El jueves pasado se aprobó la Ley de Centros Culturales, a partir de la presión de los diferentes espacios autogestionados que se organizaron y manifestaron frente a la Legislatura para ponerle fin a la ola de clausuras de dichos espacios culturales que realizó el Gobierno porteño.

Natalia Rizzo @rizzotada
Sábado 20 de diciembre de 2014

El jueves pasado a las 18 hs los espacios culturales independientes nucleados en Cultura Unida, movimiento formado por distintas organizaciones culturales (MECA, ESCENA, ARTEI, FAAO, Potencia Unida, La Cultura No Se Clausura, Seamos Libres, Roja y Blanca y Abogados Culturales) convocaron a manifestarse en la Legislatura porteña para exigir la aprobación de la Ley de Centros Culturales, que finalmente fue aprobada por unanimidad, en la última sesión extraordinaria del año.
A partir del abuso de poder por parte de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) y sus inspectores del Gobierno de Mauricio Macri, se generó una ola de clausuras con justificaciones arbitrarias a diferentes espacios de arte en la Ciudad de Buenos Aires. En respuesta, alrededor de 3500 personas se manifestaron el pasado jueves en la Legislatura en apoyo a un proyecto de ley que se presentó con el aval de 30.000 firmas, en el marco de la convocatoria “La cultura No se clausura”. Diferentes discursos se proclamaron en contra de los controles ideológicos y los abusos de poder, reclamando en otro de los puntos trabajar libremente en la vía pública. El proyecto fue apoyado por los bloques del Frente para la Victoria, quienes finalmente terminaron acordado con el macrismo para votarlo.
La ley define como Centro Cultural “el espacio no convencional y/o experimental y/o multifuncional en el que se realicen manifestaciones artísticas de cualquier tipología, que signifiquen espectáculos, funciones, festivales, bailes, exposiciones, instalaciones y/o muestras con participación directa o tácita de los intérpretes y/o asistentes. En dichos establecimientos pueden realizarse ensayos, seminarios, charlas, talleres, clases y/o cualquier actividad de carácter formativa relacionada con todas las manifestaciones tangibles e intangibles del arte y la cultura. Dichas actividades pueden ser realizadas en cualquier parte del establecimiento. La actividad de baile no podrá ser la actividad principal de los Centros Culturales”.
Se suman otros usos accesorios que regulariza la ley, como ser la venta de libros y discos, galerías de arte, entre otros; la venta de bebidas y alimentos; la accesibilidad; los planos, mobiliario y escenario; ventilación e iluminación; instalación eléctrica y primeros auxilios, expresando que tendrán un plazo de seis meses para que sus instalaciones estén acordes a lo dispuesto por esta normativa.
Además, nombra que "en dichos establecimientos pueden realizarse ensayos, seminarios, charlas, talleres, clases y/o cualquier actividad de carácter formativo relacionada con todas las manifestaciones tangibles e intangibles del arte y la cultura".
A partir de esta ley, los espacios serán clasificados por categorías según sus capacidades de sala. Los que sean “Clase A” podrá recibir hasta 150 personas; los de “Clase B” de 151 a 300 personas, no pudiendo ser la superficie de piso mayor a 500 metros cuadrados; “Clase C” desde 301 hasta 500 personas, no pudiendo ser la superficie de piso mayor a 1000 metros cuadrados y “Clase D” aquellos que superen las 500 personas con una superficie de piso mayor a 1000 metros cuadrados.
Aquellos espacios autogestionados que sean habilitados para funcionar como Centros Culturales deberán inscribirse en el Registro de Usos Culturales, dependiente de la Subdirección de Regímenes de Promoción Cultural de la Dirección General Técnica Administrativa y Legal del Ministerio de Cultura, y presentar un informe anual de las actividades que se desarrollaron en cada espacio.
Parece casi una paradoja pensar que una ciudad como Buenos Aires, que funciona como una gran usina de las más variadas expresiones del arte y la cultura, donde en el año 1970 se inauguraba el primer "centro cultural” de América Latina, el Centro Cultural General San Martín, siguiera sin regularizar las condiciones de funcionamiento específicas e inherentes a estas disciplinas y espacios con sus características específicas.
Pero no lo es, en un mundo en donde los gobiernos de turno diagraman políticas culturales en base a la cooptación y el oportunismo, aprovechándose de que los artistas conmueven multitudes con un lenguaje que toca directo la sensibilidad de las personas. O también políticas hechas en base a definir la “gestión cultural” como una simple y perversa manipulación de bienes, no ya culturales, sino como mercancías de alto valor en el mercado, dado que las obras de arte adquieren a través de las instituciones un valor agregado.
La antesala a la ola de clausuras fue ciertamente la represión por parte del gobierno del PRO de la toma de la Sala Alberdi en el año 2013, con las brutales represiones en varias oportunidades, incluso un 24 de marzo, a la juventud que se manifestaba contra el cierre de la sala.
La derrota de la lucha de la Sala Alberdi dejó como secuela que en el Centro Cultural San Martín, ahora llamado “El Cultural” se instalaron cámaras de control, rejas y vidrios blindex, se subieron los costos que históricamente fueron populares a otros más elevados, se apostó un destacamento de la Policía Metropolitana en el primer subsuelo, no sin dejar de perseguir a los trabajadores y trabajadoras y desafectarlos/as de sus tareas, entre otros. Una alianza de los gobiernos, los jueces y la burocracia sindical de SUTECBA.
Queda por verse si es posible para los centros culturales cumplir con las nuevas normativas burocráticas, sobre todo porque la ley no establece ningún sistema de subsidios, y si el estado encontrará nuevos artilugios para seguir clausurando estos lugares, o si la nueva excusa sea lo dificultoso de lograr la habilitación junto con un control más riguroso del contenido que se desarrolle en dichos centros. Por el momento se vive como un gran triunfo, luego de meses de luchar por una solución a los cierres masivos de los mismos.
¡Que este nuevo impulso de lucha y organización de espacios culturales no sea engañado ni silenciado!

Natalia Rizzo
Artista Visual, nacida en 1980, oriunda de Villa Luro. Es profesora Nacional de Bellas Artes y realizó la Maestría en Artes Electrónicas de la UNTREF. Miembro de Contraimagen y del equipo de diseño e ilustración de Ideas de Izquierda.