Tras semanas de protestas y jornadas de huelga, el primer ministro de Sri Lanka renunció este lunes en medio de una jornada sangrienta en la que murieron al menos 5 personas y 160 resultaron heridas durante las manifestaciones antigubernamentales. Los manifestantes piden también la caída del presidente, parte del mismo clan familiar, ante la crisis económica que vuelve insostenible la vida de la población.
Lunes 9 de mayo de 2022 08:34
El primer ministro de Sri Lanka, Mahinda Rajapaksa, anunció este lunes su dimisión después de varios choques entre partidarios del Gobierno y los manifestantes que desde hace semanas exigen su salida como consecuencia de la grave crisis económica que atraviesa el país.
Desde hace más de un mes manifestaciones permanentes y jornadas de huelgas generales piden la renuncia de todo el Gobierno ultranacionalista incluido tanto el presidente como su primer ministro, ambos parte del mismo clan familiar, en medio de devaluación de la rupia (su moneda) e inflación de productos básicos.
Este lunes, tras enfrentamientos y represión contra los manifestantes antigubernamentales que dejó al menos 5 muertos y 160 heridos, se anunció que el primer ministro finalmente renunciaba a su puesto. Rajapaksa "ha dimitido. Ha presentado su carta de dimisión", informó un responsable de la oficina del primer ministro.
El primer ministro de 76 años envió su carta de renuncia a su hermano menor el presidente Gotabaya Rajapaksa tratando de abrir un camino para lo que llaman un "nuevo gobierno de unidad", que busque calmar los ánimos de la calle. Sin embargo, los manifestantes piden también la caída del presidente.
Crisis económica y acuerdo con el FMI
Sri Lanka ya arrastraba una crisis económica de años que se vio agravada por la pandemia y en los últimos meses por la guerra en Ucrania. El precio de los combustibles se multiplicó tanto para el gas como otros compuestos que se usan para cocinar, como las naftas. Esto provocó escases y aumento de precios de los productos básicos junto con el precio del pan y las harinas. Esto último volvió la situación explosiva en un momento en que el país, que había visto mermar sus ingresos por la baja del turismo durante la pandemia, ya atravesaba una espiral de inflación y devaluación de su moneda que hundieron a una parte de la población en la pobreza.
Ante este escenario, el Gobierno en manos del clan familiar ultranacionalista de los Rajapaksa empezó a negociar con el FMI un préstamo para cuyos detalles se iban a comenzar a cerrar esta semana y que incluían tanto un desembolso de parte del organismo como una serie de exigencias que, al igual que en todo el mundo, incluyen ajustes y recortes en áreas clave, y salud, educación y en el sector público, así como la flexibilización del mercado para alentar el ingreso de capitales extranjeros en la compra de empresas estatales.
Estado de emergencia y huelga general
Es por esto que el presidente Gotabaya Rajapaksa, había declarado el viernes pasado el estado de emergencia pocas horas después del inicio de una huelga general multitudinaria convocada en solidaridad con las manifestaciones antigubernamentales que se suceden desde hace meses, ante la incapacidad para sortear la mayor crisis económica de la isla desde su independencia del yugo colonial británico.
La medida otorgó a los militares poderes especiales para hacer frente a unas protestas que han ido creciendo a lo largo de los últimos días y que el viernes pasado ha tenido su punto álgido con la masiva huelga general, convocada por más de 2.000 sindicatos y con la que se ha logrado paralizar escuelas, servicios gubernamentales, los transportes y comercios privados.
Esta escalada terminó este lunes en la represión a los manifestantes y el enfrentamiento con bandas afines al gobierno que dejaron el saldo de 78 muertos.
Los manifestantes han venido perdiendo el miedo tras años de autoritarismo del clan Rajapaksa. Las renuncias de ministros, la represión, los intentos de censurar las redes sociales son signos desesperados por parte del Gobierno para mantenerse en pie, pero no aplacan la furia de los manifestantes.
"Si tanto el presidente Gotabaya Rajapaksa como el primer ministro Mahinda Rajapaksa no dimiten, a partir del 11 de mayo esta huelga se hará a diario", había amenazado un miembro del sindicato del departamento de correos, T. Gunasekera, la semana pasada.
La huelga coordinada de los últimos días muestra que una intervención decidida de la clase obrera, con sus propios métodos de lucha como la paralización de la economía, sumada a las manifestaciones callejeras, pueden poner en jaque al Gobierno. Así quedó claro con la renuncia este lunes del primer ministro y que sigue adelante pidiendo la renuncia del presidente.
Ese reconocimiento de sus propias fuerzas, en las calles, también les debe servir para no depositar confianza en la oposición política que busca sacar rédito de las movilizaciones para ocupar ellos mismos puestos de poder, o incluso parte de un Gobierno de unidad nacional, que ha venido depositando sus expectativas en que solo un acuerdo con el FMI podrá salvar la economía del país, escondiendo las exigencias de ajuste, fin de subsidios, aumento de tarifas, privatizaciones y reducción del déficit que son parte de la receta permanente del organismo internacional.