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Red Internacional
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Precarización laboral y desempleo. Reducir la jornada laboral para que todos podamos estudiar

Frente a la decadente situación de la juventud, que alterna trabajos precarios con desocupación, y que impide que muchos puedan acceder al derecho a la educación pública o continuar con sus estudios, el Frente de Izquierda - Unidad propone la reducción de la jornada laboral sin afectar el salario. En esta nota te mostramos con datos cuál es la cruda realidad de estos jóvenes estudiantes.

Agustina Bants Estudiante y Consejera Superior (IDH) - Juventud del PTS

Lunes 11 de octubre de 2021

La pandemia que sufrimos en el mundo desde el año pasado, vino a profundizar la crisis económica pre-existente. Una crisis de la cual los dueños de todo quieren salir a costa de hundir más en la miseria a los trabajadores y sectores populares para aumentar sus ganancias. En el país esto ya es una tendencia clara que se evidencia en el desplome sostenido del salario, que cayó en 2021 por cuarto año consecutivo. La otra cara de la moneda lo representa el bochorno de los Pandora Papers que demuestra que los ricos de este país fugaron varios PBI a paraísos fiscales (Argentina es el tercer país del mundo en fuga de capitales). Son estos ricos los que ahora ponen el pie en el acelerador y buscan poner en agenda una reforma laboral para quitar derechos a las nuevas generaciones de trabajadores/as.

Es bien sabido que a las universidades del conurbano asisten mayormente los jóvenes trabajadores e hijos de trabajadores, por lo que es de esperarse que frente a semejante caída de las condiciones de vida, resulte cada vez más difícil poder sostener la cursada. Esta situación, que se viene repitiendo hace mucho tiempo, se agudizó estrepitosamente con la pandemia y la creciente desigualdad social. Los estudiantes vemos día a día cómo cada vez se conectan menos compañeras y compañeros a las aulas virtuales, hecho que se expresa en el aberrante número del 40% de deserción en la UNGS durante el año pasado.

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Aunque aún no hay datos de las bajas de este año, esa tendencia no impresiona haberse revertido, sino más bien todo lo contrario. De hecho, las instituciones se rehúsan a realizar censos reales y suelen esconder las escandalosas cifras de deserción para disimular el proceso de elitización que atraviesa la educación superior. En la UNGS, por ejemplo, el último censo realizado fue en 2019, es decir, previo a la pandemia y a la virtualización de las clases, que tuvo serias y evidentes consecuencias para los estudiantes. Medir el nivel de deserción y la situación de los estudiantes debiera ser una política primordial de las instituciones universitarias si es que realmente se quiere combatir la expulsión de cientos de jóvenes que ven su derecho a la educación vulnerado y ya no pueden acceder a estudiar una carrera. No parece ser el caso.

La educación es tu derecho, si tenés cómo costearla...

Los datos socioeconómicos que arrojó el censo mencionado (hace ya más de dos años) indican que un 31% de los estudiantes se encuentra desocupado y un 16% inactivo. Este último porcentaje es sobre aquellos/as que no tienen empleo pero que tampoco lo están buscando activamente, por lo que no se los considera “desocupados”, pero la realidad es que la búsqueda de trabajo disminuyó en gran medida por el desaliento, dada la crisis de desocupación que transita la Argentina.

Según el mismo censo, solo la mitad de los estudiantes (51%) se encuentra trabajando, y una gran parte de ellos lo hace de manera precarizada. Esto se pone de manifiesto cuando observamos el acceso a una cobertura de salud y los aportes jubilatorios. En relación a lo primero, los datos del censo exponen que el 33% de los estudiantes no cuentan con una cobertura médica, y entre quienes sí la tienen, sólo el 40% es debido a su propio trabajo. Por otro lado, un 23% de los estudiantes ocupados no tiene aportes jubilatorios, y un 6% sí los tiene debido a que aporta por su propia cuenta. A su vez, casi la mitad de los/as estudiantes ocupados/as (46%) trabajan jornada completa, dedicando más de 35 horas semanales a su ocupación.

Todos estos datos son contundentes. Los estudiantes de la UNGS no escapan a los problemas que sufre la juventud en todo el país: desempleo, jornadas extenuantes de trabajo, precarización laboral y de la vida, privación de la educación y la salud, problemas habitacionales, etc. De acuerdo con los últimos datos del INDEC, en el primer trimestre de este año la desocupación a nivel nacional se ubicó en 12,3% para las mujeres, mientras que para los varones fue de 8,5%. Estos indicadores son aún más alarmantes en las personas menores de 30 años, pues la desocupación en este sector etario asciende para las mujeres al 25%, mientras que en varones alcanza el 17%. Como se ve, los jóvenes y las mujeres son quienes más padecen la crisis.

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En Argentina hay más de 18 millones de pobres, ¿Cómo se puede pensar en estudiar si la principal preocupación es llegar a fin de mes? Ciertamente asistimos a un proceso de elitización de la educación y todos los indicadores sociales apuntan a consolidar y acelerar esta orientación. Si hoy está en cuestión la permanencia en las universidades, mañana estará en juego incluso el acceso mismo. Con un 73% de los niños y adolescentes del conurbano de 0 a 14 años pobres, ¿de qué futuro con educación podemos hablar? Con un 75% de precarización laboral juvenil, ¿Cómo se puede afirmar que “estudiar es un derecho para todas y todos”? Por si esto fuera poco, las clases dominantes y el FMI buscan imponer una reforma laboral que someta aún más a la juventud trabajadora a la precariedad, empezando por instalar el debate mediante candidatos políticos de la derecha y los medios de comunicación. Solo la organización torcerá el rumbo de esta flecha hacia el atraso y la decadencia.

Frente a la reforma laboral, una demanda unificada por las 6 horas de trabajo

La reforma laboral no se queda en meros discursos, sino que va más allá. Mientras se intenta instalar un sentido común de que la juventud solo puede aspirar a “derechos sin trabajo o trabajo sin derechos”, en los hechos se está comenzando a implementar una reforma laboral por sector. El ejemplo del momento es Toyota, en donde la patronal automotriz, de la mano del SMATA, llevó adelante una reforma en las condiciones de trabajo que extiende la jornada laboral a los sábados, cuando este día solía ser opcional trabajar. Toyota es conocida por sus acelerados ritmos de producción (1 camioneta cada 90 segundos) y los turnos rotativos que rompen los cuerpos y afectan la salud de los trabajadores. Por esta razón, la empresa busca empleados jóvenes, con cuerpos aptos para el trabajo sacrificado. De hecho, hace poco el presidente de la compañía había declarado que “los jóvenes no quieren trabajar”, sin mencionar justamente cómo son las condiciones de trabajo. Estos son los planes que las patronales y el FMI tienen para la juventud.

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El de Toyota no es un caso aislado: 300 trabajadores y trabajadoras despedidos/as de la empresa alimenticia Mondelez, en su mayoría jóvenes, se encuentran en conflicto con la patronal exigiendo la reincorporación y el pase a planta permanente porque viven a contratos basura que solo les aseguran dos meses de ingresos. Frente a la creciente precarización laboral y desocupación, el Frente de Izquierda-Unidad propone la reducción de la jornada laboral a 6 horas, cinco días a la semana, con un salario igual a la canasta básica. El economista de La Izquierda Diario, Pablo Anino, realizó un cálculo mediante datos del Indec y del Ministerio de Trabajo que estima que, si solo en las grandes empresas se redujera la jornada laboral a 6 horas diarias, 30 horas semanales y se repartieran las horas de trabajo, se podrían generar en lo inmediato casi 900 mil nuevos puestos de empleo.

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Esta perspectiva es posible. Si los jóvenes trabajadores y estudiantes no queremos relegar ni un derecho más, sólo nos queda pelear por esta demanda en las calles y organizadamente. Junto con esto, debemos exigir que se aumente el presupuesto educativo en base al no pago de la deuda, para que haya un verdadero plan de conectividad, acceso a dispositivos, aumento de salarios docentes, becas integrales, comedores, albergues, etc., que aporten a la permanencia en la universidad de miles de estudiantes. Si la universidad va a ser o no un lugar al que puedan ingresar los trabajadores y sus hijos, es una realidad que está en nuestras manos.

Por todo esto luchamos desde el Frente de Izquierda Unidad con Nicolás del Caño y Myriam Bregman. Para que estos reclamos tengan más fuerza, más que nunca es necesario que ingresen al Congreso para que haya más diputados de izquierda. Son la única voz que va a denunciar el ajuste que se viene y que acompañarán en las calles todas las luchas del pueblo trabajador.

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