Músicos y amigos del bajista de Raras Bestias realizaron un festival a tres años del trágico accidente evitable que se cobró su vida. Una muerte que sigue impune mientras la causa no fue elevada a juicio.
Jueves 18 de octubre de 2018 23:31
Hace tres años Adrián Rodríguez de 34 años fallecía producto de una descarga eléctrica en el Café de la Flor. En la ciudad de Rosario, donde gobierna un socialismo que dice llevar la bandera de la cultura, su muerte sigue impune. Los integrantes de Raras Bestias, donde tocaba el joven bajista, realizaron junto a músicos y amigos un recital este jueves en la Plaza San Martín para pedir justicia por Adrián y exigiendo nuevamente que se dé una fecha para el comienzo del juicio oral y público.
El encuentro contó con la presencia de familiares, amigos y de una amplia juventud que clamaban por justicia e inicio inmediato del juicio, bajo la bandera que vienen levantando desde lo ocurrido “La música no mata, la avaricia sí”. También se sumaron otras bandas como Mamita Peyote, Pangeanos, Muñoz Rap, y Canción Urgente, entre otras.
Ese octubre de 2015, mientras Raras Bestias estaba tocando, el guitarrista tomó el micrófono para hablar y recibió una descarga. Adrián intentó ayudarlo, pero recibió una descarga fatal, dado que el disyuntor estaba desconectado. Los imputados de la causa son tres: Ariel Scharf, el dueño del Café de la Flor; Pablo Andrés Akerman, el inspector de la Municipalidad que otorgó el último visto, y Fernando Campodónico, el electricista que realizó la última revisión en el local de la tragedia.
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Según denuncian desde la banda, hay muchas trabas por parte del dueño del Café de la Flor que solicitó una probation demorando los tiempos de la causa. La demanda de Scharf fue rechazada por la Cámara de Apelaciones y espera en la Corte Suprema por su resolución. Además, el abogado de la familia, Marcelo Cozodoy, afirmó que están en completo desacuerdo con la lentitud de la causa, ya que se pasaron tres años y todavía no hubo ninguna audiencia. Por otra parte, comentó que el proceso se dividió en dos partes, donde se pretende juzgar, por un lado, al electricista y, por el otro, al funcionario público, ya que supuestamente son delitos distintos.
El ojo sigue puesto sobre una responsabilidad de la municipalidad y sus agentes de control, que deja a miles de artistas y músicos bajo una situación absolutamente precaria donde sus propias vidas corren riesgo por la sed de ganancia de empresarios que ni siquiera garantizan las condiciones mínimas de seguridad. Por eso, sus amigos y compañeros remarcan algo desde el principio: “Todos somos Adrían”. No se trata solo de enjuiciar a los culpables, sino de terminar con las condiciones a las que están sometidos todos los trabajadores de la industria musical.