Robert Capa comenzó siendo un personaje ficticio que poco a poco se convertiría en uno de los pioneros y símbolo del fotoperiodismo, del compromiso y de la pasión de todos aquellos fotógrafos que siguieron sus pasos para dejar testimonio de la memoria colectiva en el celuloide . Armado solo con sus cámaras de pequeño formato “Bob” (como algunos lo llamaban), recorrería los principales escenarios de guerra saltando de una batalla a otra .
Domingo 24 de julio de 2016
El nacimiento de una leyenda
Su verdadero nombre era Endre Frieddmann. Nació un 22 de octubre de 1913 en Budapest, Hungría, curiosamente el mismo día que el gran periodista Jonh Reed nacido en 1887. Desde joven participó activamente en las manifestaciones y protestas contra el régimen húngaro lo que lo llevó a exiliarse en 1931. Viajó entonces a Berlín con grandes expectativas de estudiar periodismo pero su situación económica lo arrastra a abandonar sus estudios y comenzar a trabajar. Su búsqueda lo lleva a comenzar a realizar tareas de laboratorio en la agencia de fotografía "Dephot" . Es así como con tan solo 18 años en 1932 cubrió la conferencia a los estudiantes daneses del gran León Trotsky en Copenhague. Nunca imaginó que este hecho lo iniciaría en el camino que lo llevó a ser uno de los principales fotógrafos del siglo XX.
A causa del nazismo en 1933 se ve obligado a exiliarse nuevamente, esta vez a París, situación que lo llevó a conocer a su gran compañera Gerda Taro (iniciaron entonces una relación sentimental y profesional). Dicen que con ella es con quien dieron vida al personaje de Robert Capa, con la intención de hacerse pasar por los representantes de un fotógrafo norteamericano para que sus fotografías aumenten su valor.
En 1936 con solo 22 años viajaron a España,lugar que marcaría la vida de ambos. Van a retratar los principales acontecimientos que convulsionaron a la península. Allí, es donde junto a otro fotógrafo, David Seymour, dedicaron sus días a la causa revolucionaria. Retrataron los rostros protagonistas de los habitantes y los milicianos en las calles, los niños jugando en las barricadas, el trabajo de los campesinos en las desiertas llanuras de España. Es aquí donde tomó su emblemática fotografía “El miliciano que muere” que recorrió las principales portadas del mundo entero, haciendo conocer internacionalmente la valentía de los milicianos frente a los fascistas.
En 1937 sufrió una tragedia personal que marcó a fuego su vida: la pérdida de su gran compañera Gerda que se encontraba en Brunete. Ella se convirtió en la primera fotoperiodísta de guerra en caer muerta.
Luego en 1939 tomó sus conocidas fotografías de la caída de la república en manos de Francisco Franco.
Sus ojos también fueron testigos de otro acontecimiento que cambió el rumbo de la historia: la Segunda Guerra Mundial. Junto a su cámaras (una "Rolleiflex" a la cintura y una "Contax" de 35 mm) estuvo presente en los principales escenarios europeos, como Italia, Londres y el norte de África. En su “prontuario” encontramos fotografías estremecedoras como las que capturó del desembarco en Normandía, de las cuales solo once sobrevivieron a un accidente de revelado. Lo que se destaca de las “once magníficas” es el gran dramatismo de las fotografías ligeramente desenfocadas dando una impresión de movimiento, de un tiempo que pasa lento entre los rostros en primer plano como la del soldado Juston S. Riley con el agua hasta el cuello, que nos transmiten todo el dramatismo y la tensión del “Día “D“”.
El mismo Robert Capa declaró sobre el desembarco a Normandía: "Simplemente me incorporé y corrí en dirección a la barcaza, me metí en el mar entre dos cadáveres , el agua me llegaba al cuello. la revuelta marea me golpeaba el cuerpo y las olas me abofeteaban la cara por debajo del casco, sostuve la cámara por encima de mí y de repente caí en la cuenta de que estaba huyendo".
Luego, en 1947 se radicó en Estados Unidos donde fundó junto a Henri Cartier–Bresson, Rodger, Vandiver y David Seymour, la agencia fotográfica cooperativa “Magnun photos” que se transformó en una referencia en el mundo periodístico.
Una de sus citas expresa su valentía y su afán por registrar en el celuloide la historia, al punto de llegar a arriesgar su vida: “Todas las ventanas me miraban a los ojos y yo intentaba agazaparme aún más tras mi arbusto. Tenía la espalda helada y la maravillosa vista me parecía odiosa... Allí, tirado como una colilla sobre un suelo gélido, entre dos líneas de fuego, sólo tenía dos alternativas: pasar miedo boca arriba o pasar miedo boca abajo".
Finalmente este fotógrafo que vivió con intensidad y compromiso, encontró su propia muerte al pisar una mina en Indochina en 1954 mientras acompañaba a un destacamento francés, tal vez preso de su propia frase “si no has sacado buenas fotografías es porque no te has acercado demasiado” .
El miliciano que muere, una instantánea de la muerte
Sin lugar a dudas la guerra civil española ha generado una gran fascinación entre escritores, fotógrafos, artistas y poetas, quienes por aquella época dejaron plasmados en sus obras los sueños de la resistencia del pueblo español frente al avance del fascismo en Europa.
Una de las imágenes que han generado más controversias, diferentes hipótesis, y que ha sido objeto de análisis en el mundo del fotoperiodismo, fue la famosa fotografía del miliciano abatido por las balas franquistas. Lo que no se puede negar de aquella captura es su valor histórico indiscutible , y que se transformó, al igual que el Guernica de Picasso en uno de los símbolos más representativos de la guerra civil española.
La controvertida imagen fue tomada por Capa el 5 de septiembre de 1936, en el cerro Muriano, Córdoba, donde muchos jóvenes milicianos perdieron la vida. Se cree que el joven abatido que aparece en la imagen sería Federico Borrell García, miliciano miembro de la CNT (Confederación nacional del Trabajo). Este fotógrafo (mejor que ningún otro), es capaz de retratar con cercanía y sensibilidad el momento en que la bala atraviesa a este joven. El miliciano cierra los ojos , y suelta el fusil que apunta hacia el cielo, su cuerpo simbólicamente parece estar crucificado. Podemos observar como elemento expresivo, el rostro del joven miliciano fundido con las nubes y praderas de España, todo parecería indicar que Capa quiso representar dramáticamente al individuo sin identidad, anónimo o al individuo colectivo en el medio de la guerra.
En el año 1995, el mundo volvió a escuchar su nombre, al hallarse su famosa “Maleta Mexicana”, oculta por 70 años. Dicho material estuvo en manos de Capa hasta el año 1939 cuando de París huye a Estados Unidos ante el temor de ser capturado por los nazis. Dicen que el fotógrafo lo dejó en manos de Csiki Weisz, emigrante Húngaro judío, que al igual que él decide escapar. La suerte de dicha maleta terminaría en manos de Francisco Javier Aguilar González, un diplomático mexicano durante el gobierno de Vichy , Francia en 1941-1942 .
La maleta contenía 4.000 imágenes extraviadas de Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour sobre la guerra de España. También se hallaron cuadernos con bocetos y anotaciones , y los negativos de los cuales solo encontraríamos un faltante: el de “El miliciano que muere”, su paradero continúa siendo hasta el día de hoy, una incógnita.