Recientemente se anunció el traspaso de la Policía Federal a la órbita de la Ciudad de Buenos Aires. Esto implica el control de una fuerza de 19.000 efectivos, recursos materiales, 54 comisarías, el Grupo GEOF y el GE 1. ¿Por qué se realiza el traspaso y qué implicancias políticas tiene?
En el aspecto externo y organizativo se trata de un viejo reclamo del macrismo al que el kirchnerismo siempre se negó cuando fue gobierno porque el traspaso de la Federal significaba el traspaso de fondos. Pero más allá de esta cuestión, todo este tipo de creación de nuevas fuerzas policiales o de transformación de las que ya existían, lejos de cumplir los objetivos que sus hacedores anuncian, agrava el problema de la “violencia urbana”, que es como debería llamarse a la inseguridad. Es una vuelta de tuerca a la violencia urbana, mucho más en manos de esta gente que quiere perseguir las protestas, limpiar la calle de trapitos y de vendedores ambulantes. ¿Qué problemas podría acarrear la fusión de la Policía Metropolitana y de la Federal desde el punto de vista de la organización policial?
En el aspecto técnico es algo complicado porque se están uniendo dos fuerzas que tienen escalafones distintos. La Metropolitana tiene un escalafón único y la Federal tiene el personal oficial subalterno. Tienen sueldos distintos, formaciones distintas, jefes y negocios distintos, en consecuencia, la unificación es complicada. El traspaso conlleva la fusión de dos estructuras claramente diferenciadas. La solución de los problemas organizativos y operativos causados por la unión de las dos fuerzas va a causar, afortunadamente, una ocupación parcial e incompleta del espacio público, mejor dicho de la calle para no usar el lenguaje del macrismo. ¿Podríamos definir a la política policial como de ocupación de la calle y persecución social?
En los comienzos de la gestión macrista en la Ciudad de Buenos Aires me recibió el ministro Guillermo Montenegro. La Policía Metropolitana estaba todavía en formación y se negaba que Jorge “El Fino” Palacios era quien estaba diseñando su armado. Según Montenegro, la Metropolitana estaba basada en el modelo de la policía autónoma de Cataluña, los llamados Mossos de Scuadra, que es una fuerza creada para perseguir inmigrantes ilegales. Cuando le repregunto sobre esta definición, Montenegro se encogió de hombros y me dijo: “es lo que la gente pide”. Obviamente que su objetivo es el de ocupar y controlar la calle y con los 6 mil uniformados que tiene la Metropolitana no lo puede hacer. Por eso el macrismo necesitaba contar con los otros 19 mil sin contemplar los problemas organizativos que van a surgir.
Hablabas de negocios distintos, en el gran delito ¿cuáles son los negocios de cada una de las policías?
La Federal recauda con las mismas cajas con las que recauda la policía bonaerense y todas las policías provinciales. Pero el caso de la Policía Metropolitana es una cosa rara, porque más que fuerza policial de un Estado, es la fuerza policial de un partido, es la fuerza policial del PRO; es una milicia profesionalizada, una fuerza de choque. Paradójicamente, debido a su poca inserción territorial, sus negocios también son acotados. Es una fuerza que anda poco por la calle y en la calle es donde está la plata. Al meter a los jefes de la Metropolitana en una estructura de mando común ¿no se está metiendo, por decirlo de alguna manera, la cuchara en el negocio del otro?
No sé si eso agrava o enfría la situación. No nos olvidemos que los jefes de la Metropolitana eran antes jefes de la Policía Federal. Los cuadros de la Metropolitana son la patota del “Fino” Palacios, de Carlos Sablich[1], que fue echado de la PFA por Néstor Kirchner en el año 2004. Toda esa camada viene de la Federal, son cuadros jóvenes formados en la dictadura, lo que no quiere decir que alguno de ellos haya cometidos delitos aberrantes. En ese sentido, al “Fino” Palacios no le pude encontrar nada, aunque no podía ser ajeno a las patotas. En una época el “Fino” Palacios fue un subordinado del comisario Carlos Gallone, que ahora está condenado a perpetua por la masacre de Fátima[2]. Incluso en un momento determinado se habló de una escucha telefónica que la da a conocer “Jaime” Stiusso, que es el enemigo acérrimo de Palacios. En esa conversación Palacios está con Carlos Gallone y llama a un desarmadero de autos para comprar una 4 x 4 robada para ir a pescar[3]. Toda ese gente estuvo con Carlos Gallone y Carlos Lapuyole, alias “el Francés”, también condenado por la Masacre de Fátima. Los cuadros actuales de la Policía Federal, también son cuadros que se formaron con los cuadros de la dictadura en los primeros tiempos de la democracia. Cuando hablás de un comisario general su carrera se remonta a no más de 30 años atrás, son del año 1985 o 1986. Eso no quiere decir que en sus orígenes no se hayan formado de sus jefes o maestros de la Escuela de Policía Ramón Falcón.
Entrevistaron: Facundo Aguirre, Alejandrina Barry y Tomás Máscolo
Ver también: Entrevista a Ricardo Ragendorfer (Parte I)
Notas
[1] El ex comisario Carlos Sablich fue condenado en 2014 junto al ex comisario Carlos Jacinto Gutiérrez a 16 años de cárcel por privación de la libertad y torturas al sargento retirado de esa fuerza, Juan Carlos Bayarri, durante la pesquisa por el secuestro de Mauricio Macri.
[2] El 29 de abril de 2008, el Tribunal Federal número 5 comenzó a juzgar a los responsables por la Masacre de Fátima. Son los policías retirados Juan Carlos Lapuyole –hombre del ex ministro Harguindeguy–, Carlos Gallone y Miguel Angel Timarchi, acusados por el homicidio de veinte hombres y diez mujeres que permanecían secuestrados en la Superintendencia de Seguridad Federal.
[3] Se refiere a la charla telefónica entre el Fino Palacios y Jorge Sagorsky, el hombre que proveía autos robados a la banda que secuestró y asesinó a Axel Blumberg en marzo de 2004. En esa conversación telefónica Palacios se interesaba por el precio de una camioneta mal habida para ir a pescar a Corrientes. El nexo del negocio era el ex comisario Carlos Gallone, actualmente condenado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura.