La parcialidad azulgrana termina el año consumando su mayor deseo, más grande que cualquier copa o campeonato, tan gigante como el viejo Gasómetro: la vuelta a Avenida La Plata e Inclán, en el corazón de Boedo. Derrota a una injusticia perpetrada por la dictadura militar.
Augusto Dorado @AugustoDorado
Martes 29 de diciembre de 2015
Foto: sitio Un Ciclón en Boedo
Penó demasiado San Lorenzo durante largas décadas. El club y aquello que le da vida, su gente, fueron cruelmente castigados por la dictadura genocida cuando entre 1978 y 1981 los obligaron (aunque bajo la forma de todo tipo de presiones como clausuras, edictos, ordenanzas, etc.) a demoler su estadio, el corazón de un club: el Viejo Gasómetro.
El intendente de facto de aquel entonces, el tristemente célebre brigadier Osvaldo Cacciatore, hasta llegó a amenazar con pasarle con una topadora por encima si no cumplían con la orden de sacar de raíz esa cancha que vivió los años de gloria de “los carasucias” y vender los terrenos que ocupaba. Y si en algo era experto este genocida era en arrasar con topadoras como hizo con las principales villas de la Capital Federal (por ejemplo la del Bajo Belgrano que le dio el apodo a Excursionistas como “el villero”), desalojando brutalmente a sus habitantes, sin importar que fueran ancianos o infantes.
Según el historiador del club Adolfo Res, ya desde el gobierno de facto de Lanusse comenzaron las amenazas contra San Lorenzo porque en 1971 se había aprobado una ordenanza para la construcción de una autopista que atravesaba –justo- al Viejo Gasómetro.
El 2 de diciembre de 1979 se jugó el último partido, un empate sin goles frente a Boca. Ese día se cerró el telón del escenario principal del Ciclón: nunca más hubo fútbol en Avenida La Plata al 1700. Con el correr de los años, el territorio desolado no por una guerra sino por la prepotencia militar vio ocupar en su lugar a un triste símbolo del consumo capitalista: un hipermercado de la cadena francesa Carrefour.
Expropiado de su identidad y su alma, San Lorenzo se sumergió en la B, como si no hubiera tenido suficiente padecimiento. Y debió ser visitante perpetuo, oficiando de local en sitios prestados como Ferro, Atlanta, Vélez o hasta el propio Ducó de los eternos rivales quemeros. Una auténtica pesadilla, por capricho de una pandilla de delincuentes y asesinos llamada “junta militar”.
Volvió a su lugar futbolístico, a Primera División, con algunos récords sobre sus espaldas, sobre todo de recaudaciones. Reventaba cualquier estadio donde jugara. Pero los años ´80 y ´90 fueron años en los que no había lugar para pasiones ni sentimientos: lo que mandaban eran los números. Y en 1993, el entonces presidente Fernando Miele apuró las obras con una empresa constructora amiga e inauguró un Nuevo Gasómetro a medio hacer. Con los años lo fueron terminando. Pero lo que no terminaba era el sentimiento de tristeza, bronca y desarraigo sanlorencista.
Después de marchas masivas como varias dirigidas a Plaza de Mayo, lucha eterna de la parcialidad de San Lorenzo, leyes de reparación histórica (como la aprobada por la Legislatura porteña en 2012), este 23 de diciembre la sufrida hinchada recibió la noticia esperada: Carrefour aceptó la oferta de compra realizada por el Club.
Es un gran logro, a pesar de conquistarse mediante otra injusticia: no había ningún motivo para tributarle ningún pago a Carrefour. San Lorenzo fue expropiado (aunque bajo la figura legal de una venta, cuando regían las “leyes” de la dictadura más sangrienta de la historia argentina) y su vuelta a Boedo merecía lograrse mediante una expropiación sin pago.
Ahora vendrán días en que deberán velar por lograr que esa vuelta sea en las condiciones deseadas y no basadas en las calculadoras y estudios de marketing de Tinelli y compañía desde su búnker de “Ideas del Sur”, que piensa en espectáculo y en un estadio apto para turistas y millonarios que puede excluir tácitamente a hinchas de bajos recursos, trabajadores y jóvenes de barrios populares.
Pero la gente de San Lorenzo conoce de luchas por los colores amados. Cuentan con la alegría compartida y el apoyo de hinchas de otros clubes que entendemos lo que significa el amor a una camiseta que se corporiza en un club.