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Red Internacional
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Opinion. Reflexiones para un programa político para Cuba desde la izquierda trabajadora y socialista

Las movilizaciones del domingo 11 de julio en la isla reacomodan el panorama político y obligan a pensar un sistema de consignas a levantar para Cuba. Bajo el acecho imperialista y con una dinámica de restauración capitalista avanzada por parte de la burocracia, urge un programa desde la clase trabajadora y la izquierda trabajadora y socialista. En ese sentido escribimos este texto, cuya base es el informe presentado en la reunión de OSR del sábado 17 de julio.

Viernes 13 de agosto de 2021

Las movilizaciones del 11 de junio

En primer lugar las movilizaciones están acicateadas por reivindicaciones económicas puntuales y por la opresión política del régimen. Hay un sentido específico en que se combinan estas características con las de las rebeliones que hemos visto en Chile y Colombia, como el peso de la juventud y también con la crisis económica y social asociada a la pandemia. Más allá de las dimensiones de las movilizaciones que en sí habrían sumado unas cuantas decenas de miles de personas, es claro sin embargo que son de una enorme importancia política y sin duda alguna marcan un giro brusco de la situación, especialmente en lo referente a la burocracia gobernante y las masas trabajadoras cubanas. Estas movilizaciones parecen darse dentro de las previsiones del Programa de Transición para los estados obreros.

En este momento las movilizaciones se han detenido y las mismas parecen haber tenido por su composición social y sus reivindicaciones un carácter heterogéneo e incluso contradictorio, que van desde la defensa de las conquistas de la revolución hasta consignas claramente restauracionistas, demostrando un odio relativamente alto contra la camarilla dirigente.

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El impacto de la propaganda imperialista en sectores movilizados es real, estableciendo mediaciones para la comprensión de las penurias económicas y la opresión política. Este impacto propagandístico es por supuesto cínico en la medida en que la otra política del imperialismo es llevar al hambre a las masas cubanas por el crimen de haber hecho una revolución contra el capital, con el embargo económico. En ese sentido la política de Biden es continuidad de Trump, pero por motivos diferentes, imposibilitado de otra política, presionado por el ala izquierda interna del Demócrata y por la derecha por el Republicano y su alianza con la burguesía de Miami. No hay en ese sentido ni un pequeño gesto de regreso a la política de Obama, un hecho que la burocracia agradecería profundamente.

El régimen de partido único hace que la propaganda imperialista permee más directamente a las masas cubanas. El imperialismo tiene medios tecnológicos para entrar en la isla, pero la izquierda trabajadora y socialista no, o al menos le resulta más difícil. Esto implica una dificultad para la divulgación de ideas que fortalecerían la revolución y se planteen a su vez contra la camarilla del PCC. Por ahora todas las contradicciones de un régimen inestable parecen haberse acelerado.

En las movilizaciones, esto es importante advertirlo, no parecen existir reivindicaciones específicas contra propiedad estatal de los medios de producción, que es la condición previa necesaria para el desarrollo socialista, bien comprendido que esa condición está asociada al nivel de desarrollo alcanzado a nivel internacional por los medios de producción, lo que permite aún pensar al estado cubano como una conquista objetiva de la revolución socialista internacional, mas no como un país socialista sin más.

El carácter del estado cubano

Si algo demuestra la situación política actual es la imposibilidad del socialismo como un proyecto realizable dentro de fronteras nacionales, la imposibilidad del socialismo en un solo país. En ese sentido Cuba no es un estado socialista, porque el socialismo debería ser ya una superación del capitalismo como sistema internacional. Cuba es objetivamente un punto de apoyo en la estrategia de la revolución socialista internacional. Cuba es un estado obrero, es decir un estado que centraliza propiedad capitalista expropiada fruto de una revolución de la clase trabajadora, gobernado por una burocracia vinculada al Partido Comunista de Cuba, y cuyo origen es la guerrilla del 26 de julio, misma que le dio la forma al estado cubano después de la revolución y que se burocratizó con él.

Este origen es clave, pues marca una importante diferencia entre las dos posibilidades que se encierran en el estado cubano. Como es sabido, una de las consignas de la revolución cubana fue “comandante en jefe, ordene”. En la URSS la consigna fue “todo el poder a los soviets”, que eran asambleas de trabajadores que constituyeron los diversos estados que se agruparon en la URSS. En Cuba no hubo soviets, pero sí hubo clase trabajadora que impulsó la expropiación “desde abajo”.

No hay registro previo de que el movimiento 26 de julio estuviera por la expropiación de la propiedad burguesa, pero el peso de la movilización de las masas por un lado y del imperialismo por otro, forzó lo que Guevara denominó “revolución de contragolpe”. Por lo anterior, el movimiento 26 de julio cabe dentro de la “excepción” de Trotsky, en el sentido de direcciones que van “más allá” de sus propias orientaciones estratégicas.

El profundo avance de la restauración capitalista, objetivo que tienen en común tanto el imperialismo como una importante facción de la burocracia, no elimina aun la propiedad estatal expropiada como un todo. La aplicación de la ley del valor capitalista en ámbitos de la economía es propio de un estado obrero, que afronta después de la revolución social la herencia de las formas capitalistas en las relaciones económico-sociales. En ese sentido, un elemento fundamental en la definición de estado obrero es que a través del monopolio del comercio exterior se centralizan un conjunto de ramas productivas con independencia de la ley de la ganancia que rige a dicho mercado. Luego, uno de los problemas de la transición al socialismo reside en cómo ir desplazando la ley del valor de dichas relaciones sociales, a través de una economía centralizada y a la vez controlada por organismos democráticos de la clase trabajadora, con acceso a toda la información económica disponible, como los soviets de la URSS antes de la stalinización burocrática.

La oposición entre la burocracia y el imperialismo se debe a que se sostienen entre formas contrarias de propiedad. Este es el hecho que hace imposible hoy una reconciliación entre el imperialismo y el estrato más alto y entreguista de la burocracia cubana, acuerdo que debería incluir a la burguesía cubana en Miami, lo cual no parece muy probable.

En todo caso, tanto el embargo económico como la política de la burocracia tienden al mismo fin: restaurar el capitalismo. Solo esto explica la existencia del Grupo de Administración Empresarial SA (Gaesa), que es el conglomerado económico de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y que controla importantes sectores de la economía, cuyo objetivo parece ser la acumulación de un capital primitivo que pueda crecer amparado bajo la política de pymes y que a su vez supone el funcionamiento de la ley del valor a través de poner la economía en función de bienes de lujo para grupos minoritarios.

En este marco de crisis económica y social pandémica y de aires de rebelión internacional, el régimen político cubano se encuentra en una situación de debilidad, es un régimen bonapartista débil. La burocracia ha tenido que traer del retiro político a Raúl Castro ante el hecho de que Díaz-Canel no cuenta con la legitimidad de la dirección de la revolución y su historia es la de un burócrata sin grandes “atributos hegemónicos” como los de los Castro. Las medidas que ha anunciado para descomprimir el descontento en ningún sentido son anticapitalistas y más bien son unas gotas más en la apertura al mercado mundial capitalista.

Las burocracias de los estados obreros como la URSS, Checoslovaquia, Yugoslavia o Cuba están formadas por los círculos privilegiados que existen dentro de sociedades que arrastraron la desigualdad heredada por la sociedad capitalista y que a su vez constituyó (y en el caso cubano constituye) una fuerza para la restauración capitalista.

Esta burocracia sin embargo no es homogénea ni mucho menos, y en cada uno de esos estados ha tenido dentro de sí diversas alas o tendencias. Baste recordar la discusión y la importancia que le da Trotsky al caso de Ignace Reiss y el caso de Butenko, el primero un espía stalinista que se pasó al lado de la IV Internacional y el segundo un fascista dentro de la burocracia stalinista; en el medio la expresión de todas las alas políticas de la sociedad capitalista. Que hayan militantes del PC cubano participando de la movilización ayuda a una comprensión dialéctica, más completa, del régimen cubano y las presiones sociales y económicas a las que están sometidos los burócratas.

Esta burocracia cubana no cuenta con el apoyo de la URSS como fue el caso de la burocracia checoslovaca en el 68, para poner un punto de comparación. Tampoco cuenta con el arsenal militar de la URSS y la extensión geográfica como para simplemente dejar caer al estado obrero como en la URSS y aun así resguardarse como burgueses. En todo caso resulta difícil saber cuál es el grado de descomposición del régimen, descomposición que sin duda se ha acelerado a partir de la aceleración de la restauración capitalista. También resulta difícil discernir los volúmenes de fuerza con que cuenten cada una de las alas de la burocracia en el momento actual y las relaciones entre ellas. La unidad entre negocios y militares da cuenta de la estrecha relación a la que llega un importante ala de la burocracia y el mercado mundial y este hecho es el principal indicio de la política de conjunto de la burocracia, sea esta plenamente compartida o no por toda la militancia del PCC.

Los pocos recursos con que cuenta la burocracia cubana determinan la política fundamental de la misma hacia el bloqueo económico y hacia la restauración capitalista. Para la burocracia más poderosa la restauración no puede ser en los términos del imperialismo y al revés tampoco. En esta divergencia se juega la vida la burocracia cubana, pues la burguesía cubana en Miami es un agente potencial de enfrentamiento en una Cuba post estado obrero.

Sea cuál sea el caso, parece que hay una aceleración de las relaciones de las masas con la burocracia, en un sentido de deterioro del vínculo, lo que permite prever que estamos más cerca de un punto de ruptura en la sociedad cubana, donde la política económica y represiva de la burocracia juega claramente un rol a favor del imperialismo y el mercado monopolista mundial, así como de las ideas de democracia burguesa, pero donde también se abre al menos en parte la posibilidad de una nueva revolución política contra la burocracia que profundice las conquistas trabajadoras en la isla, permita una democracia de los trabajadores y revitalice la perspectiva de la revolución socialista internacional con hegemonía obrera.

Las consignas desde la izquierda

En ese sentido es muy importante la política que se levante desde la izquierda trabajadora e internacionalista. Acá señalamos algunas medidas para ser llevadas adelante en el marco de luchar por una revolución política que profundice el carácter socialista objetivo de la revolución.

¡Contra el criminal bloqueo imperialista!
Por la autodeterminación de las naciones, fuera el dominio imperialista del Caribe y de América Latina!
¡Abajo todos los privilegios de la burocracia cubana!
¡Abajo los grados y las condecoraciones! No son comandantes en jefes los que guiarán el camino al socialismo, será la clase trabajadora organizada y tomando decisiones libres! ¡Abajo la opresión política!
¡Por un nuevo reordenamiento de la economía en función de los intereses de productores y consumidores!¡Por una mayor igualdad salarial para toda la clase trabajadora en la isla!
¡Por el libre derecho a la organización en sindicatos, en comités por centro de trabajo, en partidos políticos que defiendan la revolución social! ¡Por el derecho de prensa y el derecho de expresión para partidos que reivindiquen la revolución social! ¡Por el acceso universal al internet como parte de la necesaria democracia trabajadora que debe haber en la isla!
¡Abajo la camarilla de Díaz-Canel! ¡Es necesaria una democracia de la clase trabajadora!
La política internacional de la isla también debe pasar por las manos de la clase trabajadora ¡Abajo la diplomacia secreta!¡Por la publicación de todos los acuerdos secretos de la burocracia!
¡Por una profundización de la revolución socialista, por la expropiación del capital restauracionista y su puesta en manos de sus trabajadores!

Evitemos caer en los siguientes errores

Si todo el énfasis de la política se sostiene a partir una primera y única premisa, como la existencia del bloqueo económico, al punto de preguntarse “¿qué más podría lograr Cuba sin un bloqueo económico?” entonces dicha política no contempla la existencia real de desigualdades en la isla y de opresión política para sostener dichas desigualdades. La existencia de las desigualdades sociales se da a la par del bloqueo y no exclusivamente por él, de manera tal que exige una política especial para una distribución más equitativa y también para un régimen democrático donde se pueda decidir sobre todos los aspectos de esa distribución. No criticar al régimen cubano es una posición muy antidemocrática que no demuestra empatía con las masas cubanas oprimidas y empobrecidas tanto por el embargo como por la política de la burocracia que genera desigualdad. Pero además no se critica el avanzado proceso de restauración que imprime la burocracia cubana. La pregunta de “Vale la pena preguntarse...” podría también entenderse como la reivindicación de una Cuba sin bloqueo pero capitalista, en cuyo caso se estaría renunciando a la expropiación del capitalismo en la isla, es decir, a la revolución como tal.

Por otro lado, posiciones como “¡Basta de dictadura capitalista! ¡Libertad a los presos políticos! ¡Contra toda injerencia imperialista! ¡Abajo el bloqueo!” no plantean mecanismos para satisfacer las necesidades más sentidas de las masas y no son medidas para volver a ganar en un sentido revolucionario y socialista las conquistas entregadas por la burocracia, por lo tanto no arma una posición anticapitalista de conjunto.

Finalmente defender “críticamente las movilizaciones del pueblo cubano contra el régimen castrista por la falta de alimentos y medicinas, así como por los prolongados cortes eléctricos. Lo anterior, sin dejar de alertar que la salida no pasa por retornar al capitalismo y transformar a Cuba nuevamente en un “casino” de los Estados Unidos. Repudiamos el bloqueo imperialista de los Estados Unidos contra Cuba y nos oponemos a cualquier intervención extranjera.” No existe en esta posición una defensa de las conquistas de la revolución ni de la revolución como tal, pero tampoco hay posiciones democráticas a ser impulsadas por la clase trabajadora, ni por la caída de la camarilla burocrática, lo cual no arma una posición anticapitalista de conjunto, estratégica.