Al calor de la popularización de las redes sociales han surgido aplicaciones creadas para criticar la dependencia de los usuarios a la tecnología ya sea con una “dosis” pequeña o con notificaciones aleatorias.
Óscar Fernández @OscarFdz94
Jueves 15 de febrero de 2018
La interconectividad y la comunicación a través de las redes sociales han revolucionado las relaciones entre las personas, pero ello ha traído a la par que algunos se vuelvan adictos a éstas. ¿Quién no ha visto algún video de mal gusto donde al “millenial” se le “critica” no saber hacer nada salvo compartir su vida en redes sociales?
Ante este clima de dependencia a la tecnología y necesidad de tener notificaciones, diversos diseñadores han creado aplicaciones que buscan criticar (digámoslo así) “desde adentro” la adicción a las redes sociales. Una de ellas es mi:nu:ti:ae, una red donde “tú no eres tu timeline”.
La mi:nu:ti:ae funciona de la manera más aleatoria posible: la aplicación elige arbitrariamente el momento en el que “funciona”, permitiendo compartir una foto anónimamente en menos de cinco segundos cada 24 horas. El punto de la aplicación es recolectar estos momentos aleatorios en cuatro años y al final descargar todas las fotografías en una colección.
Después está Binky, una aplicación que simula ser una terapia antiadictiva en la que el usuario da “re-bink” al contenido, la intención de Binky es hacer un efecto placebo para quienes siempre checan notificaciones.
Del otro lado de la escala está Cloaked, que tiene como objetivo evitar personas indeseadas, lo contrario a la función “amigos cercanos” de Facebook.
Freedom pretende restringir las aplicaciones y páginas que propician la procrastinación (postergación de actividades por estrés, ansiedad o frustración), al igual que AntiSocial: phone addiction, que realiza un informe de las aplicaciones más usadas y posteriormente permite al usuario restringirlas para evitar la adicción.
¿Adicciones o necesidades?
La actual generación efectivamente tiene sectores que sí dependen mucho de usar sus celulares, pero por otro lado, también es cierto que en muchas empresas, escuelas y lugares de trabajo, carecer de celular y redes sociales es firmar una “sentencia de muerte” y de productividad. Es que el mundo se ha interconectado a tal grado que solamente el agendar una cita o avisar a qué hora será la junta ya no depende de medios convencionales si la tecnología permite que el mensaje llegue al instante.
La llamada “adicción” a las redes sociales no sería nada sin el apoyo tanto de los medios de comunicación como de las grandes empresas que piden bajar sus contenidos incluso si el usuario no está de acuerdo en primera instancia. La crítica, aunque válida, de las redes antisociales no termina de analizar el problema de fondo, centrándose en el espacio meramente ocioso y sin cuestionar qué es exactamente lo que causa que los jóvenes dependan tanto de sus móviles.
Las redes sociales en sí mismas no son el problema; lejos de ello, pueden ser muy útiles como método de organización. Recordemos que a inicios de la década los movimientos juveniles como la Primavera Árabe, el 15M español, el #YoSoy132, las manifestaciones de la Plaza Syntagma en Grecia, el movimiento del Parque Gezi en Turquía y el brasileño #PasseLivre usaban las redes sociales para convocar manifestaciones masivas y alertar de la presencia de los cuerpos represivos del Estado.
Es necesario cambiar el enfoque desde el cual se está viendo esta problemática donde parece ser que la irresponsabilidad e inmadurez de la juventud es la que genera la supuesta adicción a las redes sociales y no todo un entramado como consecuencia de la importancia que ha tenido el desarrollo de la tecnología en nuestra época.
Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana