La escuela no es una isla y reproduce las opresiones de esta sociedad. La pelea por unas aulas sin machismo, racismo y LGBTIfobia es también por desterrarlas del resto del día a día.
Lunes 10 de abril de 2017
Al tiempo que las estadísticas señalan un aumento del machismo en la juventud y de las agresiones racistas y LGBTIfóbicas, también encontramos cada vez más ejemplos de jóvenes que salen a luchar por los derechos de los refugiados causados por la guerra en Siria, que llenan las manifestaciones contra las violencias machistas y plantan cara a la LGBTIfobia.
Estudiantes de numerosas escuelas pararon simbólicamente el 8 de marzo, están creando asambleas feministas desde la secundaria y reaccionan si hay algún caso de discriminación dentro del instituto, demostrando que esta nueva generación quiere pelear contra las opresiones sistémicas sufridas desde la más tierna infancia, en las calles, en la casa, en el trabajo y también en las aulas.
El panorama no es de color de rosa. La ley del aborto aplicada cuando en lugar de la de Gallardón, que fue tumbada con la movilización en las calles, dejó sin embargo a las mujeres de menos de 18 años sin posibilidad de abortar de forma libre, segura y gratuita, así como a las inmigrantes, ya que la reforma en la salud del PP les dejó sin tarjeta sanitaria.
Exigimos la atención sanitaria para toda la población en una red única de hospitales públicos donde además poder abortar, así como la derogación de la Ley de Extranjería y de las barreras tanto legales y como físicas a la hora de conseguir la nacionalidad plena, sean mortales vallas en Ceuta y Melilla o CIEs donde miles de jóvenes y otras personas inmigrantes viven en condiciones inhumanas, así como la creación de hogares de acogida para jóvenes inmigrantes que enfrenten persecución y precariedad.
Mientras que el temario relativo a la violencia machista fue eliminado de los libros de texto por el mismo gobierno del PP que tumbó a nivel europeo la educación sexual en las aulas, éste trata ahora de lavarse la cara aprobando una ley contra la LGBTIfobia sin presupuesto ni definición para aplicarse y dejando sin fondos los protocolos contra el bullying.
Esta “Ley de Protección Integral contra la LGBTIfobia” lejos de suponer un cambio radical en la terrible situación para adolescentes LGBTI en los institutos, abarca cambios que, aunque suponen un avance, no ofrecen ningún tipo de solución de fondo a los casos de bullying LGBTIfóbicos, un drama para muchas personas abiertamente no heterosexuales en los centros educativos.
Estos cambios incluyen la elección de vestuarios, nombre y uniforme para el alumnado trans o la intención de “proteger de la discriminación por orientación sexual o expresión de género” promulgada en abstracto y sin aplicarse. Una nueva demostración de que la supresión de la discriminación y la opresión contra el colectivo LGTB, sin embargo, no vendrá “regalada” por leyes como ésta.
Entendemos que, a través de instituciones como la educación y los medios, la burguesía reproduce su ideología dominante a todos los niveles de la vida, y eso incluye a la juventud, siendo un factor importante a la hora de entender un fenómeno como el bullying, que reproduce comúnmente los odios que la burguesía inocula a través de sus medios, discriminando y atacando la diversidad sexual, el aspecto físico respecto a los cánones de belleza patriarcales, el origen social y étnico y reproduciendo esquemas machistas con frecuencia.
Frente a esta situación apostamos por la creación de grupos contra el bullying en los centros educativos formados por estudiantes guiados por trabajadores cualificados para ello, así como exigimos un acceso real a la atención psicológica en los centros educativos para parar esta lacra que hace que, entre otras consecuencias, el suicidio sea la principal causa de muerte ente jóvenes LGBTI.
Así mismo demandamos una educación sexual que no brille por su ausencia o sea prácticamente testimonial en los centros educativos, ni explicada bajo patrones heteronormativos que excluyen la diversidad de orientación y percepción del género y no tratan el tema del machismo en las relaciones entre otras múltiples opresiones patriarcales.
Y es que la transmisión de represivas normas sobre sexoafectividad está presente en numerosos libros de texto bajo un discurso reduccionista y biologicista, y especialmente en los libros de Religión Católica, que pondera desde la aplicación de la LOMCE como una asignatura científica y es de impartición obligada en todos los centros educativos.
No sólo los libros de Religión, sino muchos otros también respaldan un discurso que invisibiliza a las mujeres y al colectivo LGTBI a la vez que tiene una visión profundamente eurocéntrica. Exigimos libros de texto que no pertenezcan a las editoriales de la Iglesia Católica, las principales del mercado (SM, Santillana, Edebé, Bruño, etc), ni reproduzcan este tipo de valores.
La exigencia de que los asuntos religiosos, incluida su moral conservadora, se mantengan en el ámbito de lo privado es absolutamente necesaria para quienes defendemos la libertad de expresión y el fin de la represión sexual e ideológica. Para ello es indispensable la separación total de la Iglesia de la educación y del Estado, ya que cuenta con, entre otros privilegios, más de un tercio de los centros educativos del Estado Español.
Todas estas medidas deben ir acompañadas de otras fundamentales como la reducción de número de alumnos por aula o el aumento del profesorado de refuerzo para aumentar la igualdad de condiciones en la escolarización, pero son pasos progresivos en el marco que garantizaría estos derechos: una única red pública, laica, universal, gratuita y al servicio de la clase trabajadora de centros educativos.
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Jorge Remacha
Nació en Zaragoza en 1996. Historiador y docente de Educación Secundaria. Milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.