El regreso a clases de manera presencial supone un alto riesgo para toda la comunidad escolar; las autoridades no están viendo todo el contexto y las condiciones de cada centro educativo. Cada escuela es un mundo con características, carencias y necesidades diferentes, en medio de una gran precariedad de la infraestructura educativa en general.
Lunes 12 de abril de 2021
A la administración federal, y muchas locales, les urge volver a clases presenciales. En más de una ocasión el ejecutivo federal ha insistido en la premura por abrir las escuelas, aunque los contagios no paran. Han anunciado el inicio de la vacunación de docentes entre el 15 y 20 de abril y recientemente Claudia Sheinbaum afirmó que en la CDMX se podría regresar a clases con el semáforo en “amarillo”.
Se plantea que la vacuna será una solución para la pandemia, cuando el propio subsecretario de salud indicó que no es así y que ésta no impide que contagies o te contagies nuevamente. Se pretende volver a clases vacunando a las y los trabajadores de la educación, pero ignorando que las NNA no son inmunes ni al contagio ni a la muerte, ni tampoco sus familias.
Las escuelas antes de la pandemia
Existe un desabasto permanente de artículos de higiene básicos, incluso de agua. Esta es la realidad de la mayoría de las escuelas públicas en todo el país, debido a que el Estado no les proporciona los insumos necesarios.
A este desabasto se suma la eliminación de los consultorios y los puestos de médicxs y enfermerxs de las escuelas. Se ha normalizado que en las escuelas no exista personal médico que pueda auxiliar en casos de emergencia o enfermedad. En algunos estados se dio a cambio de un seguro médico para las y los alumnos limitado a accidentes que beneficia a las aseguradoras y sanatorios privados.
Una situación aún más grave si consideramos que las escuelas concentran poblaciones de más de 200 personas y hasta 1,000.
Nuestros alumnos y sus familias ya contaban con un ingreso mínimo en casa. Las carencias en los hogares ya eran muchas. Éstas se han agudizado con la pandemia que ha dejado despidos y rebajas salariales, lo que hace que no cuenten con recursos suficientes para poder adquirir insumos básicos de protección personal (cubrebocas, gel, etc.).
Cada escuela es un mundo
Las escuelas pueden compartir características comunes, más aún cuando se encuentran en una misma zona o región del país. Por ejemplo, las maestras que trabajamos en Iztapalapa coincidimos en que la población escolar en las aulas es mucha y el agua poca (y en algunas colonias, inexistente). En el marco de una gran precariedad y deterioro histórico de la infraestructura escolar, que se expresa en todo el sistema educativo nacional.
Sin embargo, para un eventual regreso a clases, no puede obviarse esta problemática y también se deben mirar las particularidades de cada institución y del personal que la componen. Cada escuela es un mundo. Las necesidades de una escuela con jornada ampliada o de tiempo completo con ingesta no son las mismas que las que tiene una escuela con jornada “regular”.
La dinámica y las necesidades de las y los adolescentes de secundaria, no son para nada las de las niñas y niños de primaria y mucho menos se puede comparar con las de preescolar. ¿Cómo harían nuestras compañeras de preescolar y primaria para que un pequeño de 4 ó 6 años no se toque la cara o mantenga el cubrebocas en su lugar por tantas horas?
Más allá de la infraestructura y los insumos, otro elemento clave es la situación de las personas que componen la comunidad escolar. Además de que no se está contemplando vacunar a lxs alumnxs y a las familias, debe considerarse que hay docentes y trabajadores con alergias o situaciones de salud específicas por lo que no se podrán vacunar (aunque como ya hemos mencionado, la vacuna no es garantía total). No se les está considerando, mucho menos planteando alguna solución, haciendo así más riesgoso para esa población el regreso.
El semáforo epidemiológico no puede ser generalizado; además, sabemos que éste se ha movido a conveniencia de los intereses económicos que imponen los empresarios. Escuela por escuela, se deben revisar las condiciones de la comunidad: número de contagios, decesos, casos activos, etcétera. El verde puede estar en las noticias, pero no necesariamente en la colonia, barrio, alcaldía o municipio de nuestras escuelas.
¿Quién debe decidir cuándo volver?
Considerando lo anterior, creemos que somos nosotras, las maestras junto a los maestros y las familias de nuestras alumnas y alumnos quienes conocemos realmente la situación en cada escuela, y por lo tanto quienes podríamos definir con mayor seguridad cuándo y en qué condiciones volver.
Para los políticos que representan los intereses de los empresarios y los ricos, es sencillo decidir desde sus oficinas mandarnos al matadero. Claro, como sus hijas e hijos jamás pisarán nuestras hacinadas y precarias aulas, poco les importa el riesgo en el que ponen a las comunidades de las escuelas de nuestros barrios y pueblos.
Se vuelve urgente retomar los comités de seguridad e higiene, pero que sean reales, no a modo o elegidos por las autoridades y que no sólo se preocupen por el llenado y entrega de un documento -como el “filtro sanitario”-, sino que vigilen y lleven a cabo medidas apropiadas para garantizar una estadía segura, exigiendo a las autoridades educativas que proporcionen todos los recursos materiales y humanos necesarios para garantizar esas condiciones. Esas comisiones deben estar formadas por maestras y maestros, trabajadores, familias, alumnas y alumnos, quienes de manera independiente evalúen y decidan.
Hay que exigirles a los representantes sindicales de nuestras escuelas y de nuestras secciones que convoquen a asambleas para discutir y acordar que efectivamente se conformen dichas comisiones y, si no quieren, avanzar de todos modos organizándonos desde abajo con nuestrxs compañerxs y el resto de la comunidad, ya que está en juego nuestra salud y nuestra vida. A partir de ahí, podemos coordinar esta lucha por zona, sección y a nivel nacional.
¿Cuándo volver?
La respuesta es más sencilla de lo que parece. Cuando haya condiciones que garanticen al 100 % la salud y la vida de todas las y los trabajadores de la educación, nuestros alumnos, alumnas y sus familias.
Debemos tomar como referencia los países que hasta el momento han regresado de manera presencial y que desafortunadamente ha influido exponencialmente al repunte de casos y decesos. El caso más crítico es Brasil que tiene semanas con el sistema sanitario totalmente colapsado y que ha llegado a registrar más de 3 mil defunciones por día. Lamentablemente se suman otros ejemplos como Argentina, Uruguay y Chile.
Para que conozcas las medidas que proponemos para la vuelta a clases, te recomendamos leer este texto:
Regreso a clases presenciales: ¿en qué condiciones?
También te invitamos a conocernos, acércate y organicémonos por un regreso seguro. Escríbenos en la página de Nuestra Clase