A inicios de año miles de obreros y obreras causaban espasmos al corazón industrial de Tamaulipas, obligando a sus patrones a conceder el ahora famoso 20/32. ¿Qué lecciones de lucha podemos rescatar los telefonistas?
Iván Zárate México
Martes 19 de marzo de 2019
La fuerza de la clase trabajadora
Como no se veía en el sector industrial mexicano desde hace décadas, en enero de este año surgió una potente oleada de paros y huelgas por demandas económicas que puso a temblar a empresarios y burócratas sindicales de Matamoros y más allá. Este ejercicio de fuerza realizado por miles de obreros y obreras de 45 maquiladoras terminó por vencer la resistencia de los patrones y sus aliados (“charros” sindicales, funcionarios públicos, políticos y medios de comunicación), conquistando demandas excepcionales para la gran mayoría de las fábricas en lucha (haciendo "legal" el bono de los 32 mil, una prestación de hecho, es decir, que no estaba en el Contrato Colectivo pero la patronal lo entregaba año con año).
Las transnacionales, que extraen ganancias extraordinarias de la mano de obra más barata del mundo ubicada en las maquiladoras del norte de México, usaron como primer línea de defensa de sus intereses a las viejas burocracias gansteriles de la CTM y la CROC. Pero estos “lideres” sindicales, expertos en atemorizar y dividir a los trabajadores para mantener intactas las ganancias de los patrones, enfrentaron una voluntad de lucha masiva que amenazaba con expulsarlos de sus sindicatos; razón por la cual optaron por obedecer a los reclamos y generalizar el llamado al paro.
Fuera del control “charril” el conflicto se extendió a decenas de fábricas, tocando turno a instituciones como la Junta de Conciliación y Arbitraje que, encabezada por Luisa María Alcalde, se atrincheró junto a los organismos patronales, los "charros" y gobierno estatal para discutir cómo garantizar “estabilidad” al capital privado.
Luego, tras la declaración de “ilegalidad” de algunas huelgas, intentaron atemorizar a las bases obreras con la amenaza del desalojo y generar un clima hostil por parte de partidos y medios burgueses. Los trabajadores lograron imponerse y respondieron con más fuerza, llegando a alcanzar cerca de 45 maquiladoras en su momento de apogeo y generando una presión enorme que la mayoría de patrones no pudieron resistir.
Los multimillonarios propietarios de las maquiladoras en Matamoros han intentado desde el principio generar un clima de “linchamiento”, amenazando con llevarse sus capitales de la región por la “afectación” a sus ganancias y porque una mano de obra más cara no es “negocio” para ellos. Lamentablemente de este discurso se ha hecho parte el gobierno de AMLO, quien recientemente responsabilizó a los obreros por la “huida de inversiones” en Matamoros, mostrando mayor preocupación por los intereses del capital privado que por los de miles de obreros ultraprecarizados y sus familias.
¿Vencer a los patrones y sus aliados o “conciliar” con ellos?
El despertar obrero en Matamoros, lejos de ser una excepción fugaz en la realidad del país, puede apuntar a un resurgir más amplio y combativo en el movimiento obrero después de décadas de control sindical y de avance patronal. Los grandes sindicatos que se reivindican independientes, democráticos y opositores al neoliberalismo, como el de Telefonistas, deben replantearse si el único camino posible es ser “aliados” de los patrones para “proteger” sus conquistas, o si llegó la hora de recuperar métodos como el paro y la huelga para conquistar las demandas más sentidas de la base.
Si bien la dirección telefonista reivindica la estrategia conciliadora que ha sostenido desde mediados de los años 80´s, la realidad demuestra que aún ayudando a Carlos Slim a llegar las listas de los “hombres mas ricos del mundo” el Contrato Colectivo se ha reducido, al igual que el número de sindicalizados activos. El éxito de una dirección sindical se mide con base en si es capaz de ampliar, o por lo menos mantener intactas, las fuerzas y conquistas de su organización.
Cerca de 10 “prórrogas” a un "estallamiento de huelga" contra la separación de Telmex, incontables reuniones y “pactos” con representantes de la empresa, partidos del Congreso e instituciones públicas; así como “compromisos” con distintos gobiernos y “amparos” legales, constituyen los métodos de una estrategia sindical cuyo objetivo no es defender hasta el final las conquistas sino el de utilizarlas como monedas de cambio para “negociar”.
Por esta razón, a seis años de incertidumbre laboral provocada por las reformas neoliberales a las telecomunicaciones y después de décadas de avance patronal sobre nuestra organización, los y las telefonistas necesitamos debatir, siguiendo las lecciones de lucha de las maquiladoras de Matamoros, acerca de la necesidad de retomar el camino de la lucha combativa para enfrentar nuestros problemas más acuciantes.
El Sindicato de Telefonistas tiene una historia de lucha muy rica, llena de batallas duras con paros, huelgas y movilizaciones contra gobiernos, “charros” sindicales (CTM) y patrones. De esas gestas históricas vienen las grandes conquistas que aún conserva el STRM, no mediante “pactos”, “negociaciones” y “movilizaciones productivas” que buscan ayudar al patrón a incrementar su producción bajo la creencia de que en reciprocidad él “protegerá” a sus trabajadores.