En el día de ayer, la Justicia porteña reconoció la triple filiación de un nene de seis años. Se trata del primer caso en la Ciudad de Buenos Aires, y es el segundo del país. El niño, Furio Carri Dillon Ros, es el hijo de la periodista Marta Dillon, la cineasta Albertina Carri y el diseñador Alejandro Ros.
Miércoles 15 de julio de 2015
El niño fue registrado inicialmente con el apellido de Carri. Luego,por la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario y del decreto que lo avaló, se pudo agregar el apellido de Dillon. Seis años después, los tres padres pudieron registrar a Furio con los tres apellidos, agregándose el de su papá, Ros.
“A partir del primer caso [de triple filiación en el país] decidimos hacerlo”, declaró Carri. La cineasta hace alusión al caso de Antonio GGM, registrado con los apellidos de sus madres por medio del aval de la Ley de Matrimonio Igualitario. Luego, con el reconocimiento de la Justicia Provincial, el niño fue registrado también con el apellido de su papá.
Iñaki Regueiro, miembro de AboSex, la red de activistas jurídicos por la diversidad sexual, comentó al respecto que estos casos se tratan del “reconocimiento por parte del Estado de una realidad que existe, no es una familia nueva y es importante porque si no un montón de derechos quedan excluidos”.
Estos casos develan que no se puede encasillar la realidad de las familias en el modelo de familia tradicional, heteronormativo, de filiaciones dobles, ya que lo que difiere resulta invisibilizado. Existen de hecho diferentes configuraciones familiares que cuestionan este modelo que la Iglesia y el Estado se empeñan en sostener como “natural”, “reconocible” y “registrable” en pos de regularizar los vínculos filiales, amorosos y eróticos. Al respecto Carri declaró: "la urgencia que teníamos era presentar el pedido antes de que comenzara a correr el nuevo Código Civil y Comercial que establece explícitamente que ’nadie puede tener más de dos vínculos filiales’".
Esta importante conquista para las dos familias, sentará un precedente en tanto objeta los prejuicios homolesbotransfóbicos que impone el clero. De esa forma, funciona como un golpe para los vínculos entre la Iglesia y el Estado.