Viernes 2 de septiembre de 2016
Santa Lucía, es el tesoro del tiempo para la memoria de sus lugareños…cuenta en los sueños, formidable novela de cañaverales que no tuvo horario ni fecha para un final feliz.
Alta, al pie del cerro, entre montes y ríos, un paraíso escondido que aun ni los mapas registran, está Santa Lucía un poblado totalmente sufrido.
Un ingenio azucarero alimento y resguardo al pueblo y a todos los que vinieron a trabajar en él, cuenta la nostalgia como se vestía para las zafras, movilizando a todos los peones, obreros y al pueblo, algunos por horarios de reloj y otros por movimiento del sol.
El zafrero esperando la luna que los alumbrar y así comenzar a cortar caña, las mulas inquietas con los carros tirando ya ante la carga, familias completas ayudaban a terminar al peón la jornada, el mate cocido y el pan amasado infaltable ante la mañana y al mediodía los changuitos encontraban los surcos, con su vianda caliente a pata.
Campo abierto si contaras el cansancio de la zafra, viento que escuchaste los zafreros y sus traqueteos, secaste sudores y suavizaste tiernamente el descanso de algunos ellos, la macheta empuñada cortaba y cortaba la fila enmarcada, en manos de peones con callos y piel lastimada, la zafra daba paso a un año nuevo de trabajo.
Mientras tanto en el pueblo, en la fábrica movimiento de máquinas, las grúas, las centrífugas, las calderas, el trapiche y todos en un solo compás.
En el Pueblo, en el campo, en las colonias los domingos eran privilegiados, se comía el asado, la humita, los tamales, el locro y las empanadas, en la cancha la jugada pelota, las carreras de caballo, las peleas de gallo y la infaltable taba, todas ellas con el alcohol, la alegría y las peleas que siempre se dan al finalizar la semana.
Pero llegó el final, el cierre del ingenio Santa Lucía, truncó al pueblo para un futuro mejor, dejando la pérdida mayor la muerte de la Hilda, una mujer que luchó defendiendo el pan de sus hijos, le costó la vida, aun la recordamos como esposa de un obrero que resistía al cierre del ingenio..
El ingenio de Santa Lucía jamás volvió a funcionar, se llevó con él el sudor de nuestros padres y abuelos, la migración y la frustración, entonces el dolor transformó a nuestro pueblo. Las lágrimas persisten aun en la memoria, se dibujan en el aire las humeantes chimeneas, aun no hay prologo que explique al obrero su destino incierto, fuimos víctimas obreras para la subsistencia y a pesar de esta triste historia, el pueblo de Santa Lucía sigue de pie, esperando y erguido ante un futuro mejor.