La presentación del presupuesto federal para el 2017 despertó un agrio enfrentamiento entre Miguel Ángel Mancera y la administración federal encabezada por Peña Nieto.
Miércoles 21 de septiembre de 2016
Por detrás de los fríos números está la disputa por el botín político en el 2018. Mancera, en un verdadero acto de campaña, asumió un perfil opositor ante el recorte al presupuesto de la Ciudad y de otros estados. Buscó explotar electoralmente la poca simpatía que despiertan entre la población los anuncios del secretario José Antonio Meade.
La medida gubernamental, por su parte, tiene como un resultado inmediato afectar al jefe de gobierno, restándole recursos económicos para sus programas de gobierno, los cuales esperaba sin duda intensificar para mejorar su posición en las encuestas.
Ambos gobiernos, que fueron aliados y mantuvieron relaciones muy cordiales al cobijo del Pacto por México, se enfrascaron en un capítulo de roces y declaraciones encontradas.
El recorte, la base del encontronazo
Los ajustes presupuestales que se realizan por tercer año consecutivo y que son justificados en el discurso oficial por la caída de los ingresos petroleros y las turbulencias financieras internacionales, implican una reducción al gasto público global de 240,000 millones de pesos, lo cual equivale a un 1.2% del PIB. En el caso de la Ciudad de México, la reducción es de 72,000 millones de pesos, siendo la entidad más castigada en términos absolutos.
Esta drástica disminución golpea al Fondo de Capitalidad, una partida de 4,000 millones de pesos, que es concedida desde el 2014 en concepto de compensación de los gastos en que incurre la ciudad capital por ser sede de los poderes federales, un evidente pago de favores por parte del gobierno federal. También afecta al denominado Fondo Metropolitano, que se verá reducido en un 70%.
Miguel Ángel Mancera salió al cruce de estas medidas durante la presentación de su IV Informe de Gobierno, exigiendo al gobierno federal que cese el “ahorcamiento” a la capital del país. Fue secundado en ello por la directiva del Partido de la Revolución Democrática. Ahora Mancera espera negociar una menor reducción presupuestal, en una próxima reunión con el secretario de Hacienda.
El trasfondo, las elecciones
La reducción presupuestal golpea al jefe de gobierno que desde hace tiempo inició su campaña presidencial, con la reforma política del Distrito Federal y la convocatoria a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, en la cual acordó con la presidencia su carácter amañado. La preocupación de Mancera no obedece al bienestar de los trabajadores, sobre quienes el gobierno del PRD profundizó la precarización laboral. El jefe de gobierno contaba con los recursos federales para ampliar su base social y el apoyo a su candidatura mediante mecanismos clientelares característicos del Partido Revolucionario Institucional, Acción Nacional o el PRD.
Mancera sueña con aprovechar el control de la administración capitalina y sus recursos económicos, para acercarse a la intención de voto de Andrés Manuel López Obrador, lo cual será favorable para sus expectativas presidenciales, así como para cualquier armado de alianzas con otros partidos de oposición.
No lograrlo es, más que un sueño, una verdadera pesadilla que ahora se reaviva. Una baja en los programas sociales y en los gastos proyectados en infraestructura afectaría el apoyo electoral, más aún considerando que la situación económica nacional golpeará sobre el pueblo capitalino, y que la Ciudad de México tiene una compleja situación en el área de los servicios públicos y el transporte.
Para el gobierno federal la reducción presupuestal se suma a la larga lista de medidas antipopulares que lanzó en los últimos años. Aunque los priistas sepan que esto afecta las expectativas electorales de sus competidores, el hecho es que la reducción del gasto público genera poca simpatía en la población, que ve cómo los políticos al servicio de los empresarios mantienen sus sueldos millonarios y privilegios.
Estos roces con la oposición, ponen en el centro de la atención pública el presupuesto 2017 y los recortes, y puede alimentar aún más el descontento obrero y popular. Por eso podría esperarse algún acuerdo entre el gobierno federal y Mancera, con el fin de no hacer más “olas” y evitar un nuevo de conflicto –esta vez protagonizado por la oposición.
Sin embargo, hay que considerar que el gobierno ha abierto innumerables frentes de tormenta y la dinámica parece ser a complicarse aún más el panorama político hacia el 2018. Mientras la economía continua con signos desalentadores y a pocas semanas de la crisis abierta con la visita de Trump, empiezan las disputas preelectorales entre quienes compartieron un programa de ataque a las libertades democráticas de la población y a las condiciones laborales, en la Ciudad de México y en el país.
Los trabajadores, la juventud y las mujeres que luchan por sus derechos, tienen que aprovechar la oportunidad. Poner en juego sus demandas, apostando a la movilización en las calles, con independencia de las instituciones de esta “democracia para ricos” de Peña Nieto, Mancera y los partidos del Congreso.
Pablo Oprinari
Sociólogo y latinoamericanista (UNAM), coordinador de México en Llamas. Interpretaciones marxistas de la revolución y coautor de Juventud en las calles. Coordinador de Ideas de Izquierda México, columnista en La Izquierda Diario Mx e integrante del Movimiento de las y los Trabajadores Socialistas.