Sacar lecciones y debatir sobre estrategias de la izquierda, particularmente con la formación independentista anticapitalista CUP, es una importante tarea militante frente al momentum actual del laberinto catalán, de consolidación de la restauración autonómica.
Una postal, una carta y un tuit. La primera, la reunión en sede de la patronal catalana el pasado 7 de junio en Barcelona, con el presidente Pedro Sánchez prometiendo "dejar atrás la dialéctica estéril de unos y los otros” al flamante president de Catalunya Pere Aragonès, quien auguró “superar el inmovilismo y avanzar de nuevo”, para lo cual aseguró: “nunca antes se había afrontado la voluntad de resolver el conflicto”. Junto a ellos, los símbolos del establishment catalán haciendo honor al editor y empresario conde Godó, con el discurso inaugural del presidente de Foment de Treball, Josep Sánchez Llibre que abrió diciendo, “Ojalá este sea el inicio de la solución”.
Horas después publicó su carta Oriol Junqueras desde la prisión de Lladoners [1], en la que se atrevió a decir que la mejor vía para la independencia era “La vía del pacto y el acuerdo, la vía del referéndum acordado. Es la opción que genera más garantías y reconocimiento internacional inmediato. Porque sabemos que otras vías no son viables ni deseables en la medida en que, de hecho, nos alejan del objetivo a alcanzar.”
Mientras, en un tuit con mucha menos repercusión, los Riders decían: “Hoy Pere Aragonés con la patronal, CCOO y UGT han homenajeado al conde Godó… Eso es una vergüenza y un insulto a toda la clase trabajadora”. Con toda la autoridad de la sangre derramada en accidentes laborales provocados por la desidia patronal, los Riders representan a esa juventud que viene luchando contra la explotación. Y como muchos otros sectores de la clase trabajadora, empiezan a tener claro quiénes son los responsables políticos de la precariedad laboral, los desahucios, tarifazos, paro, pobreza, la subcontratación y las externalizaciones.
La postal de Foment es la de una reconciliación sellada con parte de los 140.000 millones de euros de los fondos europeos, dejando atrás las amenazas de huida en 2017 de Catalunya de las sedes sociales de las grandes empresas. La carta, relata un momentum del laberinto catalán que busca coronar la restauración autonómica como salida de los partidos del processisme, esperando ese banquete de los millones que no serán “donaciones filantrópicas” [2], sino que aumentarán una deuda pública para ser devueltos a costa de nuevos ajustes y recortes como ha ocurrido bajo otras crisis.
¿Y qué rol juega la izquierda independentista? Lamentablemente es furgón de cola de este giro y esto es lo que importa analizar aquí. La carta de respuesta de la CUP [3] no es más que un intercambio epistolar que refuerza la estrategia de conciliación con los mismos partidos que, no solo se han mostrado incapaces y sin voluntad de conquistar el derecho de autodeterminación nacional, sino que desde los tentáculos de la Generalitat, sentencian a jóvenes como Marcel Vivet, condenado a cinco años de prisión por protestar contra Jusapol.
La carta de la CUP
La carta de la formación anticapitalista plantea certeramente que “el diálogo en el marco de la Constitución española… No tiene sentido, ni más recorrido que el gesto de intentar abrirlo. (…) ahora el gobierno español pretende rematar la estrategia y cerrar un ciclo de lucha y de organización con los indultos.” Pero lo cuestionable de la CUP-G es que, sabiendo que este diálogo de reconciliación de los partidos del processisme no es nuevo, siga insistiendo una y mil veces más en que “necesitamos que el Govern independentista sea una herramienta de defensa de los derechos y las libertades de la gente trabajadora. Y según la brújula de octubre del 2017 y de muchos octubres pasados, requerirá fortaleza.”
Esto es como pedirle peras al olmo. Junqueras en su carta decía que “las estrategias deben adaptarse a las circunstancias para ser ganadoras”. Una retórica para sentenciar el abandono de la vía unilateral hacia la independencia. No hace más que sellar y firmar la restauración autonómica, como si se tratara del fin de un contrato de trabajo ya realizado, que duró desde el 1O de 2017 hasta estos días. Es decir, algo que se vislumbraba mucho antes de que la CUP le diera su apoyo a ERC y Junts para formar gobierno.
Entonces, ¿por qué la CUP vuelve a la “mano extendida” ya no sólo en lo nacional? ¿Y por qué la extiende también en lo social? cuando al menos antes planteaba un “puño cerrado” en este campo, e insiste “La Generalitat debe ser leal a las necesidades y voluntades de nuestro pueblo y hacer honor al título de republicana poniéndose al costado de los que no tenemos más futuro que el país que podamos construir con nuestras manos”. Y acusa que “pese a la tozudez de los jueces, no queremos un país lleno de salones donde se paseen los mercaderes, pero sin techo para quien no lo pueda pagar”. ¿Cuándo ERC y JxCat renegaron de su clase para dejar los paseos con los mercaderes de las grandes empresas capitalistas? ¿Y acaso se terminaron los desahucios en Catalunya?
Claro que la postal del Foment del Treball, es un “insulto a toda la clase trabajadora” como dicen los Riders: “El acto ha sido patrocinado por Glovo, empresa condenada 48 veces por tener a miles de falsos autónomos y vulnerar derechos fundamentales”. Los ‘mercaderes’ no están pensando en destinar los 140.000 millones a reconstruir las vidas destrozadas tras la crisis pandémica, que mostró de manera cruda a una sanidad devastada tras décadas de recortes privatizadores por los gobiernos autonómicos. Mucho menos para los planes de industrialización tan prometidos por los políticos del Govern frente a las fábricas cerradas como Nissan y las subcontratas. Ni para la solución de los graves problemas sociales.
Tan insultante como lo es la carta del líder de ERC hacia las 3.000 personas encausadas, detenidas, exiliadas y presas políticas, en la que dice: “Nosotros hace tiempo que, a pesar de estar en la cárcel privados de libertad, nos sentamos a la mesa y mantenemos siempre la mano tendida. Es el momento de que el gobierno español demuestre su compromiso con la reconciliación, el diálogo, y la negociación”. Un insulto a las miles de personas que pusieron el cuerpo el 1-O, que hicieron huelga el 3-O -muy a pesar de la “aturada de país” de CCOO y UGT- y a todas las aspiraciones democráticas ahogadas por la represión del Régimen, pero también por los partidos del processisme.
Pero la CUP-G ruega a la Generalitat “ser leal a las necesidades del pueblo” ¿Cómo se puede seguir generando ilusiones tan falsas a los ojos de la clase trabajadora? Estamos a casi cuatro años del 1-O de 2017 y partidos como ERC y los herederos “rebeldes” de los convergentes (hoy JxCat) se mostraron totalmente en contra de dar solución a las demandas democráticas y el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán. Y en el medio, una crisis pandémica en el que el rostro criminal de estos partidos no se pudo ocultar.
Son muchos los sectores críticos que han perdido la ilusión en los partidos del processisme. Y la crisis económica, política y social tanto en Catalunya como en el Estado español -tras la bancarrota de Podemos- augura nuevas situaciones agudas de la lucha de clases, antes o después. Para ello hay que prepararse, por lo que es imprescindible, de parte de la izquierda anticapitalista, sacar conclusiones para no seguir cometiendo los mismos errores que, de repetirlos ante cada embate, estos se profundizarán con consecuencias trágicas para el conjunto de la clase trabajadora y los sectores populares. Y en este curso repetitivo está la CUP, profundizando su estrategia reformista y de conciliación de clases.
Si lo que se quiere es combatir al Régimen del 78 hay que empezar por comprender que también hay que combatir a la otra pata del Régimen del 78 autonómico y sus partidos. A la semana siguiente de la postal y la carta de Junqueras, a pesar de que el entorno independentista había prometido que después del discurso real del 3-O del 2017, cada visita de Felipe VI sería una intensa migraña para la Casa Real, el borbón pudo pasear tranquilo por Barcelona y cenar con el Cercle d’Economía hablando del “papel decisivo” de Barcelona y Catalunya en España, entre mesas redondas con Xavier Faus, Botín, Pablo Isla y Álvarez-Pallete. Y esto es lo que importa para tal reconciliación, porque la ausencia del President de ERC en la cena es sólo una performance, mientras se presentaron las conselleres de Presidencia y Exteriores de la Generalitat. Hasta el “honor al título de republicana” se le empieza a borrar a ERC.
Estos dejaron sellada una postal y una carta desde Lledoners que, si la CUP-G no dicen lo que es, es decir, la consumación de una restauración autonómica aplastando las aspiraciones democráticas del pueblo catalán, están salvando la vida a los partidos que se abrazan y negocian con los capitalistas de Inditex, Santander y Telefónica. Es prepararse para mil y una derrotas más. O acabar siendo responsables de las mismas.
Quienes realmente luchamos por una ruptura -revolucionaria y transformadora- contra el Régimen y el sistema y entendemos que esta es la única manera de llevar adelante las aspiraciones democráticas como la de la autodeterminación nacional, no nos sentimos traicionados ni por ERC ni por JxCat. En base a las experiencias históricas y actuales, siempre develamos la utopía de que las demandas democráticas del pueblo catalán podrían conquistarse sin tocar los cimientos políticos del Régimen del 78 y los intereses de esa clase capitalista -catalana y española- que bregó sin complejos por “la unidad de España” a golpe de represión, palos y cárcel por votar y el 155. Que las demandas democráticas no sólo serán cumplidas sino ahogadas en nombre de la unidad, el diálogo y la “normalidad democrática”. Mientras las demandas sociales, quedarán en promesas sin cumplir para avanzar en reformas laborales y de pensiones, cada vez más regresivas para la clase trabajadora. En subidas luz y no de salarios, en más paro y pobreza.
La orfandad de una estrategia para vencer de la izquierda
“La victoria no es el fruto maduro de la ‘madurez’ del proletariado. La victoria es una tarea estratégica” decía León Trotsky en “Clase, partido y dirección”.
Es necesario profundizar el debate sobre la estrategia de la CUP, para entender su insistencia en el lema “Tornarem a vèncer”, -tomando el título del libro de Oriol Junqueras y Marta Rovira-, de la mano del processisme. ¿Pero cuál es la “estrategia para vencer” de la CUP?
Para profundizar en el debate de estrategias, haremos referencia a determinados aspectos de un artículo publicado en la revista Catarsi, escrito por Albert Noguera Fernández, “D’Amèrica Llatina al Bàltic: repensar l’estratègia d’alliberament nacional” [4], cuyos fundamentos teóricos confluyen con la práctica y la hoja de ruta de la formación anticapitalista. Noguera es uno de los referentes ideológicos de la izquierda independentista, fue parte de la Comisión de Estudio del Proceso Constituyente del Parlamento catalán en 2016 y es profesor titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Valencia.
Aunque son muchos los contrapuntos a debatir con el artículo, queremos detenernos en su propuesta de “estrategia intersticial”, la cual “rehuyendo del enfrentamiento directo con el Estado, consiste en construir y normalizar transversalmente en la cotidianidad del país, ciudades y pueblos, formas de institucionalidad social y de práctica política republicana paralela”. Consideramos que esta hipótesis se inscribe en la estrategia etapista de la CUP [5] sobre la que hemos debatido en otros artículos [6], esta vez dando cuenta de las formas institucionales concretas de la primera etapa democrática de formación de una república, como “la Asamblea de Electas de Cataluña (AECAT), la consolidación de los CDRs, de los Consejos locales por la República como instancia institucional o la creación de una red de economía social republicana con cooperativas de trabajo, etc.”
Según el autor, bajo una manera “cotidiana y difusa de construcción de la república”, se irá conformando una situación en la que “los órdenes cultural-normativos reales y el orden jurídico entrarían en conflicto” produciéndose a mediano-largo término un desajuste entre realidad social y sistema jurídico que, “inevitablemente” acabará siendo el motor para un nuevo embate.
Esta estrategia intersticial sería la que hoy puede llevarse a cabo ante la imposibilidad de desarrollar un “acto jurídico constitutivo de Estado por la vía de un proceso constituyente por anticipación con dualidad de poderes leninista. Lo único que podemos hacer es seguir construyendo un escenario generador de múltiples formas de poder dual en el sentido gramsciano o foucaultià que, heredado de Trotsky, podemos dar a estas, para que generen contradicciones entre realidad y ordenamiento jurídico español y aceleren la aparición de un nuevo momento histórico de embate contra el régimen del 78”. Dejaremos para un futuro artículo el debate de estrategias entre Gramsci y Trotsky, pero esbozaremos cómo el “sentido foucaultiano” se opone a la estrategia del trotskismo.
La estrategia no puede limitarse a plantear los escenarios de conflicto y buscar acelerarlos, sin buscar cuáles son las vías para vencer en la propia dinámica. Es como acelerar un coche contra un muro. La disertación de Noguera equivale a decir: “Como no podemos hacer lo que hay que hacer -disputar el uso de la fuerza y el control del territorio-, hacemos esto otro- “un procés de construcción de contrapoderes (en común con sectores de la burguesía catalana) que desplacen la legalidad española.”, aunque esto otro, nos nos prepare para hacer lo que hay que hacer.
Consideramos que el autor no tiene en cuenta que la dualidad de poderes, tal como Lenin y Trotsky la entendían, es en primer lugar expresión del enfrentamiento creciente entre las dos clases fundamentales de la sociedad, el proletariado y la burguesía. Y como parte de este enfrentamiento, el ascenso como clase de los y las trabajadoras, en el camino de la conquista del poder político.
No es en ningún caso un contrapoder, en el sentido de que sobrevive en el tiempo al poder al que se opone, sino que solo puede durar un tiempo determinado como parte de un acenso de la lucha de clases, hasta que un poder se impone sobre el otro. Tampoco es parte del poder ya existente (Govern) sino un poder surgido de las formas de autoorganización que conforman las masas en situaciones revolucionarias. Los soviets en el caso ruso.
Noguera sostiene que, “esta es la única estrategia que podemos llevar a cabo en el «mientras tanto» en que nos encontramos. Se podrá acusar de renunciar al objetivo de hacer cumplir, de manera inmediata, el mandato del 1-O”. La dirección oficial de movimiento ya ha renunciado a este objetivo antes de que el mismo referéndum se realizase. En el intercambio epistolar se arrepintió ERC y hasta Jordi Sànchez escribió que el 1-O no fue más que una manera de forzar al Estado a negociar y no un acto fundacional de una república que nadie vio.
El problema es que la CUP, al rechazar una estrategia basada en la independencia política de la burguesía y las tareas de preparación para un momento de “dualidad de poder Leninista” en términos de Noguera, renuncia a cumplir ese mandato en un futuro. Hay una relación en el “mientras tanto” y el “embate”. Sin comprender esto la formación independentista está condenada a repetir los mismos errores, al oportunismo pragmático, a la colaboración de clases bajo la bandera de la liberación nacional, argumentando en cada embate o reflujo del movimiento la falta de condiciones y preparación. El pez que se muerde la cola.
Estamos ante un debate estratégico fundamental, que es la definición del Estado y su relación con la estrategia. Quizás aquí radiquen las raíces teóricas del giro socialdemocratizante de la CUP que la lleva a profundizar la colaboración de clases. El Estado, lejos de ser solo una “forma socialmente reconocida y legítima de unicidad de poder, (…), una construcción social creada a partir de una imputación atributiva de legitimidad que tiene lugar a través de un procedimiento mental de la gente”, son fuerzas y cuerpos de seguridad, cárceles, judicatura, prestos a actuar como toda la fuerza de la coerción, cuando los elementos de consenso no son suficientes.
El Estado es algo más que un fetiche, en especial para Lenin, que lo definía junto a Marx y Engels [7], como una banda de hombres armados y bregaba por su destrucción, en discusión con la socialdemocracia que tergiversaba el pensamiento marxista mientras claudicaba a la causa proletaria entre la sangre y el lodo de las trincheras de la primera guerra mundial.
Para el marxista revolucionario León Trotsky, la estrategia implica “prever la transformación de la política en conflicto armado y prepararse para ese momento como lo hacen las propias clases dominantes”. Muy al contrario, el pensamiento de Foucault es una “negación de la estrategia” y, desde su premisa de la era del “biopoder” en tanto omnipresencia de un control uniforme de un totalitarismo todopoderoso en el que desaparecen los antagonismos de clase, hay un “repliegue en la cuestión del Estado” que no es concebido como un aparato armado especial, garante de la dominación capitalista: es una relación de poder más entre muchas otras. Foucault proclama que “donde hay poder, hay resistencia” y así, la estrategia “queda reducida a cero en un suma de resistencias, sin posibilidad de victoria”. [8]
En un sentido más foucaultiano que marxista, Noguera plantea que, “conseguir desplazar la atribución imputativa de legitimidad de la gente de la legalidad constitucional estatal hacia la legalidad constitucional alternativa”, da como resultado un «Estado aparente». Pero aunque esto dañe la legitimidad del mismo, es innegable, no resuelve el problema del enfrentamiento con el “Estado real”. Algo que solo podrá resolver una estrategia que ligue los actuales combates con la tarea de poner de pie las fuerzas sociales necesarias- la clase trabajadora- aportar al avance su subjetividad, su lucha y su organización y a la construcción de una dirección política preparada a la altura para vencer. Para acabar con los capitalistas y su Estado, para cumplir las demandas democráticas más sentidas y conquistar y organizar el socialismo.
El plano democrático y el social no pueden ir separados: la postal y la carta son una constatación más de ello y de que las demandas democráticas se dirimen en la lucha de clases y no en los acuerdos por arriba o en los parlamentos. Que el Estado no es una cáscara vacía, que tiene un carácter de clase y expresa los intereses de comunes de esta -algo ineludible por más análisis foucaultianos que se hagan- lo muestra el cierre de este largo acto en el que los partidos del processisme cierran filas como representantes de los capitalistas. De ahí el acuerdo entre el gobierno español, la burguesía de la CEOE, la burguesía catalana y hasta la iglesia junto con los partidos del procés para dar un cierre al conflicto y abrir paso a la “recuperación” y los buenos negocios.
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