Ante la infantilización de los pacientes de la salud mental, ¿por qué es importante que dejemos de anularnos? Comencemos a hablar de política para imaginar un mundo mejor, a nuestra medida.
Sábado 24 de agosto
Durante mucho tiempo se nos ha infantilizado, se nos ha tratado de inmaduros, manipuladores, violentos y locos. Se han desestimado nuestras necesidades hasta tal punto que hay pocas organizaciones de pacientes. Si bien la existencia de fundaciones, no es dañina, al contrario, hoy en día son las que ofrecen talleres y espacios de formación acerca de salud mental, es necesario un espacio para discutir problemas y perspectivas más allá de la divulgación.
En Chile, son contadas con los dedos de las manos, y están en clave de ONG´s, (Fundación Salud Mental, SOCHITAB) que ayudan a pacientes, tutores y familias a lidiar con los pormenores de vivir con una persona diagnosticada en la familia ¿Pero ¿quién habla con nosotres?
Quien habla con nosotres de como es entrar por primera vez al COSAM, de como es bañarse con agua helada en el octavo piso de psiquiatría del hospital regional de Antofagasta, de que se pierdan los medicamentos, de lo difícil que es conseguir y mantener trabajo, de tener que explicarle a tu jefa de carrera que te descompensaste, de explicarles a tus amigues como son tus episodios, de lo que es combatir el deseo inevitable de encerrarte porque parece que no puedes cumplir con tareas mínimas como todes los demás, de quedarte atrás o morir.
¿Quién habla con nosotros del camino que hay que seguir para solucionar las falencias estructurales que tiene el capitalismo para responder a los problemas de salud mental?
Quizás hay un lugar.
En los últimos años, a nivel internacional hemos visto como han aumentado la cantidad de publicaciones acerca de divulgación sobre salud mental, echa por pacientes, psicólogos, estudiantes y activistas de la salud mental, que rescatan técnicas de autocuidado, técnicas de regulación emocional, reconocimiento de síntomas para el trastorno de la personalidad límite, TDH, TDA, bipolaridad, Tourette, depresión, burnout, entre otros diagnósticos, en un marco en el que se ha hecho bastante común compartir la vida en las plataformas como Instagram y Facebook.
Algunos podrán decir que es un fenómeno, negativo, porque ha llevado a la desinformación, al autodiagnóstico y a la estigmatización de trastornos; sin embargo, un aspecto positivo es que desde hace unos años los pacientes están hablando de sus experiencias fuera de las cuatro paredes, lo que ha visibilizado las afrentas que hay respecto a la salud mental, las brechas que existen entre los países en sus respectivos sistemas de salud, además de poner en común, preocupaciones de la juventud, como el miedo al futuro, los problemas habitacionales, el desempleo y en general la frustración de vivir en este sistema.
Pero las redes sociales son una especie de ventrílocuo para nosotres, escuchamos distintas voces, a diario, a cada minuto, pero la nuestra es una más dentro del murmullo, aun así, parece que respecto al problema de la salud mental seguimos hablando solos. Necesitamos una salida colectiva y una visión anticapitalista de la salud mental.
Una visión anticapitalista de la salud mental
Existe una infinidad de factores que involucran la salud mental; existen enfermedades que involucran el sistema autoinmune, como el lupus psiquiátrico, cuyo descubrimiento es relativamente reciente, otras que tienen causas desconocidas y gatillantes ambientales, pero que se sabe que hay un componente genético como la esquizofrenia y la bipolaridad, otras, que además responden a una estructura del cerebro, TDHA, TDA, mientras que están las que tratan acerca de la estructura de la personalidad, TLP (borderline), Narcisista, Histriónico, etc.
Sin embargo, para todas ellas, el factor medioambiental sigue siendo importante, y el medioambiente en el que están, es el capitalismo, un lugar donde no pueden ser tratadas correctamente, donde sus pacientes están en lugares precarios, donde hay altos niveles de contaminación, violencia y donde después de salir de hospitales pobres, se van a sus casas igual o más pobres, a excepción, claro de un puñado de privilegiados. Sin mencionar que muchos de los problemas de salud mental son ocasionados también por situaciones traumáticas acunadas, en las relaciones de opresión de género, tejidas en este sistema, que no ofrece reparación ni protección para las víctimas.
Por otra parte, el sistema capitalista nos obliga a ponernos por entero a disposición de la producción, se lleva nuestro tiempo y no bastándole con esto, pretende cercenar nuestra sensibilidad ¿Por qué digo esto? Los únicos momentos en los que tenemos permito sentir, es cuando está a disposición del mercado y la producción, pero por el deseo al descanso, el derecho a enfermarnos, a tener cólicos menstruales, a divertirnos, a celebrar, a estar tristes, a llorar la muerte de nuestros seres queridos, de nuestras mascotas ha implicado luchar, y ahora regatear para conseguir que se respeten esos derechos.
Quizás abran algunos que dirán que nuestra generación tiene más derecho a expresarse que muchas otras generaciones anteriores, y es verdad, pero no sin consecuencia, podemos hablar todo lo que queramos, pero somos la generación con los trabajos más flexibles donde las contratistas nos despiden cuando quieren, somos la generación que almuerza con media hora de colación para supuestamente pasar la otra media hora en la casa, somos la generación de los minidepartamentos, que nunca se va de la casa de sus papás, que nunca va a tener casa, porque gran parte de nuestros derechos son una formalidad, pues están mercantilizados y no vemos como cumplir nuestros sueños.
Sentir todo más y querer todo más
Una persona con borderline, tiene un dolor psicológico comparable al de una quemadura de grado tres, según el estudio Luces y sombras del trastorno Borderline de la personalidad, toda la cotidianeidad pasa por este lente violáceo. Los pacientes de salud mental y en general quienes enfrentan la depresión, ansiedad e intentan navegar la vida cotidiana con o sin tratamiento, más que nadie, debemos poner la mira en un mundo distinto. Se nos ha dicho por mucho tiempo que no sabemos lo que necesitamos, que no podemos tomar los asuntos en nuestras manos, porque nuestras mentes son débiles e inconstantes, cuando la realidad es que trabajan a un ritmo distinto al convencional y tienen intereses distintos al resto.
Debemos luchar junto a los trabajadores de distintos sectores, no solo por mejoras al sistema de salud, sino por demandas que hagan sostenible el cuidado del tratamiento, por ejemplo. La jornada laboral es algo primordial para todes nosotres.
Según datos de la SOCHITAB, el 65% de los bipolares en chile ve afectado su ingreso al trabajo, uno de los motivos es la falta de flexibilidad horaria. El problema que salta a la vista aquí, es que estamos hablando de personas que utilizan antidepresivos, estabilizadores del animo y del sueño, que ingeridos en las noches tienen alrededor de ocho horas de acción, por lo que probablemente encuentren difícil ajustarse a los horarios, lo que se condice con la tasa mundial de desempleo, que es de un 60%.
Si la jornada de trabajo fuera de seis horas, cinco días a la semana, repartida entre desempleados y ocupados, con un sueldo acorde a la canasta familiar, se aseguraría gran parte del tratamiento para muches de nosotres. Se podría efectivamente estudiar y trabajar sin sacrificar la salud.
Pero para dar estas batallas, debemos dejar los prejuicios que se nos han impuesto, tanto por parte de esa psiquiatría y esa psicología retrógrada, que nos quieren lejos de la política, no reconocen a la diversidad sexual, que pretenden encasillarnos en un diagnóstico rígido. Debemos también combatir la discriminación en los trabajos y lugares de estudio, explicando, pacientemente, de que se tratan los diagnósticos y que no estamos confinados a ellos.
Sin embargo, esto, no va a ser posible, si no combatimos contra nosotros mismos, contra la idea de que nuestra palabra y experiencia no importa, contra la idea de que esta vida no vale la pena vivirla, porque con todo, si lo vale, la lucha a contracorriente abre oportunidades, nuevas formas de sortear desafíos que antes parecían imposibles. Pongamos nuestra ambición en derribar este sistema que nos oprime y ahoga, para construir una sociedad donde nuestras capacidades y sensibilidades no sean aplastadas por la maquinaria desaforada del capital.