Expertos en economía coinciden en que la próxima gran crisis económica podría producirse en 2020, generando un desplome de los mercados bursátiles en todo el mundo. ¿Lo peor? Aún no terminan los efectos de la bancarrota de Lehman Brothers.
Domingo 16 de septiembre de 2018
Se cumple hoy una década desde que el cuarto banco de inversiones más grande de Estados Unidos se declaró en quiebra, iniciando la segunda mayor crisis económica de la que se tenga registro desde la de 1929.
Ese 15 de septiembre de 2008 a las 1:45 de la madrugada, y después de desesperados intentos de salvataje, Lehman Brothers Holdings Inc. invocó al capítulo 11 de la Ley de Quiebras de la legislación norteamericana, dando pie a una devastadora recesión a nivel mundial.
La burbuja inmobiliaria establecida por lo rentable que resultaba la especulación de las aseguradoras con las hipotecas de alto riesgo (créditos subprime) ante la baja de la tasa de interés anunciada por la Reserva Federal de EE.UU. para evitar un repliegue de la inversión por el remezón económico tras los atentados a las World Trade Center en 2001; reventó con el incremento del 1% en 2004 al 5,25% en 2006 de estas tasas.
El clima no era alentador entre quienes habían visto en esta oportunidad a la “gallina de los huevos de oro” para multiplicar fácilmente su patrimonio, y entre 2007 y 2008 decenas de entidades financieras colapsaron. Sin embargo, nadie auguraba una caída tan grande como la de Lehman Brothers, que poseía activos por aproximadamente 700 mil millones de dólares, los cuales, en su mejor momento, alcanzaron a cuadruplicar el PIB de Chile; dado que, en anteriores ocasiones la Casa Blanca había resuelto dar curso a rescates económicos para evitar peores debacles, situación que no se replicó al ser desestimada por George Bush, Presidente en aquel entonces.
Una feroz repercusión provocó este estallido, impulsando sucesivas depresiones bursátiles en los cinco continentes. Esta crisis deterioró en mayor medida a economías como Grecia, Islandia, Portugal, Ucrania, España, Venezuela, México, Argentina, China y Taiwán.
De la totalidad del tejido económico y político, el último eslabón afectado por este cataclismo financiero es el integrado por trabajadores, estudiantes y pensionados, afectados por los pactos de coloniaje que han firmado los gobiernos con organismos financieros como el Fondo Monetario Internacional, donde se exigen recortes a los presupuestos en cuanto a gasto público, con reformas previsionales, tributarias, educativas y laborales. Es por ello, que la Gran Recesión se ha identificado con las manifestaciones antiglobalización y el resurgimiento del anticapitalismo como sector político, fuera del consenso de gobernabilidad entre socialdemócratas y conservadores.
Ante el complejo panorama agravado durante este año, en el que prima como factor la guerra arancelaria de Estados Unidos con China, la Unión Europea, México y Canadá, se aumenta el estrés de los mercados, tendiendo a hacer recordar a la humanidad que la crisis económica mundial que partía hace diez años es la misma que se vive en la actualidad, y que no ha sido superada.
Múltiples expertos plantean lo riesgoso que son estos años. Desde JP Morgan alertaron, en base a modelos que desarrollaron analizando “la duración de la expansión económica, el potencial de la próxima recesión, el grado de apalancamiento, las valoraciones de los precios de los activos y el nivel de desregulación e innovación financiera”, que la próxima gran crisis económica se producirá en 2020, coincidiendo con los pronósticos del economista conocido por augurar el crack de 2008, Nouriel Roubini. Según ambas tesis, podría originarse por problemas de liquidez monetaria y los más afectados serían los mercados emergentes; aunque para el profesor de la Universidad de Nueva York, será “más severa y prolongada de que la anterior”, puesto que los gobiernos no gozarían de herramientas políticas para afrontarla, al contar con estratosféricos niveles de deuda, a diferencia de la vez anterior.
Los signos de nuevas crisis en la economía global son evidentes, el reflujo persiste, la agonía de una economía enferma que se rehúsa a morir no es desconocida para la historia, ¿es benigna esta patología? ¿cabe la posibilidad que forzar una eutanasia?
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Patricio Araneda
Economía.