Debate sobre proyecto del frente amplio que busca el reconocimiento del trabajo doméstico, y la posición del marxismo revolucionario sobre la colectivización y fin del trabajo doméstico no remunerado.
El proyecto del Frente Amplio
A finales de marzo, la Diputada frenteamplista Gael Yeomans presentó el primer proyecto de la agenda feminista 2019, que consiste en incluir en el art. 19 de la Constitución una formulación que busca el reconocimiento del trabajo doméstico y los cuidados. La diputada en el diariolaquinta.cl señala “este proyecto busca el reconocimiento constitucional porque es necesario visibilizar que este trabajo no es remunerado y es realizado mayoritariamente por las mujeres. Que no sea reconocido es una forma de discriminación y violencia para todas. Nosotras dedicamos más del doble de las horas de nuestro día al cuidado de nuestros hogares en comparación a los hombres, y eso repercute en nuestra vida. Tenemos menos oportunidades de encontrar trabajos estables, brechas salariales enormes y, en consecuencia, peores pensiones en la vejez” [1]
Este proyecto se refiere a una situación que se encuentra a vista de todos y a sacrificio principal de casi la mitad de la población a nivel mundial. Frente a esta tragedia de las mujeres, que en la mayoría de las ocasiones realiza una doble labor, una remunerada en una fábrica, servicio o empresa, inclusive menor que el que cobran los hombres por realizar el mismo trabajo, y otra gratuita realizada al interior del hogar, el Frente amplio propone el reconocimiento constitucional del trabajo doméstico, lo que significaría, en sus palabras, que “El Estado reconoce el trabajo doméstico y de cuidados como una actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social, por lo que se incorporará en la formulación y ejecución de las políticas públicas, sociales y promoverá su incorporación en el presupuesto de la nación. El Estado promoverá un régimen laboral que permita compatibilizar en armonía las labores de cuidado humano”. [2]
Sobre la propuesta frenteamplista ¿qué significa que el trabajo doméstico y de cuidado sea reconocido como una actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social?, ¿su reconocimiento significa que debe ser pagado?, ¿la riqueza y bienestar social a quiénes beneficia?, ¿Cuáles son las políticas públicas y sociales que formulará y ejecutará el Estado?, ¿Cuál es el valor del presupuesto?, ¿Qué significa que el Estado promoverá un régimen laboral que permita compatibilizar los cuidados humanos?, ¿rebajar la jornada laboral?, ¿menos horas de trabajo, menor sueldo? ¿Salas cunas y jardines infantiles garantizado para todas las y los trabajadores? interrogantes que no tienen respuesta en su propuesta. Una estrategia de reformas del mínimo reconocimiento a un camino incierto, y probablemente tortuoso, de las posibilidades del pedregoso laberinto de la democracia para ricos.
Casi 40 años se discutió en el parlamento la reposición del derecho al aborto terapéutico, conseguido en el gobierno de Bachelet restringido sólo a tres causales, y que a pesar de ello, la derecha sigue buscando un resquicio o procedimiento para reponer la prohibición del aborto. Este ejemplo nos muestra lo fácil que es perder un derecho y lo difícil que es obtener la tajada más mínima de este.
Entre las mentes agobiadas por el patriarcado y el machismo, toda denuncia sobre las situaciones de discriminación y violencia que vivimos las mujeres, puede fácilmente considerarse algo positivo, más sólo esto no garantiza ni soluciona, parcial ni profundamente, el malestar que hace cientos de años se traspasa de generación en generación, mientras unas y unos cuantos políticos se conforman y vanaglorian con impulsan maquillajes a las leyes, muy atractivas en el papel, pero la realidad es que década tras década un puñado de empresarios hacen de las declaraciones de principio una vestimenta a su medida.
Millones de mujeres en las calles de cientos de ciudades en el mundo han dado cuenta de este malestar ¿por qué protestan las mujeres? una larga lista se despliega en todos los continentes, desde #NiUnaMenos, pasando por el derecho al aborto, fin a la brecha salarial, derechos maternales, estabilidad laboral, combatir el machismo en todas sus expresiones. En este escenario ¿cuál será el destino del trabajo doméstico? ¿Cuáles son los destinos posibles?.
Distintas posiciones sobre el reconocimiento” del trabajo doméstico no remunerado
En las últimas décadas las mujeres se han transformado en la mitad de la mano de obra asalariada, sin embargo el trabajo doméstico, como una actividad que beneficia al sistema capitalista, pero no remunerado se ha mantenido principalmente sobre los hombros femeninos, siendo gran parte del sostenimiento de las familias trabajadoras para su reproducción.
Algunos sentidos comunes han intentado desconocer esta sobrecarga afirmando que este trabajo es muchísimo más liviano tras la existencia de electrodomésticos, sin embargo, la realidad es que millones de mujeres en el planeta no tienen acceso al agua potable, al gas, a la electricidad y siguen realizando el trabajo doméstico como en tiempos remotos. Así también en la explotación, el desarrollo de la técnica a realizado increíbles avances, sin embargo, en mucho lugares del mundo los trabajos ni siquiera tienen las condiciones mínimas de seguridad, lo que de conjunto hace amasar enormes ganancias para los capitalistas.
Lo cierto es que el capitalismo, a través de los distintos regímenes políticos ha otorgado y moldeado distintos servicios que podrían sustituir o han sustituido parcialmente ciertas tareas relegadas al hogar. Por ejemplo, la educación de los hijos, hoy a cargo de las escuelas, las salud a cargo de hospitales, la comida a cargo de restaurantes, o el cuidado de los ancianos a cargo de geriátricos. El problema es que se presenta de forma desigual y bajo las leyes del mercado, que en absoluto busca el bienestar del conjunto de la comunidad, sino más bien la entrega de un servicio, de mayor o menor calidad, dependiendo del monto a pagar. Es así como hay educación de primera y segunda categoría, lo mismo en la salud, la alimentación, la vejez y el ocio. Por ejemplo, pese a que la educación sea reconocida como un derecho garantizado por el Estado, el servicio varía su calidad dependiendo de la situación económica de cada familia. Una familia trabajadora tiene la garantía de un sistema público, que carece de recursos suficientes para satisfacer las necesidades de las nuevas generaciones, salas con hasta 45 estudiantes, con menos de un metro cuadrado por cada uno, docentes agobiados, escuelas sin mantenimiento y preocupado de la asistencia como un trámite estadístico. En el caso de la educación superior, el neoliberalismo implementa el acceso restringido según posibilidades de pago, abriendo la posibilidad al acceso a los pobres a través de la meritocracia por medio de becas, que por las condiciones de vida las posibilidades de concluir la educación universitaria son muy reducidas y restringida. Algo parecido pasa con el resto de los servicios.
Frente a esta realidad, hay diversas posiciones, algunas feministas señalan que es necesario el reparto de las labores domésticas entre los miembros adultos del hogar, así como lo hizo el año 2017, Michelle Bachelet y su proyecto reformista “Miti- mota”, lo que en un sentido parcial, es necesario una mayor concientización de que son tareas que pudiesen ser organizadas por el conjunto de las familias obreras, sin embargo, no exime ni a las mujeres ni a los hombres de las tareas domésticas, las cuales deben realizarse tras las extenuantes jornadas laborales, por tanto los empresarios, los beneficiarios económicos, no desembolsan ni un sólo peso en este trabajo, por su lado, el Estado entrega servicios precarios.
Otras corrientes feministas, plantean el reclamo de un salario para el ama de casa pagado por el Estado, por su aporte invisible al PIB, si bien buscar vías para visibilizar el trabajo doméstico en el centro del debate de la economía y la sociedad es muy importante, considerando mínimamente que contrarrestaría la terrible posición de dependencia económica (y con esta otras más que vienen asociadas) de cientos de miles de mujeres a sus parejas. Esto, sin embargo, no es lo que plantea el frente amplio, sino solo, quizá, una especie de caridad estatal a través de políticas públicas.
Sin embargo, la remuneración salarial o subsidio mínimo del trabajo doméstico encierra también una paradoja, que es la de condenar a las mujeres a seguir entre las paredes del hogar, con jornadas extenuantes que no tienen límite de horario, ni vacaciones, ni jubilación, ni mucho menos la posibilidad de organizarse junto al resto de la clase trabajadora. Además si el trabajo doméstico fuera remunerado, muy probablemente sería muy mal pagado, bonificado y difícilmente las mujeres se desprenderían de la situación de mayor precariedad en la sociedad.
Desde el marxismo revolucionario, no se trata de estar en contra del reconocimiento, sino más bien de dar cuenta que es algo mínimo, muy por debajo de las necesidades reales de las mujeres de las familias trabajadoras, por otro lado, observamos que los servicios sociales y el avance tecnológico demuestran que sí es posible una colectivización de tareas, siendo viable que la vida sea extraordinariamente más llevadera para millones en el mundo, sin embargo, en el capitalismo éstas no están al servicio de las necesidades del conjunto, ya que por definición este sistema busca conseguir la mayor ganancia posible al mas bajo costo, lo que está muy lejano a la idea de la igualdad. Por ello exigimos que las tareas que hoy realizan gratuitamente las mujeres en el ámbito privado de su casa, se transforme en trabajo asalariado fuera del hogar, aliviando esta pesada carga que recae exclusivamente sobre sus espaldas; con guarderías y escuelas gratuitas, financiadas por el Estado y los empresarios, abiertas las 24 horas del día, para poder afrontar el cuidado de los niños y niñas aún cuando madres y padres trabajen en horarios nocturnos o tengan turnos rotativos, como es frecuente en algunas industrias; servicios sociales de bajo costo y buena calidad como restaurantes, casas de comida para llevar, lavanderías, etc. en todos los barrios, subsidiados por la patronal y el Estado. También planteamos la necesidad de un plan de viviendas y que los alquileres no superen el 10% del ingreso familiar, entre otras medidas.
Entonces, ¿Es posible la colectivización del trabajo doméstico?
Que derechos tan fundamentales para la sociedad, tales como: la alimentación, la educación, la salud, el cuidado de ancianos y niños, como todos los servicios básicos que son parte de las tareas domésticas que realizan las mujeres a diario, sean colectivizados pasando a ser responsabilidad del conjunto de la sociedad, de forma gratuita y de calidad, es algo que no se logrará en el capitalismo, ya que como vimos anteriormente, están privatizados o bien se realizan de forma gratuita, sobretodo en las familias trabajadoras y pobres.
Desde el ángulo que se mire, la minoría de la población mundial, grandes capitalistas y empresarios son los que ganan, mientras la inmensa mayoría que son trabajadores, trabajadoras y sus familias son los que pierden. Ganan generando millonarias riquezas convirtiendo los derechos de millones en negocio, en empresas de servicios donde principalmente trabajan mujeres y diversidad sexual con bajos sueldos y en malas condiciones laborales; ganan eximiéndose del pago a los trabajadores y a las trabajadoras por las tareas que corresponden a su propia reproducción como fuerza de trabajo, condenando a millones a vivir con lo justo y a la pobreza, a quienes son justamente los que generar las grandes riquezas y servicios en el mundo.
Cómo podemos ver la lucha por la socialización del trabajo doméstico, y con ello, de la desnaturalización de las relaciones de opresión y sus secuelas de violencia, no va por fuera de la lucha contra el capitalismo y sus representantes.
Para las y los marxistas revolucionarios, las mujeres solo pueden gozar plenamente de sus derechos y lograr la igualdad con los hombres ante la vida, un importante ejemplo histórico lo describe el principal dirigente de la Revolución Rusa. Lenin planteaba que la igualdad ante la ley no es la igualdad ante la vida, por tanto uno de los principales desafíos del proletariado era la liberación de la mujer de las tareas domésticas. Bajo este marco fue como se lo señaló a los obreros de Moscú en 1920, tras la toma del poder por parte del pueblo trabajador y pobre ruso: “El poder de los soviets es el único que abolió por primera vez las viejas leyes burguesas, las leyes infames que consagraban la inferioridad legal de la mujer y los privilegios del hombre, en especial en el matrimonio y en sus relaciones con los hijos. El poder de los soviets es el único en el mundo que abolió por primera vez, como poder de los trabajadores que es, todos los privilegios que, ligados a la propiedad, se mantenían en provecho del hombre, en el derecho familiar, aún en las repúblicas burguesas más democráticas. Allí donde hay propietarios terratenientes, capitalistas y comerciantes, no puede haber igualdad entre el hombre y la mujer, ni aún ante la ley. Allí donde no hay propietarios terratenientes ni capitalistas ni comerciantes, allí, el poder de los soviets construye una nueva vida sin esos explotadores, allí hay igualdad del hombre y la mujer ante la ley. Pero esto todavía no es suficiente. La igualdad ante la ley todavía no es la igualdad frente a la vida. Nosotros esperamos que la obrera conquiste, no sólo la igualdad ante la ley, sino frente a la vida, frente al obrero(…)”.
Es así que consideraban que el cambio no pasaba por el mero reconsideración institucional, legal, o incluso salarial, del valor del trabajo doméstico que era menospreciado en la sociedad capitalista. Por el contrario, estaban convencidos de que la única forma de lograr era eliminando el trabajo doméstico, para que así la mujer pudiese incorporarse al mundo productivo y a la política, la cultura, y la vida pública libremente. Por eso, en los primeros años de la revolución, a pesar de las enormes dificultades económicas que enfrentaba el Estado obrero Ruso, se constituyeron varias comunas, integradas por viviendas individuales para varias familias y un centro comunitario con comedor, sala de esparcimiento y espacios para los niños que eran utilizados por todos los miembros de la comuna. Los lavaderos comunitarios, las guarderías y los comedores donde las tareas las desempeñaban otros asalariados y asalariadas, e incluso la construcción de viviendas plurifamiliares se basaron en esa convicción. De esta forma, industrializando y socializando la mayor cantidad de tareas posibles, las mujeres no se verían obligadas a continuar la jornada laboral en el hogar. Las horas libres alentarían la mayor participación de las mujeres en la vida política de la Rusia de los soviets y empezarían a soldar uniones basadas en el amor y el respeto mutuo, libremente elegidas, entre seres humanos que empezaban a conquistar así la igualdad también frente a la vida.
Es así que tal como decía Lenin en 1919 "Durante dos años, el poder soviético, en uno de los países más atrasados de Europa, ha hecho más por la emancipación de la mujer, de lo que hicieron durante ciento treinta años todas las repúblicas “democráticas” adelantadas e ilustradas del mundo tomadas en conjunto”, sin embargo, con la consolidación del estalinismo en los años 30 implicó un retroceso sin igual en todas estas conquistas y el avance de una ideología reaccionaria que colocaba a la mujer como “guardiana del hogar”.
Empero, este ejemplo histórico y revolucionario, nos deja claro el camino estratégico, no sólo de cómo conquistar la socialización del trabajo doméstico- que no es planteando una lucha contra los hombres o de “sexo contra sexo” como podrían señalarlo corrientes separatistas o radicales, al contrario quienes somos marxistas revolucionarios nos proponemos, tal como diría Andrea D`Atri dirigenta de Pan y Rosas Argentina “la tarea de elevar la moral de las obreras, fortalecer su confianza en sus propias fuerzas, combatir el machismo de los trabajadores que sólo sirve para generar división entre las filas de los explotados, batallar contra el desprecio y el maltrato a las mujeres que se arrastran con el atraso y la brutalidad en la que nos sumerge el capitalismo. Es la única manera de que logremos sumar a nada menos que la mitad de la humanidad y de nuestra clase, las mujeres, a la lucha por cambiar la sociedad de raíz y acabar para siempre con las cadenas de la opresión”, esto porque entendemos que toda opresión se encuentra en la existencia de la propiedad privada y la explotación de millones que no tienen más que vender que su fuerza de trabajo- sino de cómo poder transformar radicalmente todas las condiciones de vida y liberar al conjunto de la humanidad de las cadenas de la explotación y opresión, lo que sólo podrá lograrse mediante la conquista de la independencia política de la clase obrera, que tiene hoy casi un 50% de composición femenina, y todos aquellos que son oprimidos por género, raza, origen étnico, etc, organizados en un partido revolucionario a nivel internacional, con un programa político contra los responsables de las condiciones económicas y sociales donde se ancla la opresión de las mujeres: la clase dominante, los grandes empresarios y capitalistas, sus Estados, sus gobiernos y sus agentes. Sólo derribando al capitalismo, podremos aspirar al pleno desarrollo de las relaciones humanas basadas en una verdadera igualdad social y económica, sólo la revolución socialista podrá sentar las bases materiales para la socialización del trabajo doméstico y pasar de una “democracia para ricos” a la transformación masiva de la gran economía socialista.
Fuentes:
COMENTARIOS