A partir del DNU 297/20 que decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio también se anunció, más o menos solapadamente, el despliegue de fuerzas represivas para “cuidar” a la población. Con un discurso de inflexibilidad para quien violara el aislamiento, el presidente Alberto Fernández, habilitó desde el día 1 del confinamiento, la deriva autoritaria.
Miércoles 6 de mayo de 2020 10:37
(*) Las autoras son integrantes del Bachillerato Popular Violeta Parra en el barrio La Favorita, Mendoza
Respecto a esto es importante encender varias alarmas. La primera y fundamental, recordar que las mismas fuerzas de seguridad que organismos de derechos humanos y antirrepresivos han venido denunciando durante décadas por su accionar criminal (expresado en torturas, detenciones arbitrarias, casos de gatillo fácil, entre otras) son las que hoy supuestamente, en esta situación de excepción, nos tienen que cuidar.
La segunda, reparar en que el miedo que instalan los medios hegemónicos es un terreno fértil para el punitivismo y el control. Así la vigilancia y el “cuidado” por “mano propia” se extiende también a los/as vecinas, con las consecuencias nefastas para el tejido social y la solidaridad entre pares. En relación con esto el gobierno provincial está poniendo en marcha el proyecto “ojos en alerta” que venía discutiendo desde el año pasado, aprovechando el contexto favorable que abre la pandemia.
La tercera, y no por eso menos preocupante, es la idea que se esboza de manera aterradora en la nota del 28 de marzo de 2020 en el diario Página 12 titulada Elogio a la policía del cuidado de Gabriela Seghezzo y Nicolás Dallorso. Dice la misma: “También esta situación inédita [refiriéndose a la pandemia y el aislamiento que trajo aparejado] posibilita visibilizar que una parte importante de las tareas que llevan adelante cotidianamente las policías se asemejan más a las tareas de cuidado que a las de una persecución y represión penal: por ejemplo, la mediación en conflictos barriales, la atención de mujeres víctimas de violencias, la contención de personas vulneradas, entre otras tantas”.
Esta narrativa que se hace desde un medio que representa la voz del oficialismo, claramente ignora o quizás pretende invisibilizar cuál es el papel de la policía en los barrios. Desconoce la narcopolicía, las zonas liberadas, las alianzas con el poder político, la complicidad con femicidas y violentos, la revictimización y maltrato a las denunciantes, entre miles de tareas que realiza esta fuerza y nada tienen que ver con tareas de “cuidado”. O por lo menos de cuidado a las grandes mayorías.
El mensaje es claro, la intervención de las fuerzas es selectiva y la represión distingue muy bien las clases sociales. La consecuencia es la profundización de la criminalización de la pobreza que ya carga con más de 3.000 imputadxs en Mendoza y las 3 primeras condenas.
¿Cómo se vive este la pandemia en las barriadas populares?
Los problemas estructurales no empezaron en marzo ni hace cuatro años. El hacinamiento, falta de servicios básicos y la angustia del desempleo y la informalidad se arrastran desde hace décadas. Uno de esos problemas estructurales es la falta de agua, que los barrios del oeste mendocino padecen cotidianamente. Aunque repitan hasta el hartazgo la importancia de lavarse las manos, ¿Cómo hacerlo cuando pasan semanas sin que salga una gota de agua? .
La violencia económica tampoco es nueva, Mendoza registra un 41,1 % de trabajo informal, sin contar la subocupación o el desempleo. En estas condiciones se impone un aislamiento obligatorio que impide el ingreso económico de muchas familias y las empuja al hambre. Como respuesta de esto se lanzan proyectos como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) que llegará con un mes y medio de atraso, con suerte.
Una de las caras más crudas del aislamiento lo viven las mujeres. Ahora no sólo tienen que hacer malabares para pensar cómo sostener la economía familiar, sino que su trabajo invisibilizado se ha multiplicado y se suma el de enseñar a sus hijxs en medio de la incertidumbre y la falta de recursos. A esto se le agrega, en muchos casos, que el aislamiento sea junto con su agresor. Las llamadas al 144 han aumentado un 39% y desde que el aislamiento obligatorio está en marcha, la casa del encuentro registró más de 30 femicidios, donde 1 de cada 5 ya había sido denunciado previamente. Esto evidencia la falta de un plan de vivienda y de trabajo para evitar que las mujeres tengan que vivir con sus violentos, entre otras decisiones políticas que debieran tomarse para erradicar seriamente la violencia contra las mujeres.
Entonces, mientras algunas barriadas como La Favorita, prácticamente están sitiadas; hay que atravesar tres controles policiales para “subir” o “bajar” del barrio y quedar expuestxs a la voluntad del efectivo de turno, crecen en toda la provincia las situaciones alarmantes. El abuso contra una docente y su hijx en un supermercado de Godoy Cruz apenas fue declarada la cuarentena, la detención arbitraria al menor que pedía barrer las veredas en la sexta sección a cambio de comida, los jóvenes golpeados salvajemente en Tunuyán, son algunas de las luces rojas que nos advierten que no podemos esperar hasta después de la pandemia para discutir profundamente el tema de qué seguridad queremos en nuestros barrios, ni mucho menos permitir que la situación sanitaria legitime propuestas autoritarias.
¿Cómo enfrentar esta situación desde las organizaciones?
¿Cómo te cuento de mi miedo, mientras hablamos del planeta amenazado, pero no sólo de un virus infectándolo todo, sino una idea de mundo en agonía, que pareciera, en sueños ingenuos de tu tía trava, que empieza, por fin, a resquebrajarse?
Susy Shock (Cartas a Uriel)
Ante este panorama las organizaciones político territoriales nos organizamos y apostamos más que nunca a la solidaridad. En los barrios re-emergen o se multiplican propuestas de comedores y merenderos, circulan viejos recetarios empolvados que se usaron en las más tristes postales del 2001. Las redes se extienden y crecen día a día. Las donaciones llegan desde todos los lugares y formas. Los/as vecinas se involucran y participan.
Se administra críticamente lo que hay y lo que no, con la convicción de que la organización popular en todos los ámbitos, sea para el control de precios, para parar los despidos, para enfrentar la violencia machista y ni qué hablar de las cuestiones represivas, es lo que permite sostener la vida y los sueños. Es el camino para cambiarlo todo.
Por esto insistimos hoy más que nunca, no queremos las fuerzas represivas en la calle, con ninguna excusa… por sus crímenes de ayer y de hoy. Porque fueron, son y siempre han sido las garantes del sistema, de sus desigualdades y de ese mundo agónico que vamos a resquebrajar hasta que se rompa en mil pedazos.