Con tasas de abstención en torno al 50% los últimos 8 años en menores de 30 años, más de 1,5 millones de jóvenes estábamos llamados a unas elecciones por primera vez. Esta generación que llenamos las plazas del “no nos representan” las miramos con desencanto y rabia.
Martes 22 de diciembre de 2015
Foto: REUTERS
Estas pasadas elecciones generales recibíamos la papeleta de voto por primera vez, más de un millón y medio de jóvenes entre 36 millones de electores, junto con los primeros sobres de propaganda electoral colapsando los servicios de correos, que animaban a votar a distintos partidos con experiencia en gestionarles su democracia a los capitalistas o con ganas de tenerla, pasando de dos a cuatro colores principales.
A quienes no les llegaría es a muchos de esos jóvenes y no tan jóvenes que el paro y la precariedad laboral forzó a emigrar, pese a sus campañas y protestas. Según datos del INE, desde el inicio de la crisis, en torno a 1.250.000 personas entre 18 y 35 años emigraron, más de dos terceras partes de los actuales residentes en el extranjero. Según cifras de la Marea Granate, en la que se organizan, sólo el 6,11% de estas personas consiguieron completar el proceso de petición de voto.
Quienes estamos aquí asistimos al bombardeo de propaganda electoral en los medios de comunicación, con sus tertulias vacuas, donde las cuestiones como el fin de la monarquía, el aumento de la precariedad laboral o el fin de las políticas racistas e imperialistas se quedaban cada vez más fuera del ámbito de discusión, enfocado en candidatos showman.
Las redes sociales llevan en ebullición toda la campaña electoral, expresando a veces con ironía, a veces con bronca, la impotencia que sentimos una generación que no quiere que las cosas sigan igual. También ha servido para expresar su rabia y asombro ante la puesta en escena del funcionamiento de la actual ley electoral, que otorga al PP un escaño cada 55.000 votos y a UP uno cada 400.000, impactando a jóvenes que no conocían la Ley D’Hont.
La situación de una juventud que encadena contratos basura y más de un 50% de paro juvenil, que sufre los recortes y la elitización de la educación y otros servicios públicos y la represión policial y judicial al salir a luchar por sus derechos la ha llevado a ser un importante agente de las luchas que se han llevado a cabo desde que empezó la crisis.
La irrupción en las plazas en 2011 con el movimiento de “indignado” del 15M, las huelgas estudiantiles y luchas por la educación pública, la participación en las huelgas generales, y las luchas sociales de Gamonal o Can Vies han sido el escenario de una juventud luchadora que enfrenta la represión, padeciendo numerosos casos de detenciones y encarcelamientos.
Sin embargo, sobre la pasivización y el desvío de estas luchas hacia estrategias reformistas, formaciones como Podemos en el Estado Español o Syriza en Grecia han recogido ese descontento y necesidad de cambio, dirigiendo las ilusiones de millones de jóvenes y trabajadores a un proyecto que ni se propone aplicar sus propias reformas limitadas.
Este giro hacia el tan ansiado “centro” ha desilusionado a buena parte de jóvenes, dando una oportunidad para recuperarse al viejo bipartidismo del PP y el PSOE y aupando nuevas formaciones de derecha como Ciudadanos. Sin embargo, aún mantiene un voto que proviene especialmente de los sectores más jóvenes, representando las aspiraciones de millones a un cambio político y social, tal como muestra este gráfico de intenciones de voto por edades, en el que se halla muy por encima de otros partidos:
Pese a la extrema volubilidad que acostumbran a representar las encuestas, se puede observar una clara preferencia (23%) por Podemos entre el sector más joven del electorado, muy reducido en comparación con el resto, ya que las personas menores de 30 años son menos del 15% de los posibles votos.
Por otra parte, frente al 35% de electores de 65 o más años que votaría al PP, sólo lo haría el 6% de los electores de entre 18 y 24 años, y sólo un 8,2% considera bueno su mandato. Un 58,7% la tacha de mala o muy mala, y un 78% cree que el PSOE no lo hubiera hecho mejor, según la encuesta preelectoral del CIS.
El viejo bipartidismo se hunde especialmente entre la juventud, decantándose por nuevas formaciones, cuyo programa se aproxima cada vez más a ser su recambio por derecha e izquierda, votando sobre todo a Podemos.
Mientras este voto expresa una demanda de cambio en la juventud, que la vía del reformismo de izquierdas sea un callejón sin salida es una vía rápida a la frustración, la derrota, la impotencia y la derechización. Estas elecciones, miles de jóvenes acudieron a las urnas por primera vez con la esperanza de cambiar una situación que nos ha dejado sin futuro, y otros tanto miles volvimos a mirar las urnas con desconfianza ante la falta de una alternativa que rompa verdaderamente con este régimen.
Ante la falta de una alternativa anticapitalista y de clase, que no pretenda vendernos la moto de que puede conjugar los intereses de los empresarios y los nuestros, que se base en la movilización y organización social para pelear por las demandas democráticas y sociales que no pueden conseguirse dentro de este régimen.
Jorge Remacha
Nació en Zaragoza en 1996. Historiador y docente de Educación Secundaria. Milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.