A continuación publicamos la reflexión que nos llegó de un trabajador de la industria aeronáutica, a propósito de los ataques que hacen empresas, como LATAM, contra las y los trabajadores del sector, dejando a miles de familias en la calle en medio de una pandemia que comienza a poner el problema del hambre al centro.
Viernes 22 de mayo de 2020
Nuevamente este régimen disfrazado nos ha mostrado su verdadero rostro, sin máscara, sin maquillaje, donde claramente la clase trabajadora, es pisoteada y humillada, llevada al límite, desempleo en niveles alarmantes, hambre en las poblaciones, y los sectores más vulnerables en el total abandono. Este solo panorama ya es bastante desolador, y aun así es una realidad ya conocida, una verdad masticada y muchas veces tragada, no sólo en Chile, toda Latinoamérica sufre este azote brutal por parte del empresariado, de los ricos, de los poderosos, de la misma clase minoritaria y acomodada que ha impuesto, a punta de fusil esta dolorosa desigualdad, normalidad le llaman en la televisión, normalidad dice el gobierno.
¿Impactante, cierto? Sumémosle a esta realidad un virus mortal que ha sumergido al mundo en el caos, no solo por su letalidad, sino también porque ha destapado la verdad y las intenciones de ciertos gobiernos que protegen los negocios y utilidades de sus amigos, familiares, empresarios dueños de países enteros como es el caso de Chile, que frente a una pandemia de estas características, el Estado abandona a su gente y sólo se concentra en salvaguardar las suculentas ganancias que genera el sudor del trabajo de miles de personas.
Frente a esta crisis se ha mostrado la famosa actitud empresarial de agradecerte por tu labor, y sin darte una palmada en la espalda, te deja ir por el camino del desempleo, miles de despidos en sólo una semana, y sólo una empresa responsable de al menos 1400 familias que deja sin sustento económico como es el caso del holding LATAM; esto sin mencionar el caso de diferentes empresas que se acogieron a la famosa ley de “protección” al empleo, dejando en la calle a más de un millón de trabajadores, y aún no pasa el peak de esta pandemia.
Ahora con una tardía y negligente cuarentena pretenden tapar sus irreparables errores, con consecuencias ya mencionadas, hambre en las poblaciones, sin posibilidad de poder salir y ganarse el sustento, con desempleo hasta el cuello, y nuestras abuelas y abuelos abandonados con precarias y vergonzosas pensiones, empujados a morir o de hambre o de Covid-19. Luego esperan que surja la rabia, ese instinto básico y humano, le llaman violencia el exigir canastas de mercadería, alimento, algo para palear los días de cuarentena, y nos exigen quedarnos en casa sin el sustento del trabajo. Desde los días de hambruna del 83’ que no se veía este nivel de cesantía, y basta un mes sin sueldo para sumergir en la ruina a cualquier familia ordinaria, y oírlas en la calle reclamando por comida. ¿Y cuál es la primera respuesta de un gobierno que nos orilló a este precipicio, la misma que viene haciendo hace décadas? La misma respuesta que dio al estallido del 18O: una brutal represión policial, estrenando las nuevas adquisiciones y modernos instrumentos de control.
Qué queda por hacer más que defenderse, más que recuperar lo perdido, recuperar los empleos, y no solo volver a ser contratado por los mismos que nos roban nuestro esfuerzo, sino recuperar empresas y mantenerlas en funcionamiento, readaptar producciones y disponerlas al servicio de la población afectada por la pandemia, la tan nombrada reactivación de la economía puede ser bajo los términos de los trabajadores y sus familias, recuperando recursos naturales, estatizando servicios de transporte como, por ejemplo, la Línea Aérea Nacional, sobre todo si es operada netamente por sus trabajadores y funcionarios. Lo mismo para las empresas de ferrocarriles y su tan importante transporte de materias primas, para qué decir la nacionalización de nuestro recurso predilecto el cobre, pero esto sólo sería un buen plan, no sin antes revolucionar nuestra constitución, libre y soberanamente, liberarnos de esas condiciones denigrantes de vivir, consecuencias del libre mercado y de la avaricia de unos pocos, disponer para esa transición impuestos a las grandes fortunas.
En resumen, tenemos las herramientas para no morir de hambre ni de coronavirus, basta la organización de la población, ya ha quedado más que claro el poderío de la gente unida, que vence cuarentenas para alimentar a su pueblo, recolectan insumos básicos para combatir la pandemia, ollas comunes que dan moral y nutren el alma, así de esta manera, porque solo el pueblo ayuda al pueblo es que viviremos, volveremos y venceremos.