Hace una semana encontraron en las costas españolas el cuerpo de un niño que murió tratando de llegar a Europa. Su caso casi no apareció en los medios.
Viernes 3 de febrero de 2017
Samuel tan solo tenía seis años, y estaba huyendo junto a su madre de la miseria y los horrores de la República Democrática del Congo. Su madre, Veronique, también murió -encontraron su cadáver pocos días después en una playa cercana-. Los dos se embarcaron en una patera con el objetivo de cruzar desde Marruecos a España, y así entrar en Europa. Sin embargo, la precaria balsa en la que viajaban naufragó en el Estrecho de Gibraltar a mediados de enero, junto a ellos había nueve personas más que probablemente también se ahogaron. Una realidad desgarradora, pero que se repite a diario.
El cuerpo del niño, ya en descomposición, fue encontrado en una playa cerca de Barbate (Cádiz), el pasado 27 de enero. Ese día la subdelegación del Gobierno de Cádiz informó a los medios locales. En el resto de los medios no se informó hasta pasados dos días, y su difusión fue bien escasa. Rafa Lara, portavoz de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), denunció que la Subdelegación del Gobierno había ocultado la información y afirmó que es “sorprendente y denunciable” que no hubiera ningún tipo de comunicado hasta el domingo. Días después de lo sucedido centenares de personas se concentraron en la plaza central de Barbate, para protestar contra la muerte de Samuel y para “expresar su rechazo a las muertes en nuestras fronteras causadas por las políticas sectarias de nuestros gobiernos”, según afirmaron desde APDHA.
El caso de Samuel nos recuerda al de Aylan Kurdi, el niño sirio-kurdo que apareció muerto en las costas de Turquía. La escalofriante foto de su cuerpo yaciendo en la playa conmocionó al mundo y trascendió todos los medios. Su imagen puso en jaque las políticas migratorias de la Unión Europea.
Sin embargo, con Samuel no pasó lo mismo. Si ocultaron la información, probablemente fue para que no tuviera la misma repercusión que aquel caso, para que no se convierta en otro símbolo de las crueles consecuencias del cierre de fronteras en la Unión Europea y en el Estado Español.
Fueron cínicas las declaraciones del Secretario de Estado de Seguridad español, José Antonio Nieto, que describió la muerte de Samuel como “dramática pero inevitable”. ¿Son, entonces, “inevitables” las graves heridas y la muerte de personas que intentan cruzar las vallas cortantes que hay en Ceuta y Melilla? ¿Y las devoluciones en caliente, los CIEs, la discriminación, la persecución y represión constante contra los inmigrantes, bajo el amparo de la Ley de Extranjería? ¿También fue inevitable el asesinato por parte de la Guardia Civil española de decenas de personas que intentaban entrar nadando a territorio español, en la playa ceutí de Tarajal? El próximo lunes se van a cumplir tres años de impunidad de aquella masacre.
Sólo en el año 2016 más de 5000 personas que huían de sus países por el hambre, la miseria, conflictos y guerras, murieron ahogadas en el Mediterráneo - eso sin contar la gran cantidad de personas que siguen sin ser identificadas bajo el mar. Según la organización Save The Childreen, de los miles de migrantes que intentan llegar a Europa, un 40% son menores de edad. Así que probablemente sean miles los niños y niñas, que como Samuel o Aylan, mueren año tras año a causa de las políticas xenófobas y reaccionarias de los gobiernos imperialistas europeos.