Militante de la liberación sexual desde los años 70, Sejo Carrascosa nos cuenta sobre la historia de este movimiento en el Estado Español a 50 años de la gesta de Stonewall.
Martes 14 de mayo de 2019 00:30
En los años 70 la agitación social se extendió por todo el mundo, desde el auge del movimiento obrero hasta la eclosión de un movimiento por la liberación sexual, pasando por las luchas por la emancipación femenina o contra la discriminación racial. En el Estado Español todos estos ingredientes se encontraron en la llamada "Transición" tras la muerte del dictador Franco.
A través de esta entrevista recorremos la historia de la lucha contra la Ley de Peligrosidad Social, con la que el franquismo encarcelaba a la disidencia sexual desde 1970, la amnistía sexual y política como grito de la calle en una Transición manejada desde arriba, las primeras manifestaciones del Orgullo tras la muerte de Franco o las organizaciones que nacieron en ese caldo de cultivo para el cuestionamiento.
ID: ¿Cuál es la situación para la diversidad sexual a la muerte de Franco?
Sejo: Parece que Franco se lleve muriendo mucho tiempo, porque hay un movimiento creciente en las calles contra la dictadura y porque la burguesía quiere una cara nueva para pasar sus planes. Hay una eclosión del movimiento obrero, pero también sale a la calle la juventud. Había censura en los libros, en el cine, en la música y eso causaba una gran ansiedad por conocer, por formarse y por vivir de otra forma, porque lo que se nos ofrecía a la juventud no era nada bueno.
Ese es el escenario en el que hay que enmarcar la diversidad sexual, Chueca ya existía y al mismo tiempo, también podías ir preso. En estos barrios se juntaba la diversidad, también porque estaban las sedes de partidos políticos, como la LCR o la CNT en la Calle Libertad, o algún pub, como la Vaquería.
La Ley de Peligrosidad Social con la que nos detenían comenzó a aplicarse menos, porque estaban más ocupados reprimiendo al movimiento obrero o estudiantil y la diversidad sexual empezó a florecer. La liberación sexual se pelea en esos años y no queríamos que fuera sólo para los heteros, sino que en los espacios donde empezaron a surgir la vida en común o nuevas formas de parejas, también hicimos que ser marica o bollera no estuviera mal visto o no tuviéramos que esconder la pluma.
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ID: En el momento en el que eclosiona esa diversidad sexual también lo hace la lucha para defenderla, ¿cómo es organizarse en esos años?
El movimiento surge en un primer momento para derogar la Ley de Peligrosidad Social, pero también llegan influencias desde el Mayo del ‘68, desde la contracultura americana del amor libre o desde el FUORI italiano, que se ven en las primeras organizaciones, cuando se funda AGHOIS, el FAGC o el MDH, por ejemplo. Esos nuevos planteamientos sobre formas de vivir se suman a algo que ya había, una base de análisis marxista de la sociedad, las relaciones y la familia.
En esos años cuestionamos a la Transición que está armando el régimen, pero también al propio régimen heterosexual, y se producen los que van a ser las obras más avanzadas, como los del FHAR francés, La cuestión Homosexual de Jean Nicolas o los Elementos de Crítica Homosexual de Mario Mieli, de Italia. Era importante tener una base política y por eso leíamos, nos politizábamos y cuestionábamos. Todo esto llevaba muchos años prohibido y por eso teníamos aún más avidez para hacerlo. Nos hubiéramos leído la guía de teléfonos si la hubieran censurado.
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Había todo tipo de demandas, por ejemplo, se pedía que al igual que hubiera un descanso para el bocadillo en la fábrica, hubiera un descanso para tener relaciones sexuales. Se iba a dar charlas a las asociaciones de vecinos sobre cómo tener sexo anal. No había únicamente morbo para asistir a estas actividades, sino también una carga política de orgullo muy grande.
Y los movimientos sociales las iban aceptando, como en Madrid, donde el FLHOC participó en una Coordinadora de Grupos Marginales, que juntaba a los presos en lucha, los minusválidos, los psiquiatrizados y la diversidad sexual. Los márgenes eran importantes, eran desde donde queríamos cambiar el centro, en lugar de querer pertenecer al centro sagrado a toda costa, como ahora. Había grupos muy presentes que seguían planteando un cambio revolucionario, comunistas y anarquistas, que en la discusión entre reforma o ruptura hablaban de revolución abiertamente.
ID: Precisamente, sobre el concepto de marginación has comentado que se dan ciertas alianzas. Este tipo de solidaridad tiene toda una historia, ¿qué podemos extraer de estas experiencias de alianza en lucha para 2019?
Sejo: Las cosas han cambiado mucho, y ahora hay temas de los que no se hablaba entonces, como el racismo o el cambio climático. No tenemos que desterrar lo que teníamos, sino entender que hoy contamos con más piezas. Esto no quiere decir que vayamos a solucionar todo ahora, pero tampoco que votando una vez cada cuatro años se arregle algo, eso es una ilusión. En aquella época no nos planteábamos que no era lo mismo ser de la diversidad sexual que homosexual y gitano o lesbiana y migrante, por ejemplo, esto ahora está más presente.
Ahora es más fácil hacer alianzas porque es más fácil moverse y comunicarse. Entonces era muy difícil ir a otro país o no teníamos ordenadores. También tenemos que enfrentar una costumbre, y es que durante mucho tiempo a la lucha por la diversidad sexual nos han venido tratando como a un florero, para aparecer, pero no cambiar las cosas, o nos decían “hablar de lo vuestro”.
Por otra parte, la lucha del movimiento de mujeres en aquellos años fue muy importante para la diversidad sexual, con lo que se llamaba entonces las “urgencias”: aborto, divorcio, adulterio. Estas tres demandas venían prohibidas por leyes muy obsoletas del franquismo y se ganaron con la lucha de las mujeres, lo que sirvió mucho para sumar una cuarta, la Peligrosidad Social. Cuando pudimos trabajar en común, fue muy útil.
Además, hay que tener en cuenta el sectarismo de los partidos, ya que había todo tipo de grupos que trataban de intervenir en los frentes de masas para intentar cooptarlos en mayor o menor medida. Cada partido tenía su sindicato, su grupo juvenil, su grupo de mujeres y...su grupo de gays y lesbianas no. El PCE intentaba influenciar al MDH, pero no pudo porque era muy homófobo, como el PTE, la OIC o la ORT.
Sin embargo, los trotskistas, como la LCR, por ejemplo, sí que lo llevaban mejor. Los anarquistas tenían un conflicto con esta cuestión entre los grupos autónomos, que sí que la apoyaban y se parecían más a la nueva izquierda del Mayo Francés, con los cuadros de la CNT que venían del exilio y decían que “el sindicato no era sitio para putas y maricones”.
Las alianzas en realidad se iban haciendo en el día a día como una práctica. Cuando hablas con gente que ha vivido procesos revolucionarios ves que son momentos de una intensidad muy importante, porque tu vida deja de estar en manos del capital en ese tiempo. En la Transición un día estabas en una manifestación vecinal, otro día en la de las mujeres, otro día en la de la diversidad, porque sentíamos que eso era lo que había que hacer, y así se iba formando todo.
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ID: ¿Podemos hablar de que hay una Transición para la diversidad sexual?
Sejo: Yo creo que sí, porque vivimos esa misma Transición, que según avanzaba ya nos iban diciendo que aquello por lo que luchábamos no iba a llegar, que se estaba pactando y que hay una crisis económica. El PSOE la gestiona a base de despidos y privatizaciones, viéndose mucha gente sin empleo. En los barrios obreros empieza a haber mucha droga, especialmente heroína. Se provocó una lógica de “yo paso” a fuerza de derrotas, se impuso el “yo paso” de la política porque nos hemos ilusionado, hemos luchado y no ha servido.
También, que se derogue la Ley de Peligrosidad Social es muy importante, porque va a haber un reflujo en lo que llamábamos “el desencanto”. Ya no te pueden detener por ser homosexual, pero te pueden matar por tener mucha pluma o equivocarte ligando. Muchas pequeñas organizaciones se disolvieron y se juntaron muchos factores, en una línea que pasaba por “ya no me persiguen por esto, ya no creo en organizarme y como no tengo trabajo ni perspectivas de futuro, me drogo”.
Yo soy de San Blas, un barrio obrero de Madrid, que estaba lleno de familias obreras jóvenes con dos o tres hijos. Todos esos niños somos del babyboom y en los años 1980 nos vimos sin trabajo ni muchas alternativas para cambiar la situación o para pasarlo bien, ahí aparece la droga, que sirvió para aplastar también a toda una generación que se venía movilizando.
ID: La década de los 80 llegará con esta serie de ofensivas, como el aumento del desempleo, la precariedad, la reconversión industrial, pero también son los años de la aparición pública del VIH, ¿cómo se vive y se combate?
Sejo: La gran diferencia es que cuando viene ya no hay un gran movimiento social y estructuras que vayan a hacer frente a todo esto. Cuando empieza el VIH es un golpe muy duro, porque se piensa que es posible tener tu pareja, irte a vivir a Madrid o a Barcelona y tener a tu familia en el pueblo que no sabe nada, pero cuando llega es una bofetada en la cara, porque viene con un estigma muy fuerte para la diversidad.
Nos dejaron en la desinformación más absoluta, sólo sabíamos que te podías contagiar por jeringuilla, no sabíamos si se transmitía por el sexo o por darte un beso. El estigma y el rechazo a la diversidad que reunió en torno a sí fue muy violento, con casos de gente que moría en la más absoluta soledad.
Los grupos de la diversidad de entonces eran mucho menos que años atrás. La COFLHEE, que había sido una coordinadora estatal se había quedado en Euskadi o en Galicia, con grupos de muy pocas personas y la capacidad de movilizarnos no era la de antes. Cuando el VIH surgió, muchos grupos decidieron no abordarlo para no estigmatizarse más, para no ahondar en esa relación gays=SIDA, diciendo que era un problema de salud pública, que se estaban creando los Comités Anti-SIDA y que se encargarían.
Entre esta postura y la debilidad numérica, se va a tardar en reaccionar ante el VIH-SIDA como una cuestión política para la diversidad hasta finales de los años 1980, cuando ya hay un discurso de que “afecta a todo el mundo y le puede pasar a cualquiera”, pero le pasa con mucha más virulencia a los sectores más oprimidos y marginados de la sociedad, aunque sean mucho más visibles las víctimas ricas y privilegiadas que arrastraron mayores campañas contra el SIDA.
Había también, cuando no una condena, una complacencia desde el argumento de que “Dios les ha castigado”, “es que son muy promiscuos” o “es que hay gente que se droga”. Todo esto supuso una reacción a una época pasada de liberación sexual, que incluso en los sectores más sensibilizados pintaba a las personas afectadas como víctimas, pero que en cierta manera, “se lo habían buscado” por cosas como tener más de una pareja. Esto trae una reacción moralista de abstinencia como forma de protección, frente a la idea de libertad sexual.
ID: Esta situación inaugura una nueva etapa en la que el eje pasa de la transformación de la sociedad a la resistencia, toda una división histórica de las estrategias de lucha de la diversidad sexual. ¿A día de hoy, que lecciones podemos sacar de esto?
Sejo: Las lecciones dependen de quién eres y de a dónde quieras llegar. Hoy en día, por ejemplo hay algo que se hace mejor que entonces, tener mayor sensibilidad hacia otras realidades corpóreas y políticas. Una lección es seguir rompiendo con el universalismo sobre la diversidad, que aún está muy a la medida de las personas no racializadas, o con el capacitismo.
También hay que entender que los ejes de opresión nos atraviesan de diferentes formas según quienes seamos. Se habla de ciudadanía, pero hay gente que es más ciudadana que otra. Tenemos que ver como unimos estas experiencias y sensibilidades para fortalecernos y eso es algo que pienso cuando veo como han sido todos estos años.
Ahora el feminismo hace aparición, pero su poder no está en hacer cuotas de mujeres, sino en un movimiento que esté en la calle cuestionando y proponiendo salidas a este sistema capitalista. También es importante ver que ahora es más fácil conocer lo que sucede en otros lugares, porque muchos movimientos están también a nivel internacional y nos puede aportar mucho ver cómo se lucha en otras partes del mundo.
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Jorge Remacha
Nació en Zaragoza en 1996. Graduado en Historia en la Universidad de Zaragoza. Milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español y en la agrupación juvenil Contracorriente.