River pudo superar algunos altibajos en su rendimiento y así logró coronar la interesante propuesta ofensiva de su director técnico.
Viernes 12 de diciembre de 2014
Hubiese sido injusto que el equipo de Gallardo no conquistara ningún título este semestre. Durante buena parte de la temporada jugó un fútbol de gran nivel. Se vio un River ofensivo, con una gran dinámica y juego asociado. A eso le pudo sumar solidez defensiva, por lo que el funcionamiento del equipo parecía inmejorable.
El cansancio ocasionado por la seguidilla de partidos, sumado a las ausencias de algunos jugadores clave, ya sea por lesiones o convocatorias a selecciones nacionales, hicieron que el nivel futbolístico decayera notablemente. Fue entonces cuando el equipo se apoyó en las apariciones de distintos jugadores de aportes decisivos en momentos cruciales. Desde un arquero que siempre respondió en las jugadas determinantes, hasta delanteros que aceptaron ser los primeros defensores. Pasando también por defensores que además de brindar firmeza en el fondo, marcaron goles definitorios, y una línea de volantes que suplantó el brillo por la entrega.
Párrafo aparte para Pisculichi, el enganche que con su talento y su pegada ayuda a abrir los partidos más trabados.
Sin embargo, lo más valioso de este proceso tiene que ver con que se pudo ver una intención de juego que hace tiempo no se veía. Se percibe con claridad que el mensaje del técnico está asociado a agilizar el juego y buscar constantemente el arco rival, más allá del resultado parcial del partido. Eso ya es algo digno de elogiar.