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Red Internacional
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Crónica. Río Gallegos: un merendero en el fin del continente

El crudo invierno llegó a Río Gallegos y con él también la nieve, el barro y las bajas temperaturas a los barrios más pobres de la ciudad. En uno de esos barrios periféricos, un grupo de mujeres cocinan para que las familias del Barrio Madres a la Lucha puedan alimentarse, mientras la pobreza e indigencia avanzan en la ciudad a pasos agigantados.

Sábado 22 de junio 23:47

En el Merendero Sonrisas Poderosas, ya promediando el mediodía se llena de gente a la espera de las raciones de comida. Tres mujeres del Barrio Madres a La Lucha preparan con cálculos casi perfectos, para que nadie le falte llenar su olla o improvisados recipientes. Ésas mujeres comienzan a las 8 de la mañana a preparar los ingredientes necesarios para el guiso que probarán hijos propios y ajenos. “Son donaciones que conseguimos todos los meses, aunque cada vez nos falta más porque se van sumando familias que no la están pasando bien”, dice una de ellas.

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Aunque la situación económica es cada vez más desesperante para las familias del barrio, Paola, Balvina e Isabel hacen que lo imposible sea posible en la cocina. Trozan los pollos, pican las verduras, vuelcan los envases de tomates triturados en una olla enorme y el vapor invade cada rincón del merendero. “Hay que hacerse de un corazón duro, para escuchar lo que nos dicen los vecinos”, cuenta Paola mientras dirige a sus compañeras cocineras que van y vienen en la cocina. Afuera hay vecinos o vecinas que esperan calladas y con la mirada perdida en algún sitio de la calle u horizonte.

También se acercan los perros esperando obtener algo que sobre del almuerzo. Dos ancianos dicen que la están pasando difícil y cada vez hay más desocupación. “Nadie cuenta lo que nos pasa a nosotros y si no fuera por ellas no comemos”, dice una de las mujeres que tiene una ensaladera de plástico en sus manos para el guiso caliente que alimentará a sus tres hijos.

En marzo del 2024, los datos del Instituto de Estadísticas y Censos arrojaron que el 39, 2 % de la población de Río Gallegos es pobre y un 4,5% es indigente. En números concretos, significa que; 50.927 personas son pobres y 5.830 son indigentes. El pasado 14 de mayo, el gobierno provincial de Claudio Vidal declaró la Emergencia Alimentaria y Administrativa en toda Santa Cruz. De esta manera, deberían acortar los trámites burocráticos para garantizar el abastecimiento de alimentos para los sectores más castigados por el acelerado avance de la crisis económica y social.

En la fila que hay afuera del establecimiento se acumulan personas de distintas edades. Como si el índice de la pobreza en ascenso ya no sólo fueran números o porcentajes y se transforme en rostros que miran el vapor y huelen el olor que sale de la ventana de la cocina, esperan la pronta entrega del almuerzo.

La puerta del merendero se abre lentamente y la gente acerca sus ollas para que le sirvan el guiso de arroz con pollo. Poco antes de que la comida esté terminada se suma Marisa para acompañar con mates a las cocineras. Ella es quién con una mezcla de ternura y firmeza absoluta mantiene el orden en la fila, mientras reparte sin confusión las ollas.

El sol sale sobre los techos de chapa y madera del barrio para aliviar el frio. La calefacción de las precarias casas es a leña y carbón mineral de Río Turbio. El vecindario aún no dispone de gas natural y deben calefaccionarse en cada hogar con improvisadas estufas o braseros. Varias veces hubo incendios de una o más casas e incluso el propio merendero debió reconstruirse, luego de consumirse en llamas que lo redujo a cenizas en el año 2021.

“Cuando se quemó nuestro merendero, decidimos seguir cocinando en la casa de una vecina para que tengan algo para comer los vecinos”, cuenta Paola. Balvina e Isabel van y vienen con palanganas plásticas llenas de arroz hervido que agregan a la salsa con pollo. Toda la cocina se inunda de un vapor que combina calidez y olor a comida.

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Las cocineras aseguran que en el barrio viven 500 familias, de las cuales 150 almuerzan y significan 300 raciones de comida. Dicha cantidad cuesta unos 60 mil pesos aproximadamente. Siempre calculan más de la cuenta, por si alguien llega repentinamente o avisa tarde que quiere comer. Es así que, aparece una vecina cuando ya casi no queda nada de comida y deciden compartir las propias cocineras de sus almuerzos para que no le falte un plato de guiso a la vecina. La solidaridad es lo que se respira entre ellas.

Isabel y Balvina vinieron jóvenes de Bolivia, buscando un futuro mejor. Paola llegó desde La Unión (en la Salta profunda). Todas fueron madres muy jóvenes y sueñan con que sus hijos estudien en la universidad y no sean padres o madres jóvenes como lo fueron ellas. Suelen juntarse con otras familias que tienen el mismo origen y comparten costumbres de su lejano país, para no ser invadidos por el desarraigo.

Ésas mujeres como una parte importante de quienes habitan Madres a La Lucha, alguna vez fueron a buscar comida en el basural de la ciudad. “Llegaban los camiones de La Anónima (una de las principales cadenas de supermercados de la Patagonia), con alimentos vencidos, que nosotros lo llevábamos al barrio y repartíamos entre las familias”, dice Paola y agrega que, ya no ir allí es un logro.

Cuando reparten la última ración de comida, comienza la etapa final. Lavan los cucharones, las ollas, las palanganas, guardan los paquetes de alimentos, cierran las dos garrafas por seguridad y limpian el piso. “Ya con la mirada nos entendemos lo que hay que hacer”, dice Balvina y coordinan los preparativos para dejar la cocina limpia para la merienda que otras dos compañeras organizarán a la tarde. Durante la noche, otras dos mujeres aseguran que esté todo listo para al otro día y el almuerzo se concrete en tiempo y forma.

Varios de los donantes que colaboran con comida para el merendero, prefieren el anonimato. No quieren que públicamente se enteren otros merenderos que indefectiblemente también pedirán ayuda. Se calcula que existen unos once merenderos en los alrededores de Río Gallegos. La indigencia crece y hace estragos en los sectores más precarizados de la juventud.

Para Paola, Balvina e Isabel es otro día más de preparar comida en su barrio. Es asegurar que aún en la adversidad, existen lazos de ayuda entre vecinos que se comunican por WhatsApp. La organización La Poderosa, colabora con el SUM donde funciona el merendero. También allí reciben donaciones de abrigos para el roperito del barrio. En la tarde dictan clases de apoyo escolar varios docentes que ayudan a niños y adultos.

Sus historias casi están ocultas en la ciudad, apenas son números o cifras de una estadística fría como el clima patagónico. Varias de ellas trabajan de empleadas domésticas en las casas de familias pudientes. Sus maridos trabajan de albañiles y algunos quedaron desocupados luego de la paralización de la construcción de las represas Cóndor Cliff y La Barrancosa (la obra más ambiciosa de la provincia). Sus niños juegan en las calles con hielo y nieve despreocupados de todo, acompañados de numerosos perros callejeros.

Poder pasar el invierno duro es el objetivo más urgente, luego sigue conseguir un trabajo, urbanizar el barrio, tener los servicios básicos necesarios y dejar de ser marginados por las autoridades locales y provinciales. Tampoco ser demonizados por falsas acusaciones instaladas de los grandes medios de prensa nacionales, mientras hace unas semanas atrás estallaba el escándalo del Ministerio de Capital Humano, negándose a entregar alimentos a los merenderos de todo el país.

Dicha polémica involucró a la ministra Sandra Pettovello, que es la funcionaria preferida de Javier Milei. Hubo renuncias de importantes funcionarios de dicha cartera y por poco, no fue una crisis más grave que aún no termina. Aún no entregaron todos lo alimentos acumulados y muestran un desprecio absoluto a un sector de la población que está padeciendo un ajuste brutal.

Mientras tanto, el Merendero del SUM Sonrisas Poderosas es un caso más que intenta paliar el hambre de quienes viven allí. Una pelea que no se puede ganar si no es derrotando a la pobreza con la solidaridad de los sindicatos y la comunidad de Río Gallegos, contra los medios de prensa hegemónicos que instalan el odio hacia los sectores más vulnerables de la población.