En su paso por la Feria del Libro de Córdoba, el artista y pedagogo dialogó con La Izquierda Diario. Su investigación teatral, sigue siendo de gran importancia para actores argentinos y latinoamericanos.
Martes 23 de septiembre de 2014
ID: ¿Qué nos podés decir de: “Lo que no se dice”, el libro que estás presentando?
Serrano: Yo te quiero aclarar algo. En toda mi vida, pese a que hay cinco publicaciones distintas, he escrito un sólo libro sobre el mismo tema, donde he ido incorporando cosas que iba encontrando y también desechando.
Este libro es una especie de historia del camino que hice desde que llegué de Europa y me encontré con una actuación dominada por el estilo de Lee Strasberg (que es funesto en mi opinión), hasta hoy, en que han ido variando muchas cosas. Lo último que varió y creo que para bien, fue este dejar de lado el marco stanislavskiano que llegó hasta la formulación del método de las acciones físicas, que es el segundo método.
Me di cuenta que eso resultaba chico. Porque el método de las acciones físicas te obliga a pensar en acciones a las que vos nombrás y que tienen que caber en un verbo: barrer, coser, acariciar, etc. Luego, las ponés en práctica hasta que chocás verdaderamente con lo imprevisto. Es un método verdaderamente racional.
Fue positivo en el sentido que te extrovertía, que ponía los cuerpos en juego, pero no tenía en cuenta lo “no-voluntario”. Entonces, desplazamos el sentido de herramienta de la acción física al cuerpo. El cuerpo ya como escenario de un pre-conflicto permanente, de un instinto o de un inconsciente. De una presencia animal, que es la sustancia de lo dramático en el sentido de que lo dramático no es la discusión racional de los problemas y la represión de esto mismo representada por el lenguaje. Este sujeto escindido, da vuelta todo lo que venimos haciendo, porque entonces aparece aquí la conducta cotidiana, que no es una conducta donde nos estamos acariciando, besando, tomando un vaso de agua o tejiendo, que es a donde nos llevaba el método de las acciones físicas. Pero es también una conducta hecha desde el cuerpo, porque lo que pone en juego es el cuerpo alienado que tiene el hombre contemporáneo. Es decir, es un cuerpo reprimido, pero que no deja por eso de presionar, de insistir.
Digamos que este último libro lo que hace es narrar el recorrido: cómo llegué al concepto de estructura, después al de acción física y creo que es el resumen de todo lo que hicimos.
ID: En la charla que diste en la Feria hablaste sobre la “inutilidad del arte”, oponiendo al arte con las mercancías, poniéndolo en contradicción con el capitalismo.
S: Hasta ahora los marxistas siempre han hablado, y con razón, de que el arte juega y puede jugar un papel en la lucha por una sociedad mejor. Entonces, cuando digo que el arte no sirve para nada y no tiene ninguna finalidad dentro de sí mismo, lo hago provocativamente. Porque creo que el arte es el supremo arte del trabajo. Es decir, la creación de un objeto por el objeto mismo, por sus leyes internas, por su belleza, por su esteticidad. Ahora, que ese objeto no tenga ninguna conexión con el resto, eso es otra cuestión. Ese objeto ha sido creado en determinadas condiciones, lleva impresa la ideología del que lo hizo, sus valores, está a favor o en contra del contexto político en el que estamos actuando. Pero me gusta rescatar esta esteticidad, esta inutilidad primera, porque sino el arte es mera bajada de línea y nosotros, los de izquierda, sabemos muy bien como ha sido deformado el arte con el realismo socialista y no sólo allí, sino con las brigadas de agitación, que son muy útiles políticamente, no lo discuto, pero no son obras de arte. ¿Qué obra de teatro ha quedado del teatro soviético? Dos. En cambio, de interpretación han quedado muchísimas cosas. Pero en todo lo que significa creación de ideologías han intervenido tantas manos, tantos papeleos y cosas, que lo que ha quedado… Digo, después del año ’28, porque hasta ese año fue un festival la Unión Soviética.
ID: En la presentación comparabas la misa con el rito del teatro y, por esto que decías, pensaba en la reutilización que se dio a las iglesias en el primer período de la Revolución Rusa, antes de la burocratización de la URSS, de las persecuciones y el exterminio. Recordé a Meyerhold, por ejemplo, como una de las figuras emblemáticas del teatro político en Rusia.
S: Meyerhold fue el único actor afiliado al PC que vino de la revolución soviética y paradojalmente fue la primera de sus víctimas. Por eso creo que hay que reivindicarlo, en nombre del socialismo por supuesto. Lo que quiero decirte es que esta es una misa laica. Una misa sin dioses, en donde en un contexto social que significa la represión de todo lo instintivo y, en consecuencia, la diferencia para con el otro, la distancia. Este es un lugar en donde al unísono venimos todos a la misma hora y compartimos las mismas emociones, esto es raro en la sociedad contemporánea. Y depende de qué emociones, qué ideas y qué valores.
ID: ¿Se puede hablar de un teatro político hoy?
S: Y sí, por supuesto que sí. Acordate que en la década del ‘50, la aparición de Bertolt Brecht fue decisiva para modificar el teatro contemporáneo. Brecht, que ni siquiera fue el primero, porque anteriormente estaba Piscator y después podemos mencionar mucho teatro político. Yo mismo he puesto: “Qué clase de lucha es la lucha de clases”, “La revolución es un sueño eterno”, “La Madre” de Gorki, a Brecht. Yo siempre intenté hacer un teatro político en el sentido de estar vinculado con la sociedad. Como una especie de diálogo de nosotros para con la realidad que nos rodea. Lo que sí rescato y esta es una de mis preocupaciones, es que antes de ser político tiene que ser teatro. Porque sino hacemos directamente un panfleto, un volante, una charla política. Si queremos hacer teatro político, primero tenemos que hacer teatro. Es decir, un dispositivo capaz de divertir y de atraer a la gente a algo que está ocurriendo ahí, en ese espacio y que además tiene tales y cuales sentidos.
ID: El protagonismo de la forma en el arte…
S: Es que la forma es secundaria en muchos problemas. La forma en que te queda la cicatriz de la operación de apéndice no es muy importante. Lo importante es que te saquen el apéndice. Pero en el arte la forma es el sentido. No es que la forma envuelve un sentido. No. Vos cambiás la forma y cambiás el sentido. Justamente el arte es como si nosotros le estuviéramos diciendo a la gente: “No se abstraiga, no lo lleve al lenguaje ni a la racionalidad, deténgase un momento en el aspecto sensorial de la comunicación. En la parte irrepetible, en el color, en la forma, en la textura”. Porque entonces no va a tener solamente un significado abstracto y racional, sino, que ese momento, ese rescate de la unicidad del contacto, va a tener significados, sentidos. Sino qué sentido tendría “La Quinta Sinfonía” de Beethoven.
ID: Pensando en esta relación entre el arte y la política, mucho se ha discutido en el siglo XX en la relación entre el arte y la revolución. En esta irrupción que inevitablemente va a teñir al arte, ¿cuál es tu visión?
S: Si me preguntas a mí, yo quisiera colaborar y haber colaborado en ese proceso que todavía no ha ocurrido. Las causas deben ser muchas. Pero también creo que hay que “aggiornarse”, en el sentido de partir a pensar que cada objeto a realizar necesita de un sujeto adecuado, y la revolución necesita un sujeto colectivo, poderoso, capaz de operar en la realidad sociopolítica; y yo, desde una salita de 80 localidades, es evidente que puedo aportar, pero es medio presuntuoso afirmar que estoy haciendo teatro revolucionario. Estoy haciendo granitos de arena que espero contribuyan “al aluvión de”. Esto es más correcto. Y en todo caso, en lo que sea mi tumba que pongan como epitafio lo que corresponda. Pero mientras tanto hay que tener conciencia de la dimensión de lo que uno esta haciendo.