Medio centenar de personas asistió a la presentación, en el Centro Cultura de la Cooperación el pasado 19, del libro Asuntos pendientes, texto de la obra del actor, dramaturgo y analista Eduardo “Tato” Pavlovsky.
Demian Paredes @demian_paredes
Martes 23 de septiembre de 2014
Estuvieron en la mesa quienes hacen la obra con él: la actriz Susy Evans, el actor Eduardo Misch y Elvira Onetto, la directora –Laura Marrón, quien es asistente y tiene una aparición en Asuntos…, estuvo ausente–, coordinados por Jorge Dubatti, docente, periodista, editor y crítico de teatro.
Pavlovsky definió su última obra –estrenada en 2013 y escrita, como otras, sin muchas definiciones previas– diciendo: “sé, sí, que todas mis obras –sobre todo del 70 hasta aquí; posiblemente La mueca ya– tienen un correlato que es afín a mi producción, que tiene que ver con una especie de afectación sobre lo social-histórico que me tocó vivir, a mí, y la vida de los personajes”. Y explicó: “Por ahí la gente –por lo que veo, la gente de las universidades, sobre todo extranjeras– me preguntan si es un teatro político ‘definido’. Digo: ‘No, no es definido políticamente’. Estoy definido yo políticamente, pero el teatro mío es un teatro que trata de meterse en aquellas cosas invisibles de nuestra vida, en momentos históricos importantes. Y no perdiendo lo fundamental del autor. ¿Y qué es lo fundamental del autor para mí? El no perder la función crítica”.
Para el autor de Sólo brumas, dicha función crítica existe para “desnuda[r] un poco ciertas sombras que en la realidad no se ven”; algo que ocurre en Asuntos pendientes y también en El señor Galíndez, en El señor Laforgue y en Potestad.
Junto a esto señaló que el hecho teatral, más allá de luces y escenarios, depende enteramente, fundamentalmente, del cuerpo del actor. Mencionó a los directores que hicieron obras con él –y de él– como Norman Briski Alberto Ure, Oscar Ferrigno, Elvira Onetto, Jaime Kogan, Laura Yusem y Daniel Veronese; y la importancia del trabajo de los actores, utilizando como “base” los textos del dramaturgo pero desarrollando (o “completando”) la obra en/desde los ensayos.
Tras una detallada –y divertida, con anécdotas y risas– “genealogía” de Rojos globos rojos, tomó la palabra Elvira Onetto, quien dio su visión diciendo que esta obra “llega a un techo” –en cuanto al impacto que puede provocar al espectador– al mostrar a un victimario como parte integrante de una familia; donde “el crimen se comete dentro de la familia”. Y cómo ese horror quiere mostrarse porque la sociedad intenta mostrar(nos) lo contrario, “que no veamos el horror”: “la gente que está tirada en la calle, la guerra, el exterminio, los horrores que pasan todo el tiempo”.
Entre otras cosas Onetto anunció el reestreno de la obra, durante el mes de noviembre en el Teatro Calibán (México 1428), y luego habló Eduardo Misch, comentando el trabajo de la obra, desde sus primeros ensayos, en 2010, y lo conseguido –pese a problemas y complicaciones– desde entonces; y destacando cómo desde antes, ya en Sólo brumas, el tema de los niños y jóvenes ya está presente en la obra de Pavlovsky, aunque en la mencionada obra se partía de la noticia acerca del dato (oculto) de niños desnutridos que nacían ya muertos, en la provincia de Tucumán.
Dubatti señaló, manteniéndose en “el tema de la niñez”, la imagen fuerte de Asuntos pendientes: una procesión de niños (“o zombis”) marchando… Y luego dio paso a Susy Evans, quien destacó la confraternidad del trabajo actoral, y que pese a los horrores que muestran las obras de Pavlovsky (con quien comparte la vida hace 30 años) ella disfruta enormemente actuándolas (“una fiesta”). Como dijo, muy acertadamente, respecto al carácter “fuerte”, impactante de las obras, “con las obras de Tato no se zafa”.
Se finalizó preguntándole a Pavlovsky si estaba escribiendo, pese a las complicaciones de salud, y contestó que sí; y se hizo mención –a raíz de la pregunta de Dubatti acerca de si “habría algún problema en que otra compañía tome las obras para hacerlas”– a que un joven director chileno, recientemente, en el Teatro Cervantes, hizo El señor Galíndez, transformando en medio de la obra a los personajes de los torturadores argentinos en chilenos, y readaptando diversas cuestiones (como el tatuaje que lleva una víctima: en la obra original es Perón; en esta versión, Allende) para recrearla en la situación de la dictadura de Pinochet.
Un buen ejemplo de que –como lo destacó Elvira Onetto– la dramaturgia de Pavlovsky no sólo es “argentina” (en sus vivencias, tensiones, crímenes y espantos) sino latinoamericana y mundial/universal.