Lunes 12 de septiembre de 2016 09:49
Las Violencias de Género tienen un estatus de vulneración de derechos humanos y en sus casos más feroces, termina con la muerte de la víctima lo cual se identifica como femicidio. Y como cualquier otra situación de vulneración de esos derechos, no es “plano”, sino de una alta complejidad que vale la pena identificar en su multideterminación.
Una de sus características, es que en un 80% sucede entre parejas o ex parejas, con lo cual, es un tipo de violencia donde hay relaciones afectivas entre agresor y agredida. Y por supuesto, sexualidad. Y no es una sexualidad por lo general de un día o de un “asalto” o violación. Y en este sentido, una de las problemáticas a las cuales nos hace enfrentar sin velo, es que la heterosexualidad más difundida entre nosotros, es la basada en la dominación masculina (Ver Boudieu). Dicho esto, planteo que no es la única heterosexualidad posible, es solo la que conocemos hasta ahora.
Esto está generando un impasse específico de época en la sexualidad, entre deseos y dignidad. El cual debemos tomar seriamente y no escencializarlo en términos de lo verdaderamente “femenino” y “masculino” que no se está tomando en cuenta a la hora de plantear derechos, dado que nos requiere, al tomarlo seriamente, una recomposición de los intercambios amorosos y sexuales entre hombres y mujeres.
Fruto de este impasse, que es muy posible que gran parte de las mujeres de occidente esté pagando el costo de la productividad y su inserción social que les da dignidad, con abstinencia sexual producida por hombres que no quieren que las mujeres hagan esas cosas. Y pasa mucho en los consultorios que una gran cantidad de mujeres heterosexuales en pareja hablan mucho acerca de las reivindicaciones de género al interior de la convivencia: quién hace qué cosa, cómo se reparten los roles entre ella y su pareja, cómo se distribuye el dinero, etc. y que en esas sesiones casi no se hable de la sexualidad. Como si la sexualidad no fuese ya un problema o algo a desear y aspirar. Como si el “género”, se hubiera “comido” al sexo. Esto, lejos de banalizar la aspiración a mayores grados de derechos y equidad, postula la necesidad de seguir problematizando la sexualidad y alojarla como un valor y aspecto nodal a desplegar en la vida y en la consulta. Y también aparece en la consulta otro gran grupo de mujeres, que está inserta en relaciones donde la posibilidad de sexualidad está basada en la asimetría entre un varón sujeto/amo y ellas objeto/ esclava que es sus modalidades más siniestras y extremas llevan a lo que denominamos Violencia de género. La cual es en realidad un asunto de “corte” de medición, dado que como bien señalaban desde hace casi 30 años Eva Giberti y Ana María Fernández, cuando hay inequidad de género en todas las relaciones hombre/mujer hay violencia simbólica.
Por lo tanto pienso que aquí hay “un guante” muy importante de levantar como debate desde “este lado” del psicoanálisis en diálogo con los estudios de género: seguir debatiendo la sexualidad, al mismo tiempo que se apoya la lucha por las políticas de ampliación y garantía de derechos.