Retablo es la ópera prima del peruano Álvaro Delgado-Aparicio, estrenada en 2017 en el Festival de Cine de Lima y que se hace ahora conocida entre el público por su estreno en Netflix. Una historia entre lo que uno es y lo que debe ser.
La película se ganó el reconocimiento de la crítica. Desde que se estrenó en 2017 fue presentada en cantidad de festivales internacionales, recogiendo varios galardones. Fue candidata a mejor ópera prima en los premios BAFTA, a mejor película iberoamericana en los premios Goya, y ha sido seleccionada para representar a Perú en la categoría de mejor película internacional en los Óscar.
La película está filmada en quechua y cuenta una historia familiar que trascurre en la región andina de Ayacucho, al sur de Perú. La familia protagonista está compuesta por un artesano de retablos llamado Noé, interpretado por Amiel Cayo que es actor y también artista plástico; su mujer Anatolia, interpretada por la conocida actriz peruana Magaly Solier (Madeinusa, La teta asustada); y por el hijo de estos, Segundo, que es interpretado por Junior Béjar, un joven originario de la región en la que trascurre la historia y que, a pesar de no ser actor profesional, hace un trabajo interpretativo de primer orden. El director recurrió a un joven de la región y no a un actor profesional para este papel en su búsqueda por dotar de naturalidad a la historia, algo que consiguió. El uso de la lengua andina también es un recurso que ayuda a este rotundo resultado.
Noé, el padre de la familia, se dedica a construir retablos que son objetos de arte popular. Los retablos de la región de Ayacucho son particularmente famosos. Se trata de reproducciones en miniatura de escenas religiosas, populares o familiares contenidas en una caja o retablo y que cuentan con una decoración colorida que les otorga un tono muy alegre. Los retablos en Ayacucho son representaciones que están muy integradas en la vida de los ayacuchanos a través de sus ritos populares. En muchas ocasiones son utilizados como retrato grupal representando una escena de las familias. En el caso de los retablos de esta región se trata de una disciplina artística que se trasmite muy celosamente de generación en generación, de padres a hijos. Además, los retablistas son personas muy respetadas como artesanos y trasmisores de esta importante seña cultural. Estos son elementos que adquieren una gran importancia en el desarrollo de la película.
Volviendo a la historia, en algún momento ocurre algo inesperado y que supone un punto sin retorno en la vida de sus protagonistas, algo que destruye la armonía y desencadena un rechazo de la comunidad hacia esta familia antes respetada. Algo que quiebra todo el mundo sobre el que apoya sus pies el joven Segundo.
El conflicto deja sobre la mesa las ideas rígidas y opresivas que existen sobre los roles de género, así como el modo en que se construyen estos socialmente. En este caso, la película nos ubica en una región del sur andino donde estas ideas, roles y patrones son profundamente inflexibles, pero podemos ver reflejados los mecanismos de construcción del género, sobre todo masculino, en las distintas sociedades. El modo natural y nada acartonado de mostrar costumbres y modos de relacionarse que vemos en la película es lo que impacta en el espectador. Poco de ficción, mucho de realidad. Peleas entre amigos, demostración de dureza como ’lo masculino’, deseos expresados imperativamente, aleccionamiento, posesión... Este retrato no idealiza en absoluto las comunidades indígenas, donde la tradición tiene sus claros y sus oscuros, pero tampoco las muestra como una excepción.
Más allá de lo severo y la crudeza de esta comunidad, la película invita a abrir una reflexión sobre cómo se construyen socialmente los roles a través de distintos rituales, hábitos, patrones y modos de actuar y relacionarse; cómo estos oprimen hasta llegar a situaciones extremas; y el frágil vínculo de los individuos con la comunidad y todas las instituciones sociales cuando se exceden los patrones establecidos.
En todo ello juega un papel importante la violencia, una violencia que presiona y condiciona, de la que es imposible huir. La familia de Noé se presenta como antagonista de la violencia, casi como reflejo de la belleza amable de los retablos que el artesano construye, armónicos, luminosos y alegres. Pero la familia queda atrapada en ella y la destruye. La violencia todo lo envuelve, hasta lo más puro.
La brutalidad con la que se imponen los modos de ser a través de lo violento muestra una de las peores caras del sistema en el que vivimos y cómo lo expresan las distintas sociedades. Un sistema que convierte la crueldad, la opresión y la violencia en natural, en vínculos, en espectáculo, en disfrute y diversión. Una violencia que busca el sometimiento y acatamiento. Una idea que atraviesa esta película: la violencia como herramienta para construir a los individuos.
Llegados hasta este punto pareciera que se trata de una historia de violencia, sufrimiento y crueldad, y lo es, pero también, es más. La historia nos muestra un profundo amor, vínculos inquebrantables pero vibrantes, luminosos como los retablos de Noé. El choque entre lo que uno es y lo que debe ser, eso es Retablo.
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