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Red Internacional
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Tribuna Abierta. ¡Que viva la paleoizquierda!

Martes 23 de septiembre de 2014

A propósito de antiguos y modernos, de vivos y muertos

"Y como la leyenda de la revolución todavía hay que forjarla en buenos aires, por eso un tipo que se llamaba Lenin, muerto hace cuarenta años, llegó puntualmente a nuestra ciudad en esta noche que anuncia lluvia para mañana. Interpeló a los serios y decididos y humillados y tozudos viandantes porteños, y les dijo:

  •  Ustedes serán humanidad. A ustedes, la revolución no les tiene miedo."
    Guillermo Cantore

    Días pasados aceptamos la invitación para asistir a la puesta de Marx en el Soho organizada por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

    No es un dato menor el hecho de que el Centro haya sido capaz de convocar para un jueves a la noche, a más setecientas personas que pagaron su entrada y esperaron pacientemente el comienzo de la función.

    Más allá de lo que un buen actor (Carlos Weber) y un buen texto (Howard Zinn) puedan hacer para despertar en la audiencia sentimientos que van de la conmoción a la risa, del descubrimiento a la empatía –todo lo cual ocurrió-, nuestro asombro mayor fue provocado por la feliz constatación de un público entusiasta, abrumadoramente juvenil que colmó la sala. Tampoco éste es un dato menor, habida cuenta de los estragos que produce esta época de restauración conservadora, con particular saña en los jóvenes a quienes se intenta convencer de la inutilidad de luchar por una sociedad más justa

    Recordamos una veintena de años atrás, una estación de trenes atestada de estudiantes a la salida de clases de una banda horaria: una muchacha cayó a las vías tras un forcejeo con un par de arrebatadores. Nadie, de aquellos compañeros que la oyeron gritar y vieron caer a las vías se acercó para tenderle una mano.

    También la marea neoliberal pudo arrasar con aquella natural solidaridad propia de la sociabilidad estudiantil

    Pero esa noche, esa antigua solidaridad se hizo patente en la ovación con que los chicos saludaron la presencia de los trabajadores de Lear y de Donnelly.

    Al finalizar la representación, un dirigente estudiantil hizo alusión a una nota de Joaquín Morales Solá en la que se asimila la actividad de los militantes de izquierda con aquellas fotografías que por su antigüedad adquieren una tonalidad sepia.

    Curiosa coincidencia (¿?) entre el principal columnista de La Nación y el capo editorial de Página/12 , Horacio Verbitsky, quien designa como paleoizquierda a las agrupaciones que sostienen la crítica al capitalismo sin distinguir matices ni hacer concesiones respecto de los regímenes de turno. Con la mala leche que cada tanto brota de su pluma generalmente bien informada, Verbitsky no intenta discutir o refutar sino descalificar. Es que a los sectores progresistas o supuestamente progres que adhieren al gobierno y se sienten identificados con sus columnas dominicales, les repugna la idea de ser “corridos por izquierda”.

    La antigüedad que delatan el color sepia y el prefijo paleo suponen una oposición, en este caso, a realidades más modernas o actuales. Así como al Paleolítico o tiempos de las cavernas siguió un Neolítico al que se identifica como el comienzo de las civilizaciones, HV bien podría invitar a sus lectores a que adivinen quienes son aquellos que en estos tiempos que corren encarnan la neoizquierda.

    Este neomacartimo se lleva bien con los cosacos de nuevo estilo que –parafraseando a la señora Carrió- no son de izquierda ni de derecha, seguramente por los palos que reparten a diestra y siniestra, y que ya no cargan con sus caballos ni sacuden con sus planazos, sino con el gas pimienta, las balas de goma (a veces de plomo) y el simulacro de los gendarmes, aunque las costillas de los manifestantes actuales sufran los golpes de igual modo que los antiguos trabajadores de la fábrica Vasena.

    Bertold Brecht atribuía al teatro una función didáctica en el sentido de contribuir a que los proletarios tomen conciencia de su opresión y sean capaces de deliberar acerca de los caminos de su emancipación. Eso recordábamos cuando salimos de la sala, reconfortados, no solo porque Weber reforzó la convicción de que Marx no está muerto (en realidad los clásicos nunca mueren), sino porque imprimió con fuerza aquel mensaje según el cual mientras haya capitalismo habrá comunistas, es decir, gente que lucha para terminar con la explotación y la desigualdad en este mundo.

    Y esta gente que lucha al parecer sigue creciendo en número y calidad, muy a pesar del políticamente correcto periodista Joaquín Morales Solá y del bienpensante publicista Horacio Verbitsky, tan irónico con el clasismo como complaciente con la patota de SMATA.

    Ada y Jorge
    Antiguos maestros de escuela
    Víspera de la primavera de 2014