Sobre la nueva película Rogue One: a Star Wars story, de la famosa saga, dirigida por Gareth Edwards.
Miércoles 28 de diciembre de 2016
“Tenemos esperanza. Las rebeliones se basan en la esperanza”. Jyn Erso
“Hay un secreto acuerdo entre las generaciones pasadas y la nuestra. Hemos sido esperados en la tierra. A nosotros, como a las generaciones que nos precedieron, nos ha sido dada una débil fuerza mesiánica sobre la cual el pasado tiene un derecho”. Fragmento de la Tesis II Sobre la Historia. Walter Benjamin
Las rebeliones no se basan en la esperanza. Ni se construyen sobre ella. Muy a pesar de que la película y sus personajes nos quieran (y se quieran) convencer de lo contrario. Pero por suerte Rogue One no es una película que se trate solo de la esperanza.
Rogue One se estrenó en cines hace unas semanas y logro expandir aún más el ya gigantesco universo de Star Wars. Su éxito se basó en parte en no explotar el recurso de los Jedi. Sin embargo, el lugar de la fuerza no queda relegado por tratarse de personajes sin sensibilidad ante ella. De hecho, los personajes del spin off son guiados por una fuerza, algo distinta a la que pensamos. Pero no, no es la fuerza de la esperanza. Podríamos decir que hay dos fuerzas que podrían influir en el accionar de los personajes. Una mira al futuro, la otra al pasado. La primera, la mirada del futuro, sería la esperanza. La segunda, la mirada del pasado, sería el revanchismo. Y acá es donde notamos el toque Disney. Porque la mirada hacia el futuro está cargada de un optimismo que no cuadra con el escenario belicoso y trágico de la historia. Y se nota.
Los personajes no dan los siguientes pasos viendo hacia un horizonte guía, incluso a veces ni siquiera hay un horizonte al cual ver y son totalmente conscientes de ello. Es el pasado lo que los mueve, en cada escena donde los personajes se debaten por dar o no el siguiente paso hay toda una historia personal que los asalta y los empuja. Pasa con Jyn que se mueve por redención y venganza, no solo por su padre sino también por ella, con Saw Gerrera que actúa por la ira que le suscita la idea de que el Imperio logre izar su bandera déspota en cada lugar de la galaxia, con Baze y Chirrut a los cuales el Imperio les quitó todo, con Bhodi que intenta hacer por primera vez lo correcto, también con Cassian y los demás rebeldes que entienden que si la causa se pierde entonces todas las atrocidades que cometieron en su nombre fueron inútiles.
Por eso la esperanza puede desempeñar un papel, pero es pequeño en comparación al lugar que se le da en los diálogos y el peso significativo que tiene el pasado colectivo que conecta a todos esos personajes tan dispares y los junta en una misión en donde se juegan las pocas cartas que tienen. Porque no es la esperanza la que gana rebeliones sino la fuerza de choque en la contienda. No se ha ganado revoluciones con esperanza, se las ha ganado cuando la fuerza material y simbólica estuvo del lado de los revolucionarios.
¿Pero por que tanto hincapié en la esperanza? Es una película de Disney, con claroscuros o no lo sigue siendo. En el futuro no hay combustible posible para la acción porque allí no hay nada. No existe, no es tangible. No se puede convencer a nadie prometiéndole utopías porque no existen garantías de que se realicen solo por obra y gracia de una militancia presente. Pero es ese mismo argumento el que puede convencer para la acción sí, y solo sí, se lo desarrolla desde una mirada del pasado. No hay garantías, nunca las hubo, jamás las habrá. Pero no fueron las garantías el principal motor de la Historia. No fueron las garantías las que lograron revoluciones.
En Rogue One los personajes actúan guiados por un pasado de dolor y miseria que busca un ajuste de cuentas. Si, la esperanza por el futuro se ve linda y comercializable, vende bien, pero no nos engañemos, no olvidemos, lo que realmente nos mueve, lo que nos empuja hacia arriba es nuestro pasado. Porque ese pasado es una catástrofe única, una montaña de muertos y escombros de sociedades, y en el caso de Star Wars, de planetas enteros que deben ser rescatados del enemigo, porque ni siquiera el pasado está a salvo. Y, como bien decía el buen Benjamin, este enemigo no ha dejado de vencer.