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Aniversario. Roberto Arlt, cronista del primer golpe de Estado en la Argentina de 1930

Se cumplen 90 años del primer golpe de Estado en Argentina. El 6 de septiembre de 1930, se inauguraba la “Década infame”. Aquí repasamos esas jornadas a través de la pluma de Roberto Arlt.

Daniel Lencina

Daniel Lencina @dani.lenci

Lunes 7 de septiembre de 2020 12:16

Fotomontaje: Ana Laura Caruso

Roberto Arlt, el autor de varias novelas y cuentos como El juguete rabioso, Los siete locos, Los Lanzallamas y El amor brujo entre otros, también dedicaba sus horas de trabajo a ser cronista del diario El Mundo, donde aparecieron sus Aguafuertes. Y al cumplirse 90 años del primer golpe de Estado en la Argentina, repasamos sus comentarios en calidad de testigo presencial de los hechos de la “Revolución” que se inicio el 6 de septiembre de 1930.

El golpe de Estado que consagró al General José Félix Uriburu como presidente luego de haber derrocado a Hipólito Yrigoyen inauguró en el país la llamada “Década infame”.

“Infame” no solo por los tratados y la sumisión al imperialismo británico que impulsaba la oligarquía, los milicos y la burguesía argentina. Los años 30 serían verdaderamente “infames” sobre todo para la clase obrera y el pueblo pobre. La represión política, la cárcel y la tortura, el andar de las bandas paraestatales con olor a fascismo por las calles de Buenos Aires serán moneda corriente.

Dato de color: Juan Domingo Perón participó activamente del golpe. Si. Y también participó del segundo golpe de Estado en 1943. Pero solo es un “dato de color”.

Ahora si. Pasemos a comentar las crónicas que forman parte del volumen Aguafuertes porteñas: cultura y política (Ed. Losada).

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“¡Donde quemaban las papas!”

El sábado 6 de septiembre de 1930 tuvo dos momentos candentes. A la mañana hay un primer tiroteo en la cercanía del diario La Epoca y a la tarde en las inmediaciones del Congreso Nacional. Todo lo demás fue algo así como “un paseo” nos dice Artl, un paseo que hasta parecía carnaval, donde faltaban las caretas y serpentinas.

El 7 de septiembre aparece su primera crónica y lleva por titulo “¡Donde quemaban las papas!”, Roberto esta ubicado exactamente en el molino frente al Congreso, en la esquina de Rivadavia y Callao y dice: “si el tiroteo hubiera durado unos minutos no hubiera visto nada porque tenía un susto bárbaro, pero como se prolongaba, levanté cautelosamente la cabeza y vi esas nubecitas de polvo que arrancan de los muros los proyectiles. Pero antes de esto… antes de esto, casi todos creímos que los proyectiles llovían en torno de nuestras piernas porque confundimos los trozos de cornisa que caían del Congreso con el rebote de las balas. Y entonces pensé que se podía salvar el pellejo. Me acordé de los santos, de la Virgen y me prometí cuidarme bien de volver a meterme en otra aventura, y luego empecé a comparar la diferencia que hay entre el sonido de las pistolas automáticas y el tla tla tla de las ametralladoras que hace así: Tla tla tla, mientras que los máusers dan estampidos broncos y las pistolas automáticas un ‘chas’ seco”.

Todo lo que sigue es confusión: “de la confitería de la ópera salen corriendo personas y militares. Entran corriendo ¿Se rinden? ¿Atacan? No se sabe”.

El festejo golpista y el estado de sitio

No es joda, hubo gente –y mucha– que festejaba el golpe de Estado como si fuera que preanunciaba un cambio de era, donde “la gente” viviría mas feliz. Pero entre “la gente” hay clases sociales, y claramente los ganadores encontraba a milicos, oligarcas, burgueses y fachos del mismo lado.

Cuenta Roberto que en el tiroteo, las damas y la “gente de bien” de Buenos Aires salían a los balcones a tirar flores a los soldados. Si. Flores y bombones caían sobre ellos como caerían represalias sobre militantes anarquistas, comunistas, socialistas y hasta los primeros trotskistas de la Argentina. Ante el panorama Arlt sentencia “somos o constituimos el pueblo mas balconeador del planeta”.

Y la misma escena se repite en la Buenos Aires que supo ser escenario de la Semana Trágica de 1919. Pero ahora, los sectores sociales que dan apoyo a los milicos ganan y copan la parada.

En un bar polemiza con un comensal, por lo que relata hay varios que dicen que hay que “fusilar”. Roberto sale al cruce y dice: “Vea amigo […] usted habla mal de los bolcheviques porque mandan a fusilar a sus adversarios; pero usted se comporta del mismo modo que ellos al pretender arreglar todo con fusilamientos”. Y hablando de fusilamientos, dedica unas pocas líneas a la Unión Cívica Radical, que no hace nada frente al golpe: “los radicales demostraron una ceguedad absurda; mejor dicho incomprensible. En vez de alarmarse frente a las noticias que traían los informantes, se indignaban y decían que había que fusilarlos a los que tales rumores sembraban”.

Mientras tanto en la redacción del diario escribe a lo loco, y su artículo ve la luz el 9 de septiembre de 1930. Leemos: “Escribo nerviosamente, tratando de acaparar impresiones que se piantan fugitivas entre los campanilleos telefónicos que baten rumores. Todo el mundo está en su puesto. Se esperan noticias oficiales que no llegan. Los rumores llueven cada dos minutos. Las tropas se sublevan, no se sublevan… No se sabe ni medio. No se sabe. El teléfono que llama y los redactores con jeta de misterio, le chimentan a uno, a las doce de la noche que el estado de sitio ha sido declarado. Luego otro llamado. Han encanado a un fotógrafo. A dos fotógrafos. Nuevamente la campanilla. Todas las cabezas se levantan. Hay noticias espeluznantes. ¡La revolución está sofocada! ¡sofocariola!...”

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Justificando el sueldo, pero con censura…

Roberto tiene una frase que es “tirarse a muerto” y que aparece en varias ocasiones de sus Aguafuertes para señalar con esa expresión el hecho de no hacer nada, o mejor dicho dedicarse a la vagancia ¿al ocio productivo diría Marx? No lo sabemos. Pero justamente por eso dice que en plena “Revolución” los únicos que no se “tiraron a muerto” fueron, entre otros pocos, los periodistas. Aquí leemos como justifica el sueldo ante sus lectores: “En los diarios se trabaja poco. Siempre hay dos o tres que hacen de todo, mientras que el resto se tira, disimuladamente, a muerto, o hace que trabaja. Eso sin excepción, en todos los diarios. Bueno: en estos días de revolución ocurrieron fenómenos extraordinarios. Trabajaron hasta los vagos. Hasta los enfermos. Gente que hacía mucho tiempo habían desaparecido de la circulación y no se sabía si habían reventado o qué era de ellos, hicieron acto de presencia y vinieron ‘por si se ofrecía algo’. Y lo que se ofrecía eran balazos en las ruas” esto sentenciaba el 11 de septiembre.

Pero el 13, nada mas que una semana después del inicio del golpe, aparece la censura. Si. Cuenta que a partir de ese momento el jefe le tacha más del 75% de sus notas o directamente las tira a la basura. Y, como es costumbre sin botonear a nadie transcribe una pregunta que alude a su opinión sobre el golpe de Estado: “¿Está usted loco socio? ¿No se da cuenta que lo que usted pretende es la clausura del bodegón donde paramos nosotros la olla?”. Así dedica a hablar generalidades adelantando a los lectores que a partir de ahora va a escribir sobre la primavera, el sol y los pajaritos.

En tono burlesco e irónico Arlt dispara: “Vuelan las mariposas de pintados colores… ¿no atentará contra el estado esta frase? Vuelan… los aeroplanos también vuelan ¿no podrá parecerle al director una frase de doble sentido esta: vuelan los pajaritos…? No ¿qué pajaritos? Las mariposas de pintados colores… pintados colores… pintados… pintados quiere decir pintados… este párrafo está bien… y los pajaritos hacen pío pío… ¿No confundirá la censura a los pajaritos que hacen pío pío con los soldados del escuadrón? ¡Horror! Escribí la palabra censura ¿quién dijo censura? ¿Dónde hay censura? Pero no. A ver. Como la va haber si se puede escribir: -Y vuelan las mariposas de pintados colores”.

Así termina la serie de Aguafuertes cubriendo el golpe de Estado, en primera persona; sin filtro, sin censura. Mas tarde inventará personajes de ficción para “hacerlos hablar” y sobre todo opinar sobre la situación política sin arriesgar su puesto laboral ni provocar la clausura del diario. Sus opiniones no se limitaron solo a las Aguafuertes sino que también colaboraba para la prensa de izquierda, anarquista, socialista y comunista de la época.

“Cronistas del futuro”

El 6 de septiembre de 1930 la joven república burguesa daba inicio a la era de los golpes militares. Uno peor que el anterior, así hasta llegar a la calamidad del último entre 1976 y 1983.

Un año después del inicio de la primera dictadura Roberto Arlt fue testigo presencial del fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni en una comisaría de la Capital Federal. Y también tiene que referirse al hecho bajo la censura.

Sin dudas las crónicas conservan un valor único, no solo por la fuente histórica de un testigo presencial del golpe de Estado, sino porque en su relato se deja ver ese humor negro, esa acidez como la de un caramelo “Fish”, esa espuma rabiosa de ironía en tono de burla a los golpistas, balconeadotes y orejeadores de la “Revolución”.

En un momento escribió una frase al pasar, notable, que hoy a 90 años, parecen un mensaje que a través del tiempo mantiene su vigencia: “Escalonemos detalles del día, que serán interesantes para los cronistas del futuro”. Grande Roberto, “los detalles” hoy son nuestra fuente, no sólo para reconstruir la historia sino también tomar partido.


Daniel Lencina

Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.

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