Antes del golpe algunos dirigentes colaboraron con las patotas y grupos paraestatales. A partir del 24 de marzo de 1976 fueron agentes de las patronales y los milicos, entregando a trabajadores, delegados y activistas.
Lunes 18 de marzo de 2019 07:25
Si bien al retorno de las elecciones en 1983, muchos de esos dirigentes intentaron presentarse como democráticos, hacia el interior de sus gremios eran y siguen siendo todo lo contrario.
Muchos de ellos permanecen en sus cargos, como Gerardo Martínez, comprobado “personal civil” integrante del Batallón 601 del Ejército en plena dictadura y uno de los dirigentes más “oficialistas” desde 1983 a la fecha, sobre todo con Menem y con el kirchnerismo.
No jodan con Perón
“No jodan con Perón”, decía un afiche distribuido en 2007 por Las 62 Organizaciones y distintos gremios peronistas, ante el pedido de captura de Isabel Martínez de Perón en el marco de la causa por los crímenes de la Triple A.
El titular de Las 62 Organizaciones en ese momento era Gerónimo “Momo” Venegas, dirigente de la Uatre y uno de los históricos aliados de la Sociedad Rural. Por esas horas y muy suelto de cuerpo se lo escuchó afirmar que treinta años atrás : “Se sabía de la Triple A, pero no cómo se comandaba ni cómo actuaba”.
Es imposible ocultar la responsabilidad de Perón, sus funcionarios y los dirigentes sindicales peronistas por los crímenes de la banda paramilitar organizada desde el Estado.
Perón decidió organizar la represión a la izquierda y la vanguardia obrera.
“Lo que hace falta en Argentina es un ‘somatén’”, le había dicho años antes el General al gobernador Oscar Bidegain. El “somatén” fue un grupo paramilitar que actuó en Cataluña a principios del siglo XX contra los obreros anarquistas, que luego sirvió de inspiración para el armado represivo del General Franco y su falange española.
Así comenzaron a actuar el Comando José Rucci, la Alianza Libertadora Nacionalista, la Juventud Sindical Peronista (JSP), la Jotaperra, entre otros grupos, que quedarán centralizados luego en la Triple A.
Del regreso de Perón a la Triple A
El 20 de junio de 1973 retornaba Perón al país. Entre los francotiradores ubicados en el palco armado para su recepción en Ezeiza, controlado por la Comisión Pro Retorno que el General le había encomendado a López Rega y el Comando de Organización de Jorge Osinde, estaban “el Negro” Corea, Jorge Dubchack y Alejandro Giovenco, todos custodios de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), junto a los “culatas” del sindicato de la construcción (la Uocra) y el de los obreros de las automotrices (Smata).
José Ignacio Rucci era uno de quienes intentaban organizar la “policía interna”, como gustaba llamar. Pero cayó muerto en septiembre de 1973. Como suelen difundirlo públicamente, todos los años los jerarcas sindicales se juntan para homenajearlo, sin olvidar una de sus consignas de batalla: “desplazar a la infiltración marxista del movimiento obrero”.
Las cúpulas sindicales: policía de las patronales y los milicos
Lorenzo Miguel era uno de los principales sostenes del gobierno de Isabel, a partir de su peso en la UOM y Las 62 organizaciones. Desde allí se dirigía la JSP, que era una de las bases de reclutamiento de los matones de la Triple A.
Pero además, la CGT y “las 62” colocaron a varios sindicalistas como vicegobernadores y, luego del Rodrigazo, impulsaron las designaciones de Carlos Ruckauf y Antonio Cafiero como ministros de Trabajo y Economía, respectivamente.
Estos hombres de la CGT y ‘las 62’ fueron piezas claves del gobierno peronista y el “Pacto Social”. Además de las operaciones represivas, una batería de leyes apuntaron a proscribir, penalizar y reprimir a las organizaciones de izquierda y la oposición obrera antiburocrática.
Se intervinieron sindicatos y se quitaron personerías gremiales. Se impulsaron la Ley de Asociaciones Profesionales, la Reforma del Código Penal, la Ley de Prescindibilidad contra los trabajadores estatales y la Ley de Seguridad 20.840.
“El mejor enemigo es el enemigo muerto”
La revista de la Triple A "El Caudillo" tenía un lema: “El mejor enemigo es el enemigo muerto”. Lorenzo Miguel y Las 62 Organizaciones eran quienes la financiaban y se ocuparon se hacer realidad aquella premisa. En las listas negras difundidas por la revista se encontraban trabajadores e intelectuales que corrieron esa suerte.
Gregorio Minguito y Victorio Calabró eran dirigentes metalúrgicos, miembros de Las 62 Organizaciones y responsables de buena parte del terror en la provincia de Buenos Aires. El primero como dirigente de la UOM Vicente López, se empeñó en aplastar el surgimiento de los sectores combativos que venían recuperando comisiones internas en las metalúrgicas de la Zona Norte del Gran Buenos Aires.
Por esos años se intervinieron decenas de organismos opositores y murieron asesinados delegados y activistas de Corni, Cormasa, Wobron, Fate, Eveaready, Ftiam y la sección metalúrgica de Astarsa, por citar algunos ejemplos. Minguito tenía su propio “ejército” de matones, pero trabajaba en conjunto con las patronales y las comisarías de la Zona Norte.
Calabró asumió como gobernador bonaerense en enero de 1974, cuando Oscar Bidegain fue obligado a renunciar “por complicidad con la subversión y los infiltrados”. Lo consideraban “inoperante” para enfrentar a las luchas obreras y la izquierda. Durante su gestión se ejecutaron las masacres de La Plata y Pacheco, el asesinato de trabajadores navales de Astarsa, Mestrina y Forte, y de ceramistas de la combativa seccional de Villa Adelina.
Moyano y la CNU
El juez civil de Mar del Plata Juan Pablo Rodríguez ordenó que el titular de la CGT, la Federación de Camioneros y el abogado del gremio Daniel Llermanos indemnice a Carlos Petroni, militante del PST víctima de la Triple A y querellante en la causa que investigó sus crímenes.
Petroni demostró los vínculos de Moyano con aquella organización de ultraderecha a través de una rama que operaba en Mar del Plata y probar que hacia 1974
Moyano mantenía reuniones semanales con quien encabezaba la pata marplatense de la banda terrorista, Ernesto Piantoni.
Petroni en aquel momento aseguraba: “A principios de 2007 acusé de intento de asesinato a los miembros de la Concentración Nacional Universitaria (ligada a la Triple A en Mar del Plata) y vinculé a Moyano y a la Juventud Sindical Peronista (JSP), así como a la CGT-Mar del Plata, que él dirigía, como partícipes de la asociación con esa banda terrorista”.
A las puertas del golpe
La Triple A ya había cumplido parte de su objetivo, eliminando a cientos de militantes y activistas obreros que venían siendo protagonistas de la recuperación de comisiones internas y cuerpos de delegados, y de gestas como el Cordobazo, el Villazo o las Coordinadoras del Gran Buenos Aires.
En esa etapa se registraban un promedio de treinta huelgas por mes, en la mayoría de los casos con toma de planta, comenzando a cuestionar el poder capitalista.
A pesar de la dureza de la represión, los golpes de la Policía y las bandas eran respondidos. A cada compañero atacado, se contestaba con movilizaciones a las comisarías y huelgas.
El mismo día del golpe, Las ‘62 Organizaciones’ publicaban una solicitada donde aseguraban que “el movimiento obrero siente un profundo respeto por sus Fuerzas Armadas (...) Ha sentido como propias las heridas que la guerrilla asesina infligiera a sus soldados. Sabe de sus valores y de la conciencia de Patria que las anima” (Clarín 24/3/1976). Un caso testigo de como la burocracia sindical es responsable por los secuestros y desapariciones es el del sindicato Smata.
Como surge de la investigación de la cineasta Gaby Weber, “las listas de los trabajadores molestos de la Mercedes Benz las armaron en el sindicato Smata, que dirigía José Rodríguez. El ministro de Trabajo Carlos Ruckauf, junto con Rodríguez, piden el despido de 115 trabajadores en 1975. Eso está documentado. Hasta el golpe, Ruckauf y Rodríguez son parte de la represión”.
Algo similar pasó en Ford, donde la oposición ganaba peso en el cuerpo de delegados y la empresa junto al Smata confeccionaban las listas negras. Ante el surgimiento de las coordinadoras y las huelgas de junio de 1975, el Smata acusó como promotores de la huelga a “grupos minoritarios de provocadores”, y calificó las medidas “sin razón y fundadas exclusivamente en los designios subversivos y golpistas de los agentes del caos” (Solicitada, 13/06/75). Ford despidió a 292 trabajadores.
Vale recordar que a fines del año pasado dos exgerentes de la multinacional estadounidense fueron condenados por delitos de lesa humanidad contra sus trabajadores, pero Rodríguez murió impune a pesar de haber reconocido en los Juicios por la Verdad de La Plata (a fines de los 90) que el gremio entregó listas con los nombres de los delegados a los militares, como consta en el auto de elevación a juicio de la causa Ford.
Rodríguez murió sin siquiera haber sido imputado por el secuestro y la tortura de los 24 obreros de la automotriz y procesado por la estafa a la obra social de los mecánicos.
Peronismo y burocracia sindical: responsables de la derrota de los trabajadores en manos de la junta militar
Como explican en Ruth Werner y Facundo Aguirre en La insurgencia obrera en el corazón de la industria: "La burocracia sindical y el peronismo tienen la responsabilidad histórica, en tanto dirección de masas, de la derrota de los trabajadores a manos de la Junta Militar. El peronismo que gobernó el país en los ‘70 fue primero ‘partido de la contención’ y de desvío del proceso revolucionario abierto con el Cordobazo entre 1969 y 1973; posteriormente, ‘partido del orden’ y de las Tres A contra la vanguardia militante obrera, juvenil y popular; y luego ‘partido del ajuste’ con el Plan Rodrigo”.
Werner y Aguirre agregan que “luego de las jornadas revolucionarias de 1975, la burocracia sindical peronista sostuvo a un gobierno quebrado, criminal y antiobrero condenando al movimiento obrero al fracaso. Los partidos ‘democráticos’ como la UCR, que en palabras de su dirigente Ricardo Balbín llamaban a la represión contra la ‘guerrilla fabril’, fueron a golpear la puerta de los cuarteles.
La clase obrera argentina pagó con su sangre la falta de independencia política y la ausencia de una dirección que actuara con una estrategia revolucionaria. El 24 de marzo, 200 fábricas pararon contra el golpe. Eran las comisiones internas y cuerpos de delegados de las coordinadoras y otras fábricas combativas del país realizando su último gesto heroico contra la avanzada golpista”.
La lucha del presente: contra la impunidad y por recuperar los sindicatos
La burocracia sindical ha demostrado a lo largo de su historia de qué lado están: con las patronales y los distintos gobiernos que defienden y gestionan los intereses del capital.
Tanto los dirigentes que fueron colaboradores de la dictadura y entregaron a cientos de trabajadores e integraban la CGT Azopardo (Triaca), como los que impulsaron movilizaciones contra el gobierno de facto (el 30 de marzo 1982 la CGT Brasil conducida por Saúl Ubaldini, una de las dos centrales en que se dividía el movimiento obrero durante la última dictadura, convocó a una movilización a Plaza de Mayo) , en los 90 dejaron pasar los indultos y las privatizaciones.
En el 2001 el moyanismo, una de las alas de la burocracia que se había movilizado contra las políticas del gobierno de la Alianza, no llamaron al paro cuando, cuando las fuerzas sobraban, y los trabajadores intervinieron diluidos en las jornadas revolucionarias.
Hoy vemos como en medio de un ajuste brutal, vuelven a mostrar que intereses defienden: los capitalistas. La CGT de Daer, el moyanismo y todas las CTA, incluida las conducidas por el kirchnerismo, están dejando pasar el cuarto saqueo que pretende llevar adelante el macrismo.
Los sectores combativos y antiburocráticos del movimiento obrero que luchan hoy contra el ajuste y los despidos de Macri, el FMI y los gobernadores peronistas, son un punto de apoyo para miles de trabajadores y trabajadoras en todo el país.
Es fundamental recuperar los sindicatos de las manos de los dirigentes traidores que fueron responsables de los secuestros, torturas y desapariciones de nuestros compañeros de clase durante la dictadura, y que hoy negocian nuestras condiciones de trabajo y de vida, dejando pasar el saqueo al pueblo trabajador.
Recuperándolos estaremos en mejores condiciones para pelear por una salida de fondo que termine de una buena vez con la explotación y la opresión de la gran mayoría de la población.
Este 24 de Marzo es necesario que nos movilicemos en forma independiente de todos los partidos como el PJ, la UCR y los burócratas que fueron parte de la dictadura.
Andrea Lopez
@lopez76_andrea Cronista de la sección Libertades Democráticas de La Izquierda Diario, miembro del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos.