La unión electoral entre el PAN y el PRD -principalmente- y el Movimiento Ciudadano (MC) ha sorprendido a propios y extraños dado el carácter distinto (derecha y centro izquierda) de estos partidos. Sin embargo, bajo un punto de vista de clase, este acuerdo no es algo inexplicable.
Miércoles 13 de diciembre de 2017
Al calor de la profundización de los planes anti populares por los gobiernos del régimen de la alternancia durante las últimas casi tres décadas, los partidos del régimen han sufrido un gran desgaste y desprestigio.
La oposición, ahí donde ha gobernado, ha impuesto salvajes medidas contra las conquistas de los trabajadores y ha golpeado a los sindicatos; ha recordado los derechos democráticos de las masas e impuesto fraudes electorales; ha aplicado una fuerte represión y ha hecho grandes fortunas producto de la corrupción oficial.
Lejos de avanzar a la democracia que prometía a la caída electoral del PRI en el año 2000, el gobierno “del cambio” de Fox, y su continuidad panista con Felipe Calderón, profundizaron los vicios que causaron el hartazgo contra el PRI y su reinado de más de 70 años.
A su vuelta, el PRI -producto del desencanto con una transición democrática que no llegó-, el gobierno de Peña Nieto sufrió una gran crisis política expresada como crisis de legitimidad, de la cual los partidos del Congreso son parte importante de la misma.
Por lo que, los partidos opositores sufrieron una evidente crisis de representatividad que los debilitó enormemente, perdiendo el capital político que habían acumulado en las últimas décadas. Así, el panorama para las elecciones presidenciales de 2018 pintaba mal para todos los partidos.
Si bien la crisis del régimen (centralmente del partido gobernante) no se expresó en un salto en la movilización contra las reformas estructurales y la militarización del país, o las masacres cometidas por las fuerzas represivas, la crisis debilitó la imagen del gobierno y de los partidos del Congreso que firmaron el Pacto por México.
Es decir, que la crisis no se expresó por abajo (salvo la movilización por los normalistas de Ayotzinapa o el movimiento contra el gasolinazo), pero se expresó en las alturas, con disputas de dirigentes y grupos al interior del PAN y el PRD, y fracturas internas. Una situación donde, de emerger el movimiento obrero popular, hubiera profundizado esta crisis y fortalecido la lucha de la población trabajadora.
El PRD y las bases para acuerdos con la derecha
La firma del Pacto por México por el sol azteca mostró el grado de integración al régimen de los capitalistas (al de la OMC, OCDE, FMI).
Ya hace años este partido perdió gran parte de su perfil de centroizquierda. Ya vimos cómo actuó en contra del magisterio democrático, apoyando la reaccionaria reforma “educativa” encabezada por el no menos reaccionario Aurelio Nuño.
Incluso, el perredista Silvano Aureoles (muy cercano al PRI) reprimió fuertemente a los maestros y normalistas movilizados contra la reforma en Michoacán; lo mismo hizo Graco Ramírez en Morelos.
Esta defensa de una reforma impuesta por la OCDE (como lo reconoció esta semana Peña Nieto en el foro de este organismo en París en lunes 11), describe al PRD como un partido cercano a los círculos de poder del país e internacionales.
Ya antes este partido dejó pasar la reforma laboral, mientras los sindicatos que influye (la UNT) dejaron pasar la lesiva reforma laboral y el ataque a la seguridad social.
Al calor de esta integración a los planes del gobierno, el enriquecimiento de sus dirigentes fue un escándalo que los desprestigió aún más. Es sintomático que a su último Congreso Nacional, el sol azteca llegó sin las principales figuras fundadoras del partido.
Es decir, que lo que para muchos iba a ser la oposición de “izquierda” en el Congreso, resultó desde el principio del gobierno de Peña Nieto, un factor clave de la gobernabilidad capitalista.
Así, dejando de lado cada vez más su discurso ideológico de centro izquierda, fue siendo garante progresivamente de los planes neoliberales contra las masas trabajadoras que demandó el imperialismo. Por lo que, lo que en un momento fue la izquierda electoral, hoy es un partido derechizado que acuerda con cualquier dirección patronal (hasta con el PRI, como lo reconoció Peña Nieto en París).
“Por México al Frente”: un frente defensivo
El PRD ha sido rebasado, a todas luces, por Andrés Manuel López Obrador y el Morena, que, en los hechos amenaza con sumar a muchos perredistas a su campaña. Está comprobado por las encuestadoras que el PRD por sí solo quedaría en tercer lugar en las presidenciales, lo que sería una derrota electoral histórica desde su fundación (y una profundización de su crisis, de consecuencias catastróficas).
Por eso, en el contexto del largo camino de su derechización política y programática (impulsó las reformas estructurales), sus coincidencias con el derechista PAN lo llevan a asirse a una alianza donde, a cambio de cederle a la derecha en lo programático y lo ideológico (como es la cuestión de la diversidad sexual), ir junto a los panistas y el MC de Dante Delgado (un ex priísta), podría evitar una debacle electoral en el 2018.
Pero este acercamiento a la derecha no es nuevo, y esto lo sabe todo el reformismo sindical y político que hace acuerdos “tácticos” con el sol azteca. Ya desde el 2000 el PRD hizo una alianza con el PAN (entre otros partidos más) para llevar a Pablo Salazar Mediguchía a gubernatura en Chiapas. Posteriormente en 2001 acordó con el blanquiazul ir juntos en Yucatán impulsando a Patricio José Patrón Laviada; en 2010 al ex priísta Mario López Velarde por Sinaloa, a Gabino Cué en Oaxaca y al también Rafael Moreno Valle en Puebla.
Por lo que la del PRD es una relación cada vez más orgánica con el PAN; aspiran a que no sea solamente táctica o coyuntural. Incluso se propone un gobierno de coalición si ganan las elecciones.
Todo se vale para el sol azteca, si con esta desesperada alianza electoral, el PRD no sólo no pierde las curules, escaños, gubernaturas y presidencias municipales que esperaba (además de tirarle a la gran grande), sino que recupera posiciones y se recompone relativamente ante AMLO y el Morena. Es un salto en su derechización nada bueno para las masas populares.
Mario Caballero
Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.