La infección por coronavirus de Trump, de 74 años, abre muchas incógnitas de cara a las elecciones del próximo 3 de noviembre.
Viernes 2 de octubre de 2020 20:12
El presidente de Estados Unidos y candidato a la reelección, Donald Trump, dio positivo de coronavirus, al igual que su esposa Melania Trump. En la tarde de este viernes se conoció que fue trasladado a un hospital.
Más información: Donald Trump es trasladado a un hospital horas después de dar positivo por coronavirus
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La noticia se conoce dos días después del debate presidencial en el cual el actual mandatario se cruzó con su oponente demócrata, Joe Biden. Poco antes del mismo, se había comunicado que la asesora presidencial Hope Hicks había dado positivo.
Trump tiene 74 años y, por lo tanto, es población de riesgo, ya que el 86% de los muertos por esta causa tienen más de 70 años. Esto genera preocupación y varias incógnitas ¿qué pasa si muere siendo candidato a las elecciones?
La opción es una sola: los comicios se celebran sí o sí. Si es Trump quien fallece, como representa al Partido Republicano, entra en juego la llamada Regla Número Nueve de ese partido. En ese caso se abren dos caminos: o los componentes del Comité (168 personas, representando a todos los estados) eligen con sus votos a los nuevos candidatos o deciden abrir una Convención Nacional, en la que los 2.437 delegados tienen la palabra.
Si se diera el caso al parecer lo normal sería que el elegido fuera Mike Pence, actual vicepresidente y aspirante a revalidar el cargo junto al magnate. Pero esto no es seguro y se podría abrir un intensa pugna.
Si el que muere es el candidato Joe Biden, del Partido Demócrata, es el Comité Nacional Demócrata, compuesto por más de 200 personas, quien decide. No hay una regla clara que diga que la aspirante a vicepresidenta Kamala Harris es la que debe asumir el papel de candidata presidencial. El nuevo nombre puede salir de una convención, de un sondeo a militantes, de otras primarias.
En ambos casos el problema sería el poco tiempo que queda antes de la votación, además del impacto político que generaría en la campaña.
Por el momento Trump se vió obligado a cancelar todos sus próximos compromisos de campaña, a un mes de los comicios. No se sabe qué alternativas tendrá a mano para los actos que tenía agendados en Wisconsin, Florida o Arizona. Tampoco es seguro que pueda asistir al segundo debate presidencial, que tendrá lugar el 15 de octubre en Miami (Florida).
¿Y si muere un presidente?
El artículo II de la constitución estadounidense en su sección primera, apartado 5, prevé que, ante la muerte, renuncia o incapacidad del mandatario, el vicepresidente ocupará la presidencia, hasta que se celebren las siguientes elecciones.
En este caso sería el vicepresidente Pence el primero en la línea sucesoria para asumir el mando. Hasta ahora, ocho de ellos han tenido que quedarse con esa responsabilidad por muertes de los presidentes y uno más por su renuncia.
Entre los casos más importantes de muertes de presidentes en Estados Unidos están las de Abraham Lincoln asesinado en 1865, la muerte de F. D. Roosevelt por derrame cerebral en 1945 o la de John F. Kennedy en 1963, tiroteado en un desfile.
Menos claro está el caso de la “incapacidad” presidencial. Si la sustitución se entiende como de pleno derecho, con competencias al 100%, o es en funciones, o qué pasa si el vicepresidente no puede asumir el cargo tampoco, por los motivos que sea. Por eso, tras la muerte de Roosevelt y la llegada de Harry Truman, se reformó el texto en 1947 y se estableció una línea completa de sucesores: después del vicepresidente, le sigue el presidente de la Cámara de Representantes y, después, el presidente del Senado (que de ordinario es justo el vicepresidente, pero que se supone que habría sido ya relevado por un sucesor temporal).
Pero sin llegar tan lejos, si la salud de Trump empeora, la Vigesimoquinta Enmienda de la Constitución prevé que el presidente traspase temporalmente el mando del país aal vicepresidente.
El último presidente en invocar dicha opción fue George W. Bush, en dos ocasiones. En 2002, cedió el testigo a Dick Cheney durante poco más de dos horas para someterse a una colonoscopia, y ese escenario se repitió de nuevo cinco años más tarde, con circunstancias y tiempos similares. Sin mayores consecuencias.