Attaque 77, Hermética, los Decadentes, Pappo y hasta el Teto Medina: su co-director Chuchu Fasanelli recuerda anécdotas de la discográfica en esta charla con La Izquierda Diario.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Sábado 26 de septiembre de 2020 20:59
Afiche anuncia fecha de Hermética en el Teatro Arlequines, San Telmo.
Del sueño de dos amigos aventureros y sin ninguna experiencia discográfica surgió una historia breve pero inolvidable: la de Radio Trípoli, el sello que editó álbumes hoy legendarios y que fue polea de transición entre el rock argentino post-Malvinas de los ’80 y la generación expansiva de los ’90. “Aprendimos jugando y al principio no teníamos idea de cómo eran las cosas, hacíamos de todo y hasta pegábamos los afiches nosotros mismos”, se sincera Sergio Fasanelli, co-fundador junto a Walter Kolm de Trípoli, compañía independiente que duró apenas seis años pero llegó a vender más de tres millones de ejemplares.
Tanto Fasanelli como Kolm venían de publicar fanzines y tocar instrumentos en algunas banditas, dos berretines que marcaron a la subcultura porteña del punk en la década del ’80. La primera experiencia discográfica fue con singles de Comando Suicida, Sentimiento Incontrolable, Perfectos Idiotas (de Mendoza), Sangre en Polvo y Massacre Palestina (luego autodenominados Massacre). El primer larga duración llegaría recién en 1988, año que quedaría sellado para siempre en su título: “Invasión 88”.
Trípoli es el nombre de una de las ciudades más importantes del Líbano, y también de la capital de Libia. ¿Cómo llegaron entonces a ese título? “Por añadidura”, dice Chuchu, tal como siempre apodaron a Fasanelli. “En esa época estaba Radio Bangkok, pero además la revista Cerdos y Peces tenía una sección llamada ‘Radio Trípoli’ que la hacía el Mostro Punk, el mismo que escribió el prólogo de ‘Invasión 88’. En un momento al Mostro le surgió un viaje y nos dijo si le queríamos hacer la sección durante un mes, que Enrique Symns, el director de la revista, nos iba a pagar. ‘¡Buenísimo!’, le dijimos. Hicimos la nota, no recuerdo si sobre Anhtrax... pero no nos pagaron nunca. ¡Así que les afanamos el nombre! Fuimos y lo registramos. Después viajé a Francia y me encontré al Mostro, que vivía en un squat de punks. Ahí nos enteramos de que el nombre era de él. En ese momento se calentó mucho, jaja. De todos modos, los nombres son de fantasía: los que valieron en el sello fueron los artistas, sus discos y sus canciones”.
Invasión 88: el comienzo de todo
El primer LP de Radio Trípoli fue Invasión 88, compilado punk que sirvió para dinamizar el primer gran recambio generacional de esa escena en argentina. Ahí grabaron por primera (y, en muchos casos, única) vez grupos como Attaque 77, Flema, Los Laxantes, Defensa y Justicia o las Exeroica. Su producción fue entre inconsciente y artesanal: “Las partes las hicimos en distintos lados. El vinilo, por ejemplo, lo queríamos transparente, así que la empresa tuvo que limpiar las máquinas especialmente para eso. Luego mandamos a hacer las tapas a otra imprenta y ensobramos los discos uno por uno”.
El álbum valió no sólo por su registro discográfico, sino también por el festival en Cemento de diciembre de aquel año que fungió de presentación. Esa noche Fasanelli venía de un show en Avellaneda con Todos Tus Muertos, banda de la que entonces era manager, y aterrizó en el boliche de Omar Chabán para ocupar ocasionalmente la batería con Los Laxantes. Todo era tan intenso, promiscuo, fugaz… pero eterno: en 2019, y después de un largo trabajo de entrevistas actuales y rescate documental, el documental “Heroxs del 88” (dirigido por Luis Hitoshi Díaz) reforzó el carácter fundacional de aquella gesta.
Attaque 77: la crisis de los vinilos
“Un día me hablaron de una banda que hacía punk ramonero. Me mostraron una foto en la que el batero estaba adelante de todos -en ese entonces era Claudio Leiva- y me pareció buenísimo el look que tenían. Fui a verlos a un show que hicieron en Reims, un lugar sobre la calle Venezuela, ¡y me gustó aún más! Era Attaque 77”, recuerda Chuchu. “Por supuesto que explotó con ‘Hacelo por mí’, de su segundo disco, ’El cielo puede esperar’, pero ya había empezado a funcionar bien con ‘Sola en la cancha’, de Dulce navidad, el disco debut. Y bueno, cuando sacamos Ángeles caídos, su tercer álbum, vendió 30 mil unidades en la pre-venta. ¡Fue Disco de Oro antes de salir a la calle!”.
¿Por qué el disco debut se llamó Dulce navidad, si salió en marzo de 1989?
Porque iba a salir en diciembre del ’88. Teníamos la guita para fabricarlo, pero terminamos de grabarlo y había cortes de luz por todos lados. Y como eran todos insumos importados, no le llegaban a la compañía. Había una crisis enorme de vinilos y lo padecía Industrias Plásticas, la fábrica que nos hacía los discos, que estaba en San Justo. Algo similar nos sucedió con Hermética, Horcas y los Auténticos Decadentes. “¿Qué hacemos?”, nos preguntábamos, porque toda la guita se había puesto en esas grabaciones y para mover un pie, teníamos que pedirle permiso al otro: si no salían los discos, no podíamos recaudar para hacer otros ni tampoco pagar publicidades para promocionar los que sí habíamos editado. Por suerte se resolvió pocos meses después, aunque en el medio fue todo un parto.
Hermética: el disco que falta
“Del único grupo que esperaba lo que terminó pasando fue de Hermética, porque, para mí, era como una continuidad de V8. Eran gigantes. Antes de sacar el primer disco tocaron en el Arlequines de San Telmo y lo llenaron de gente”, se emociona Fasanelli al evocar la única banda a la que Trípoli le publicó toda la discografía de estudio. “El primer disco me parece sublime, tiene unas letras increíbles. Después de sacar ‘Ácido argentino’ se terminó el contrato, pero a diferencia de los que nos pasó con todos los demás artistas en esa misma situación, Hermética decidió renovar. Les pagamos una guita para hacer otros dos discos de estudio: grabaron ‘Víctimas del vaciamiento’ y después separaron. ¡Así que todavía nos deben un disco, jaja!”.
¿Es cierto que estuvieron por grabar un disco en inglés?
Habíamos ido a una convención de productores discográficos en Cannes, Francia, donde compramos las licencias para editar discos de Sepultura y Ratos de Porao, y también ofrecimos los nuestros. Pero nos dijeron que, si las bandas no cantaban en inglés, no iban a funcionar. Efectivamente, Sepultura había viajado, se instaló afuera y salió de gira con grupos de allá porque grabaron en inglés. Ratos de Porao hizo algo parecido. Se lo propusimos entonces a Hermética, se tradujeron un par de temas y empezamos a hacer unas pruebas para ver cómo salía. Grabamos incluso “El destierro de los oscurantistas”, pero no se sintieron cómodos con la fonética y el hecho de tener que leer las letras así. Finalmente nos dimos cuenta de que no era necesario hacer eso porque ellos no tenían la ambición de salir a tocar afuera. Malón, sí, pero Hermética era algo más criollo, más argentino.
Auténticos Decadentes: Les Argentines Negresses
“Venían de patear por todas las compañías y no les sacaban el disco. En ese ínterin de la demora en la importación de vinilos, remezclamos los temas que terminaron siendo éxitos: ‘Vení Raquel’, ‘Entregá el marrón’ y ‘Loco, tu forma de ser’. Lo hicimos con Álvaro Villagra y Camilo Iezzi, que era el bajista de Los Twist. Eso le dio un sonido mucho mejor y creo que ayudó a que funcionaran un montón”, asegura Fasanelli acerca de El milagro argentino, el primer disco de Los Auténticos Decadentes y el único que editaron por Radio Trípoli.
“Eran una especie de Les Négresses Vertes de Francia, pero muy argentinos”, compara Chuchu, a la vez que recuerda un elemento del vinilo omitido en las posteriores ediciones en CD: “En la contratapa hay una foto en la que están tocando en Los Arlequines con un perro embalsamado”. Como sea, el disco fue publicado en 1990 y “nos explotó en las manos, aunque no pudimos poner guita en publicidad. El disco siguiente, `Supersónico’, lo sacaron por BMG, una multinacional, e iban mucho a la tele. Incluso recuerdo que fueron a presentarlo a Ritmo de la Noche, el programa de Tinelli, que en ese momento era un lugar importante para darle visibilidad a las bandas, pero les pedían las canciones del primer disco”.
Pappo: veinte lucas por tu vieja
A pesar de acumular veinticinco años de trayectoria y quince discos en el lomo entre Pappo’s Blues, Aeroblues, Riff y otros proyectos, 1992 encontró al Carpo alquilando un estudio de grabación con plata de su bolsillo como si fuera un principiante. Por esas sesiones pasaron luminarias como Black Amaya, Javier Martínez, Alejandro Medina, Juanse y Vitico, y recién una vez terminado todo Pappo fue a ofrecerle ese material a Trípoli. Se trataba del hoy mítico Blues local, disco que volvió a colocar a Napolitano en la palestra y empujó una serie de situaciones que derivaron en su relación con B.B. King.
Pero a todo eso aún le faltaba aquello que, además, lo convirtió en el primer gran éxito discográfico de Norberto Napolitano.
“Ya había venido con el disco grabado, pero cuando estábamos por empezar la fabricación nos llaman de la producción del programa de Tato Bores para que Pappo cantara una canción en un sketch sobre las viejas. Le dijimos, se copó y fue. Nosotros no vimos el programa, pero al otro día nos llaman y nos dicen: ‘Está buenísimo ese tema, así que el disco va a ser un golazo’. ‘Pero ese no está en el disco’, dijimos, recordándole que no era una composición del Carpo, sino del hijo de Tato y otros dos tipos más. ‘¡Boludo, convénzalo! ¡Es un éxito!’, nos insistieron”.
¿Cómo lo convencieron de incluir Mi vieja, una canción que era más un jingle que otra cosa?
Le contamos esto a Pappo y nos sacó cagando. Así que fuimos a su taller y le ofrecimos cinco mil dólares. ‘No, ni en pedo’, contestó. ‘Bueno, diez lucas, entonces’, le doblamos. Pero tampoco. Como si fuera un juego, seguimos subiendo como hasta treinta. Finalmente terminamos arreglando en veinte mil dólares y nos dimos la mano como caballeros, sin firmar un carajo. ‘Genial. Con esa guita vamos a Los Ángeles’, tiró. Nosotros no entendíamos nada, pero al otro día sacó pasajes para él y para nosotros. O sea: no es que se quedó con la guita, sino que la compartió con nosotros. De locos todo. Como sea, tocó en muchos clubes y grabamos ese disco en vivo con Deacon Jones que salió un año después. Después vinimos a Buenos Aires para sus presentaciones de Blues local en Obras y volvimos a Los Ángeles para otros shows. Ese disco explotó, vendió un montón y en parte fue el que le abrió la puerta a su vínculo con B.B. King.
Teto Medina: un chiste que terminó en disco
Trípoli editó decenas de álbumes, desde exitosos hasta modestos, pero ninguno tan bizarro como Mi forma de ser, el debut discográfico del Teto Medina en 1992. Debut y despedida, claro, pero inolvidable: a lo largo de 45 minutos conviven covers de Deep Purple, Los Abuelos de la Nada, Los Decadentes y los Enanitos Verdes con versiones de Sergio Dalma, el mexicano Emmanuel y “Gomazo”, ese chicle con bases en Midi que servía de apertura para Ritmo de la Noche, programa que alcanzaba mediciones siderales de rating y de cuya trouppe el Teto era estrella insigne.
“Íbamos al programa a llevar las bandas que editábamos y Teto siempre nos decía: ‘che, yo canto, podría ser un buen negocio sacar un disco mío’. Un día, cagándome de risa, le dije en joda: ‘Sí, claro. Podríamos grabar ‘Humo sobre el agua’ de Deep Purple con vos”. ¡Y a la semana cayó en la oficina con un demo cantando esa canción! Nos pareció tan bizarro… que lo editamos”, reseña Chuchu. Y, nobleza obliga, reconoce: “Efectivamente, vendió una bocha de discos. Diez mil copias por lo menos. Y además lo contrataban de boliches para que fuera a cantarlos. No lo podíamos creer. Pensar que todo empezó como una joda. De todos modos, nunca tuvimos pruritos con los artistas ni nos creímos un sello exclusivo de rock, punk o heavy. ¡Hasta le sacamos un disco a Brigada Cola!”.
Un sello se cierra, pero el otro queda para siempre
“En un momento la discográfica EMI nos reunió en el hotel Hyatt para ofrecernos comprar la compañía: la propuesta era un millón de dólares y un sueldo por 99 años... y dijimos que no. En ese entonces no nos importaba tanto porque creíamos que íbamos a seguir creciendo”, cuenta Chuchu. Sin embargo, estaba sucediendo otro fenómeno: “Nuestras bandas sonaban en las radios, sus shows se llenaban de gente y varias querían salir a girar por el mundo, pero nosotros no teníamos esa estructura”.
“Si ganábamos diez, gastábamos diez. Era como estar en el casino y jugar todo lo que ganas. Reinvertíamos toda la guita en publicidad. Pero los artistas crecían más que el sello y no querían estar en esa situación. Ahí entendimos que el negocio se nos estaba yendo de las manos: cuando terminaban el contrato con nosotros, preferían no renovarlo para irse a multinacionales”.
“Nos faltó esa expansión internacional, no sabíamos cómo se hacía. Si no, hubiésemos sido una gran empresa”, teoriza Fasanelli. “El sello duró muy poco tiempo, quizás menos del esperado”, sostiene. En 1995 Radio Trípoli cerró sus puertas y todo el catálogo de masters fue vendido a DBN, la distribuidora que comercializaba los discos y que a partir de entonces se encargó de reeditarlos. El sello discográfico, como tal, llegó a su fin, no así la impronta cultural que selló una época clave de la cultura rock argentina y perdura como mojón para siempre.