Algunas señales de recuperación en el primer tiempo vuelven a encender esperanzas en un equipo que sólo dejaba dudas. Brasil será el gran examen para poder diagnosticar el nivel de Argentina.

Augusto Dorado @AugustoDorado
Sábado 29 de junio de 2019 00:00
Lautaro Martínez, figura del partido, se abraza con Lio Messi en el festejo del primer gol.
La selección dirigida por el novato Lionel Scaloni cambió un poco su imagen en el partido de ayer ante Venezuela en el siempre difícil estadio Maracaná. Por primera vez en esta Copa América (y por primera vez en mucho tiempo si también contamos partidos amistosos irrelevantes) el equipo argentino dio muestras de juego asociado, de concentración y de orden en sus líneas: fueron algunos pocos minutos de la primera mitad del primer tiempo. Con el transcurrir del partido se fue diluyendo hasta ceder demasiado el protagonismo, particularmente en el segundo tiempo. Pero nunca perdió el control.
Un equipo que en todo un periodo histórico fue “Messidependiente” empezó a encontrar respuestas en un momento en que el “as de espadas” está desconocido, en un nivel flojo en la generación de juego que intenta compensar con sacrificio. Los puntos fuertes empiezan a vislumbrarse en una interesante combinación de jugadores históricos como el Kun Agüero (que aunque no tenga una buena tarde siempre le abre espacios a sus compañeros) con los que encabezan una renovación, empezando por Lautaro Martínez (gran figura y revelación) y siguiendo por el Huevo Acuña, De Paul y Tagliafico. Desde afuera da la impresión de que –medio a ciegas y a los tumbos- el DT va encontrando el equipo.
Aunque el triunfo ante Venezuela permite esbozar una esperanza, también hay que decir que la selección vinotinto que complicó a Brasil y dio pelea en su grupo, por momentos pecó ante Argentina de ingenuidad y fragilidad defensiva, como muestran los dos goles (pese a lo que no hay que restarles mérito a Lautaro y a Lo Celso). En los movimientos iniciales, el juego aéreo los tuvo a maltraer y Argentina aprovechó esa debilidad.
Ante un Brasil que juega “en casa”, la historia será muy distinta. Analistas que fueron futbolistas como Diego Latorre y Sergio Vázquez señalan con buen criterio el riesgo de no preparar mejor a Juan Foyth como marcador de punta, que si sufrió con los extremos venezolanos puede sufrir pesadillas frente a jugadores como Everton si no corrige su manera de marcar el lateral tan frontalmente.
Pero a la vez, la verdeamarelha es una motivación extra para el equipo argentino, que sabe que va de punto y que un triunfo resonante en el superclásico de Sudamérica lo puede redimir y reconciliar con su público.
El resultado ante Venezuela y el llegar a semifinales para estar entre los 4 mejores de la competencia aportan un respiro; incluso un poco de aire fresco. Pero no hay que olvidar el trasfondo: una crisis institucional de una AFA que en relación a la selección se sigue manejando en “modo aventura”, con la consecuente pérdida de rumbo (y de identidad) de la celeste y blanca, lo que da a pensar que todavía no terminó la era de los sofocones.