La población bonaerense sufre la fragmentación y el desfinanciamiento del sistema público de salud. ¿Qué se puede esperar en el terreno de la salud pública si gana el “modelo” de Scioli?
Martes 4 de agosto de 2015
Luego de la crisis del 2001 en la Provincia de Buenos Aires creció la proporción de pacientes que tienen como única cobertura al sector público. La “novedosa” propuesta que trae el candidato del kirchnerismo son las UPA (Unidades de Pronta Atención) La lógica de estos centros de atención es básicamente la descentralización que obliga a los hospitales con demanda creciente, a derivar a los pacientes a los Centro de Atención Primaria (CAPS) concomitante al traspaso de la responsabilidad de Nación -que brilla por su ausencia- a los Municipios y sin aumento del presupuesto.
En los últimos años, el porcentaje del presupuesto destinado a salud se ha mantenido alrededor del 6.7 %. Si en 1990 se destinaba cerca del 10% del presupuesto al sector salud y en el año 2000 un 8.6 %, el punto de quiebre más drástico se produjo con el presupuesto del año 2002, donde se aplicó un ajuste de cerca del 40 % del gasto en salud en términos reales. Este recorte todavía no se ha revertido.
Lo único que ha crecido y multiplicado la gestión sciolista son las causas de las enfermedades y padecimientos. Desde los `90 hasta el 2012, ya que luego de ese año se detiene la estadística en los boletines epidemiológicos, se ve que la curva de ciertas enfermedades notificadas de la provincia de Buenos Aires subió.
Enfermedades como la tuberculosis han aumentado dando cuenta de las causas estructurales: hacinamiento, precariedad de vivienda, del trabajo y de la imposibilidad de “adherir” a un tratamiento prolongado cuando los pacientes son exigidos a asistir diariamente durante 6 meses a los efectores de salud.
Ahí encontraremos los verdaderos motivos de creación de las Unidades de Pronta Atención. Al igual que los CAPS, constituyen guardias descentralizadas, dejando desmoronarse los hospitales y centros de salud ya existentes sostenidos sobre los hombros de trabajos precarizados e inhumanos. Si el spot promete “llegar más cerca de la gente” y en los escritos naranjas ministeriales “el reto está en lograr una mayor capacidad de respuesta a los requerimientos cambiantes del entorno sectorial y social, de grupos de población, afectados por problemas socio-económicos, ambientales y epidemiológicos comunes”, nobleza obliga, implica el reconocimiento de problemas comunes. Lo que a nivel estructural no se ha solucionado pretende maquillarse con naranja en plena campaña.
La salud como mercancía
“El financiamiento de los Servicios de Salud en los Países en Desarrollo” (1989) e “Invertir en Salud” (1993) son dos documentos del Banco Mundial claves para entender los cambios en el sistema de salud durante los ’90 y el kirchnerismo.
Proponían tres medidas: privatizar, descentralizar y cobrar por los servicios de salud, considerando como única opción posible la de mantener una fragmentación ordenada. Esta separación es necesaria para abrir mercados y mercantilizar la salud.
Si bien hay antecedentes, es en la década del 90 cuando se implementaron las estrategias de descentralización y la desregulación de las obras sociales. También es cuando se crean los Hospitales de Autogestión. Eso no implicó la creación de nuevos hospitales, sino solo la modificación de la administración de los hospitales públicos. El término “autogestión” se revela como un mero eufemismo para el autofinanciamiento, donde el hospital cobra a toda persona con capacidad de pago.
Quién se anotó un poroto con esta política privatizadora en la “era neoliberal” fue aquel tecnócrata que implementó el primer modelo de hospital de autogestión (del cual Macri puede contemplarse como aprendiz de brujo). Sí, “Él” lo hizo. Fue en Santa Cruz durante la intendencia en Río Gallegos con Alicia Kirchner como secretaria del área social, donde creó centros de integración con atención primaria de la salud.
Estos “engendros” autárquicos, ya habían sido planteados por la dictadura de Onganía al crear los hospitales SAMIC y su versión santafesina, los SAMCO.
Trabajando a cama caliente
Con respecto a la disponibilidad de camas, la insuficiencia de los hospitales de la provincia de Buenos Aires es evidente, incluso con el maquillaje de las cifras oficiales. En el año 2002 el número de camas en los establecimientos provinciales era de 12.653. Luego de 10 años no sólo no aumentó de manera proporcional al crecimiento poblacional y de demanda, sino que cayó a 12.156 en el año 2012*. Una caída de casi 4 % para un aumento poblacional de 19 %. Los trabajadores de la salud de distintos hospitales aseguran estar trabajando al máximo de las capacidades, teniendo que rechazar a diario pacientes para internación, cuando los UPA proponen servicios de internación de menos de 24hs de duración.
Los equipos de diagnóstico y tratamiento de los hospitales bonaerenses sufren la desidia y el desfinanciamiento crónico. En la provincia de Buenos Aires solo 5 hospitales públicos cuentan con resonadores magnéticos, de los cuales en la actualidad dos están fuera de funcionamiento. Mientras tanto, las resonancias se realizan en instituciones privadas, pagando a precio de mercado y sumamente restringidas en número.
La crisis sanitaria en la provincia de Buenos Aires es un hecho irrefutable de la realidad. La crisis de vivienda y las condiciones de trabajo extenuantes son las primeras responsables de la aparición de enfermedades prevenibles y de la mala evolución de enfermedades potencialmente curables o controlables.
Scioli promete Centros de Atención y UPA en la provincia mientras él se atiende centros médicos de alta complejidad en Francia**.
La diferencia siempre es la misma cuando se trata de clases sociales: los oprimidos del pueblo son doblemente condenados. Primero a padecer más y peores enfermedades, y luego a atenderse en un sistema de salud insuficiente, desmembrado y hostil.
*Datos del Ministerio de Salud
** Foto difundida por Karina Rabolini a través de la red social Twitter