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Música. Roger Waters en Argentina y un claro mensaje: alto al genocidio

Cerca de las 21.20hs comenzó este martes 21 de noviembre en el Monumental el primero de los dos conciertos del fundador de Pink Floyd cuya gira mundial es denominada: “This is not a drill” (“Esto no es un simulacro”).

Daniel Lencina

Daniel Lencina @dani.lenci

Miércoles 22 de noviembre de 2023

"Stop the genocide" en el escenario de Roger Waters en River

La fina llovizna acariciaba a Buenos Aires y la danza aérea de los aviones que aterrizaban en el Jorge Newbery pasaban por el cielo gris plomizo casi pidiendo permiso. Una vez más, el estadio de River Plate fue testigo de uno de los conciertos más emblemáticos, politizados y estremecedores de todos los tiempos: Roger Waters sacudió un Monumental cargado de expectativas, emociones y también, hay que decirlo, de amenazas. En la previa, la DAIA hizo de las suyas y amenazó con censurar al ex fundador de Pink Floyd por supuestos dichos “antisemitas”. Dichos que no solo nunca existieron, sino que fueron deformados a propósito por quienes no quieren que se denuncie la masacre que sufre el pueblo palestino en Gaza, a manos de Israel.

Vestido de médico, así apareció Roger en escena. Daba una sensación de puro cinismo, como los que tratan de reanimar a Pink, el personaje principal de la obra “The Wall”, para traerlo de vuelta al mundo porque “el show debe continuar”. La pieza fue una versión muy distinta a la que estamos acostumbrados: cuando todos esperamos el solo épico de David Gilmour, el violero que lo acompañó en su carrera junto a Pink Floyd, ese solo llega pero bajo otra forma y por cierto muy hermosa.

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El set list estuvo repartido entre viejas canciones de la legendaria banda británica y sus canciones como solista, lo que hizo que el show fuese dinámico. También hubo momentos –como era de esperar-, dedicados a su viejo amigo y co-fundador de Pink Floyd: Syd Barret. Sobre la leyenda, Roger propone un viaje en el tiempo y nos cuenta cómo fue que empezó todo. Dos pibes en un pub, viendo un artista pop que compartía cartel con los Rolling Stones en Londres, a mediados de los años 60 del siglo pasado. Luego, la promesa común: “tendremos una banda”. Y pasar repentinamente de tenerlo “todo planeado” y llevarlo a cabo; a ver un rostro que se fue oscureciendo, hasta abandonarnos para siempre. Y, según el autor de “Wish you were here”, que era la canción que sonaba mientras las pantallas te cuentan “esa” historia pasa lo que no deseamos que pase. Una persona de repente ya no está más entre nosotros y es ahí cuando nos damos cuenta que cuando alguien que realmente queremos ya no está más, te das cuenta que realmente: “Esto no es un simulacro” (“This is nota a drill”). Y mientras eso sucede el clima, en un estadio colmado de expectativas, te redirecciona a la segunda parte de “Shine on you crazy diamond”, también dedicada a su entrañable amigo: Syd Barret.

En esa primera parte del show y con esa historia de fondo, Waters hizo un recorrido por distintos discos de la época, tocando clásicos como Sheep del disco Animals o Have a Cigar, de Wish you were here.

“Pigs”

En alusión la cancelación de los hoteles Faena y Alvear, por su lobby sionista (léase pro genocidio en Gaza) el bajista fue contundente: "Vine muchas veces a Buenos Aires y siempre traje música. No sé si saben que los hoteles de Buenos Aires no me quieren hospedar porque lucho por los derechos humanos. Eso es algo que me enseñó mi madre y nunca olvido. Y hay que decirle a los poderes de turno que respeten los derechos humanos. Y se deberían respetar del río Jordan al Mediterráneo". Mientras, una tormenta de aplausos ganaba el estadio. Las cosas son así de explícitas. De hecho el bajista advierte de entrada al espectador de lo que va suceder allí esa noche: “Si eres de los que dice ‘Me encanta Pink Floyd pero no soporto la política de Roger’, harías bien en irte a la mierda e ir al bar en este momento”. De eso se trata este concierto e incluso algún que otro fan llevó banderas palestinas para hacerlas flamear en las tribunas.

Y de hecho, el show no podría haber tenido más referencias políticas. En The powers that be, las cuatro pantallas denunciaban casos de asesinatos por la policía en muchos lugares del mundo, incluido Lucas González, asesinado por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires y Marielle Franco, asesinada en Brasil por sicarios, crimen del que hay sospechosos en la familia Bolsonaro.

Antes de tocar Two suns in a sunset, tema del último disco de Pink Floyd, The Final Cut, que salió en los ’80s, Waters exigió el desarme nuclear guerrerista de las grandes potencias y y contó que estuvo muy influenciado por el tema Malvinas para escribirlo. Incluso habló de Margaret Thatcher como una "criminal de guerra".

En The bravery of being out of range denuncia a varios presidentes de Estados Unidos por sus políticas imperialistas y guerreristas, entre ellos Ronald Reagan y Donald Trump.

Denunció a la Corte Suprema de los Estados Unidos por sus avances contra el derecho al aborto en aquel país, y exigió derechos reproductivos y para las personas trans, entre otros.

A la salida del Show, el sionismo tenía preparada una provocación más, con carteles pro genocidio pegados en los alrededores del estadio y leyendas de "Nazi" escrachando la cara del artista en las publicidades que convocaban al recital. Tarde: el veredicto de la noche ya lo habían dado las miles de personas que acompañaron a Waters en cada una de sus denuncias.

Esas mismas que, en el intervalo, cantaron: "Hay que saltar, el que no salta es militar", "El que no salta votó a Milei" y, finalmente, "Nunca más". La temática de los Derechos Humanos se respiraba en el aire, y ya había tenido su primera aparición durante el breve teloneo de Eruca Sativa, que un rato antes del histórico Pink Floyd ayudó a calentar motores con algunas canciones de su discografía, un cover de Cinco siglos igual de León Giego y la presentación de un nuevo tema de próximo lanzamiento. Durante su primer tema, "Para que sigamos siendo", Lula Bertoldi, cantante y guitarrista de la banda, aprovechó para reivindicar "Memoria, Verdad y Justicia", y recordar que fueron 30.000. Así, la banda oriunda de Córdoba se llevó la primera ovación de la noche.

Con 80 años recientemente cumplidos, es una experiencia única ver al creador de Pink Floyd, sea con un chaleco de fuerza, con una remera que dice "Run like hell", en silla de ruedas, tocando la Stratocaster, el bajo y el piano. Dejando todo en el escenario, denunciando infinidad de masacres sufridas en la historia y en la actualidad por los y las oprimidas del mundo. Flameando hasta la Wiphala que, incluso en estas tierras, sigue siendo transgresor, como lo es Roger, a través de todos los tiempos.

Promediando el show, Waters dedicó el último tema a tres personas: Bob Dylan, a quien dijo que "le robó" la frase "Sad eyed woman", a su esposa Camila y a John, su hermano mayor que murió el año pasado.

El final es de lo que no queremos hablar, pero todo concluye. Y como cierra el disco The Wall, con un mensaje esperanzador, de paz después de la lucha contra todo tipo de opresiones, es como se retiran lentamente cada uno de los músicos, mientras el público se rompe las manos para aplaudir, de pie, en lo que ya pasó a la historia grande de la música y que lleva el nombre de Roger Waters como uno de sus grandes estandartes, de martillos cruzados, de cerdos volando y homenajeando a George Orwell, de un mensaje claro en esa reivindicación a “Rebelión en la granja”: “RESIST”. Si. Resistir a las hostilidades del capitalismo.


Daniel Lencina

Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.

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