Venciendo por 2 a 0 a Atlético Nacional de Medellín, River Plate volvió a obtener un título internacional después de 17 años: campeón indiscutido de la Copa Sudamericana. Merecido triunfo de un equipo que buscó más. Mercado y Pezzella en el segundo tiempo, los goles del campeón.
Jueves 11 de diciembre de 2014 01:30
Foto: Télam
Era un partido equilibrado en el primer tiempo, pero se olía, flotaba en el ambiente: River esbozaba mejores argumentos y las gargantas del pueblo riverplatense ya ensayaban el grito de campeón.
River tuvo la primera oportunidad clara a los 9 minutos, cuando de un tiro libre directo, el arquero Armani sacó con los puños y el rebote le quedó a Sánchez, que sacó un bombazo de afuera del área, para el lucimiento nuevamente de Armani que salvaba a los colombianos.
Aunque estaba parejo el trámite, era casi todo del local. A los 27, una combinación entre Rojas y Mora terminó en centro del uruguayo y palomita de Teo, que contuvo el arquero.
Siguió intentando River, con una interesante sociedad entre Mora y Teo Gutiérrez, como a los 30´cuando el colombiano se escapó sólo y, dribleando en el área pudo rematar ante un Armani atento, o a los 31 cuando Rojas dejó a Teófilo de cara al arquero con un pase en diagonal, que el delantero remató débil.
A los 33 minutos, la primera llegada clara de Atlético Nacional: un remate cruzado de Ruiz desde afuera del área, tras sacarse de encima la marca con una gambeta. La buena intervención de Barovero (una de las piezas claves del campeón) evitó la caída de la valla riverplatense.
Sobre el final del primer tiempo, el partido era de ida y vuelta: a los 39´una gran pared entre Ruíz y Cardona, finalizó con un remate del habilidoso número 10 colombiano, que tapó Barovero en el mano a mano. Enseguida, llegó la más clara -a los 44- cuando por un descuido de la defensa verdiblanca, quedó Teo sólo de cara al arco y Armani tapó bárbaro en el mano a mano.
El segundo tiempo era parejo hasta que de un tiro de esquina a los 9 minutos, Mercado ganó la posición y cabeceó libre, haciéndola picar: inatajable para Atmani. Grito de gol, lágrimas de emoción y 1 a 0 para River, casi empezado el complemento.
Cuando muchos técnicos apelan a un manual que dice que en una final hay que conservar la ventaja y defender, el Muñeco escribió otro libreto, el que le gusta a la gente de River: le pidió a sus dirigidos que sigan buscando el partido. Es el sello de Gallardo, el que por momento agarra señal “3 G”, la de ganar, gustar y golear.
Así, a los 13 minutos, un tiro libre de Pisculichi que se le colaba al arquero, volvió a mostrar a un Armani seguro que salvaba de otra caída. De ese tiro de esquina nació el segundo gol. Ejecutó Piscu y Pezzella cabeceó frontal al ángulo izquierdo de Armani. Delirio y 2-0 para River, que ya se vestía de campeón.
Hubo tiempo para alguna que otra más de River, como a los 31, con un tiro libre de Piscu, centro a la olla, que cabecea al córner la defensa verde, complicando a su arquero. Pero todo estaba de más, la historia parecía sellada. River jugaba como campeón sudamericano y dominaba a un Nacional de Medellín desconcertado, sin rumbo.
Quedó tiempo para la emoción cuando a 34 minutos, el Monumental se desmoronaba en una ovación: Teo salía para darle su lugar al “Cavegol”; lo mismo unos minutos después con la salida de Ponzio (un verdadero gladiador) por Kranevitter.
Al hincha veterano del club de Núñez se le empañaban los ojos a esa altura: ¡¡Campeones otra vez!! Y de la emoción miraba al banco y parecía ver a Angelito Labruna, paradito, poniéndose el saco con el escudo de River. La estampa del Muñeco y su manera de plantar al equipo y representar el buen fútbol característico de River, reforzaban la ilusión óptica. De verdad que parecía que Angelito estaba presente.
A River le sobraron argumentos, momentos de buen fútbol y otros de carácter y temple, como en la ida en Medellín o en las semifinales ante Boca Juniors. Por eso todo Sudamérica corea en un sólo grito: Salud, campeones.