El martes se presentó en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA el libro La economía argentina en su laberinto, de Esteban Mercatante, ante un nutrido auditorio de estudiantes. Acá, algunas de las ideas expuestas y del rico intercambio que se abrió sobre el legado de doce años de kirchnerismo.
Miércoles 11 de noviembre de 2015 14:53
Ayer martes se presentó en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA el libro La economía Argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo, de Esteban Mercatante, editor de Economía de este diario. La actividad fue organizada por la Juventud del PTS.
Frente a estudiantes de la carrera de economía que concurrieron a la charlar, el autor desarrollo una caracterización de la economía argentina durante el kirchnerismo analizando las relaciones de clase y lineamientos políticos que caracterizaron al período, las contradicciones que desarrolló y las perspectivas a futuro. Sintetizando las tesis centrales de su trabajo, Mercatante sostuvo que para comprender la economía política del período kirchnerista es necesario remontarse a la coyuntura de 2001/02. Allí se produjo, en medio del colapso de la covertibilidad, un formidable ajuste; la megadevaluación de 2002, que llevó el dólar del “1 a 1” a más de 3 pesos por dólar, condujo a un desplome de los costos salariales (porque cayó el poder adquisitivo del salario mientras la mayor parte de los empresarios subió sus precios de la mano de la devaluaión). Como resultad de esto, para el conjunto de la clase capitalista se incrementó la rentabilidad de manera formidable. Esta generación de una elevada rentabilidad extraordinaria, fue la verdadera “caja negra” del crecimiento económico de esta década, como la definiera el hoy ministro de Economía Axel Kicillof cuando todavía no reportaba en las filas del kirchnerismo. El autodenominado “modelo de crecimiento con inclusión”, no puede explicarse sin este zarpazo que la clase capitalista realizó sobre el nivel de vida de la clase trabajadora y el conjunto de los sectores populares con las medidas de reestructuración que el gobierno de Duhalde aplicó en esos meses convulsionados.
Pero la economía política del kirchnerismo no sólo nos remite a 2001/02 por el ajuste. También porque el estallido económico, político y social de diciembre de 2001 que culminó con la caída de De la Rúa, que expresó un rechazo a las políticas antiobreras y antipopulares con las que la clase capitalista quería descargar la crisis sobre las espaldas del pueblo trabajador –que se venía manifestando de forma creciente en las acciones de protesta de trabajadores ocupados y desocupados, y en las puebladas que recorrieron todo el país– signó la política del período posterior. Cuando asumió Néstor Kirchner en mayo de 2003, el régimen político continuaba desprestigiado; reverberaba el “que se vayan todos” que cientos de miles habían voceado en las calles un año y medio antes. En estas circunstancias, Kirchner apostó desde el primer momento de su mandato a recomponer la hegemonía presentando sus políticas con un signo distinto. Pretendió en sus gestos distanciarse de la orientación privatista, aperturista y liberalizadora de las décadas previas, aunque en los hechos se apoyó en buena parte de su legado. El Estado como “árbitro” va a ser un componente muy importante de la economía política kirchnerista. El objetivo profundamente conservador fue la reconciliación de los vastos sectores obreros y populares con el régimen que cuestionaban en las calles. Para hacerlo, tuvo que proponerse actuar como acolchonador de las contradicciones entre las clases.
Mercatante concluyó que durante sus primeros años el kirchnerismo alimentó la ilusión de que sin una ruptura en las relaciones con el imperialismo ni un ataque a sus posiciones en el país, sin una transformación de la estructura impositiva, y sobre la base de la estructura económica dependiente y desarticulada, sería posible sostener un crecimiento sostenido a tasas elevadas con “inclusión social” (pretendida inclusión que desde el comienzo tuvo como límite infranqueable la preservación de las condiciones degradadas que afectan a franjas muy significativas del pueblo trabajador, como resultado de la fragmentación y precariedad laboral que siguieron sancionadas por las leyes y convenios impulsados durante estos últimos doce años). Si esta pretensión pareció sostenible casi una década, fue por la magnitud del ajuste de 2002, que permitió que las tensiones que empezaron a surgir se desarrollaran al principio paulatinamente, dando margen para los ensayos de contención. También, por el hecho de que el ciclo kirchnerista tuvo lugar en un momento internacional excepcionalmente favorable en términos de precios y demanda de los granos que exporta el país. Pero finalmente se topó con la pared de la continuidad de la dependencia, manifestada en el retorno de la “restricción externa”, la escasez de dólares como consecuencia de la cual el gobierno de Cristina Fernández viene administrando dosis de ajuste crecientes desde 2012, y en el último año preparando condiciones para un ajuste mucho más severo venga quien venga. La manera en que el kirchnerismo llega “con lo justo” para dejar que quien venga termine el trabajo, lo expone la situación del Banco Central, que hoy está virtualmente vaciado.
Diego Talice, estudiante de economía y dirigente de la juventud del PTS dijo “esta presentación la hicimos para hacer un balance económico de que dejan 12 años de gestión kirchnerista, en el contexto de la discusión del ballotage donde ambos candidatos proponen un ajuste” Y añadió que “frente a estos candidatos proponemos hacer una gran votación en blanco”.