la SEP ya ha decidido construir se asienta en la persuasión de que para entrar en el nuevo siglo México requiere de una fuerza de trabajo compuesta de cerca de un 90 por ciento por personal técnico, y sólo en una reducida proporción por profesionales egresados de las instituciones de educación superior”.
De tal suerte que, la tendencia imperante y que ya está operando en educación básica, media y superior, es orientar la educación para preparar a la llamada Población Económicamente Activa (PEA) para el trabajo y este sería el único sustento del “modelo educativo” defendido por todos los órdenes de gobierno a punta de represión y toletazos. Y este ejército de futuros asalariados en formación, al estar moldeados para la situación laboral de México, en realidad está siendo preparado para el trabajo precario, de bajo nivel de cualificación, sin prestaciones y con índices salariales bajísimos.
Educación, capitalismo y subordinación al imperialismo
Aún antes de que México se integrara formalmente a la OCDE, ya el FMI había esbozado las directrices que en materia educativa tenían que seguir los países semicoloniales como México. En 1985, mientras el Fondo Monetario Internacional recomendaba disminuir considerablemente el gasto en educación, exigía transformaciones laborales basadas en los nuevos criterios neoliberales de productividad y eficiencia. México en particular, acorralado por la deuda y ya en plena vorágine neoliberal, acató a rajatabla los decretos de los organismos financieros y el imperialismo.
Aunada a la presión imperialista, los capitalistas nativos tenían y tienen su propia agenda en materia de educación. Desde 1988, las dos principales cámaras empresariales –la COPARMEX y la CANACYNTRA-, exigieron al gobierno la descentralización educativa, la modificación al artículo tercero constitucional a favor de mayores concesiones a las escuelas privadas y cambios sustantivos en los programas de estudios. En este cabildeo, el gobierno accede a comenzar el largo y tortuoso proceso de descentralización, se conceden mayores libertades e incentivos a la educación privada y se atrae a la iniciativa privada a participar e invertir en educación media y media superior con fondos y subsidios gubernamentales.
El acuerdo estratégico entre organismos financieros internacionales, gobierno y empresarios nativos hace recordar la forma en la cual se impuso la reforma educativa en Estados Unidos. Según el profesor William Ayers, experto en materia educativa al otro lado de la frontera “en lugar de apoyar a los maestros otorgándoles no sólo recursos físicos, sino también clases más reducidas, reformistas como Gates argumentan que los sindicatos del magisterio son el gran obstáculo para el progreso en las escuelas. ¿Adónde van con ese argumento? Esos reformistas tipo Gates desean, primero, destruir la voz colectiva de los profesores; segundo, imponer la administración privada de un recurso público, y tercero, definir el aprendizaje como una calificación en un examen estandarizado”.
Son estas condiciones sobre las cuales la educación como rubro fue integrada a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio que, en términos generales, la abre al mercado transformándola en insumo o servicio de capacitación. La dimensión educativa, al estar sometida a las “reglas” del mercado y de la productividad, requiere generar índices cuantitativos que la permitan definir como “rentable”. Es bajo esta lógica que comienzan a aplicarse los diversos mecanismos de evaluación bajo la falsa premisa de que “si hay evaluación habrá mayor calidad”.
A la par de estos cambios paradigmáticos en los contenidos y formas de la educación, los requerimientos imperialistas implican el desmantelamiento de las condiciones sociales, laborales y de vida que en el pasado configuraron al robusto e imponente magisterio mexicano. Como ya han denunciado en múltiples ocasiones los maestros movilizados a largo y ancho del país, la Reforma Educativa es, sobre todo, la reforma laboral aplicada a la educación como espacio en disputa y al magisterio como sujeto de lucha y transformación. En próximas entregas, abundaremos sobre otros aspectos controversiales de la Reforma Educativa como la cuestión de la evaluación y las aristas laborales de la misma.