Presentamos esta campaña para romper con los discursos individualistas que ocultan las causas comunes de los problemas de la juventud y la clase trabajadora. A su vez, desmontamos el relato distópico para politizar el malestar y pensar una salida colectiva y de clase contra la derecha, el gobierno “progresista” y la Generalitat ¡Por una juventud anticapitalista, socialista y revolucionaria!
Miércoles 15 de febrero de 2023
La vivienda, la precariedad, el cambio climático, la salud mental o la formación son hoy parte de las preocupaciones de la juventud. Pero cuando buscamos respuestas nos encontramos con discursos individualistas que nos responsabilizan absolutamente de nuestra situación, escondiendo las causas estructurales y políticas.
Además, se nos plantea un horizonte distópico donde tenemos que aceptar este sistema de explotación y opresión capitalista porque, a pesar de que nos traerá más miseria, guerras y catástrofes, parece no haber otro sistema posible. Queremos romper con esta idea para pensar los problemas desde una perspectiva colectiva y de clase como punto de partida para organizar una respuesta política anticapitalista, socialista y revolucionaria.
No son cuestiones individuales, sino desigualdades de clase
Cuando hablamos de vivienda nos referimos a desahucios, alquileres por las nubes e imposibilidad de independizarnos. Si 8 de cada 10 jóvenes en Catalunya menores de 30 años todavía residen a hogar familiar no se trata de un problema individual. Si nuestra vida laboral está marcada por el paro, la temporalidad, la parcialidad y los bajos salarios no es porque no nos esforcemos bastante.
Precisamente, el discurso meritocrático de la educación que busca responsabilizarnos de nuestro fracaso oculta las matrículas superiores a 1.000€ en la universidad, la degradación de la enseñanza pública y las prácticas no remuneradas que nos preparan para ser mano de obra al servicio de las necesidades del mercado. En definitiva, todo un modelo de enseñanza a la medida de los intereses de los capitalistas: desde la regimentación de horarios y la obediencia hasta las universidades dirigidas por la casta universitaria de la mano de las grandes empresas. La responsabilización individual llega hasta el punto de centrar las respuestas hacia el cambio climático en la actuación de cada cual mientras que 10 empresas – entre las cuales se encuentran Repsol, Naturgy, Iberdrola o Endesa – son culpables del 57% de las emisiones fijas de efecto invernadero en el Estado Español.
En este contexto, crecen la apatía, la depresión y la ansiedad entre la juventud. Y claro, por supuesto que cargamos con factores como la propia fisiología, la historia personal y familiar o las estructuras neuronales, pero negar la situación estructural cuando la salud mental es un problema que afecta millones de personas es una herramienta para despolitizar el malestar.
Politicemos el malestar
Amancio Ortega, Jeff Bezos o Elon Musk no son “hombres hechos a sí mismos”, sino grandes capitalistas igual que Ana Botín. Ahora bien, señalar el capitalismo en abstracto como fuente de explotación y opresión se queda corto para identificar los responsables políticos que mantienen este statu quo.
Ya sea españolista (PP, Vox y Cs) o neoconvergente (Junts per Catalunya), no hay duda de que la derecha es una firme defensora del establishment. Aun así, aquellos que mejor sirven para naturalizar el capitalismo son precisamente los partidos y organizaciones de izquierdas cuyo propósito es reformar el capitalismo. Su proyecto es gestionarlo de manera “progresista” hasta el punto de formar parte del gobierno del Estado burgués si es necesario. Unidas Podemos lo hace de la mano de PSOE – partido de los GAL, la OTAN y las eléctricas – aplicando, en esencia, las mismas políticas que la derecha.
El gobierno “progresista” no solo ha asumido la deuda de 35.000 millones de euros de la Sareb – fruto del rescate a la banca realizado por el PP después del 2008 – sino que mantiene la entidad bajo control privado, a pesar de que posee casi 6.000 pisos vacíos en todo Catalunya. Así, sirve a mantener el negocio de la vivienda de bancos, fundes buitres y especuladores. En materia de precariedad no se queda atrás, puesto que las reformas laborales del PP quedan legitimadas con la reforma de Yolanda Díaz que contó con la ayuda de las burocracias sindicales y el visto bueno de la patronal. El modelo elitista de educación se mantiene con la LOSU de Subirats, ministro de Universidades de Unidas Podemos, acompañada de la Ley de Convivencia Universitaria (LCU) ya aprobada por Castells como nueva normativa represiva hacia el movimiento estudiantil. A su vez, su relato en defensa del planeta resulta ridículo cuando regalan miles de millones a las energéticas que, además, están teniendo beneficios récord.
ERC se sitúa a la misma línea. Leyes cosméticas sobre vivienda y Mossos d’Esquadra en cada desahucio; precariedad y externalizaciones en todo los servicios públicos; matrículas universitarias entre las más caras del Estado, infrafinanciación de Educación y Salud mientras se mantiene el negocio del consorcios sanitarios y la escuelas concertadas de la Iglesia. La aprobación de los últimos presupuestos con PSC y Comunes son una muestra más del modelo compartido donde la ampliación del aeropuerto vuelve a dejar claro que el ecologismo es postureo también en Catalunya.
Basta de migajas: ataquemos los intereses de los capitalistas
Si bien podemos criticar el capitalismo, Podemos, IU, ERC o el PCE no rompen con el relato de la distopia porque su horizonte es gestionar la miseria del Estado burgués, negando cualquier alternativa Por otro lado, organizaciones que se reivindican anticapitalistas como la CUP se niegan a poner sus fuerzas en disposición de alertar de esta trampa y contribuyen a la conciliación de clases a través de alentar la confianza en partidos capitalistas como ERC.
El consejo de los reformistas siempre es conformarnos con sus migajas porque “si no vendrá la derecha”. Pero nosotros nos negamos a aceptar la derrota como marco de juego. Porque sabemos que este “mal menor” representa precariedad, represión e imperialismo.
Así, lo demuestran la masacre de Melilla, el rearme para defender el IBEX en todo el mundo, las sanciones a Rusia y el envío de armas a Ucrania o las últimas noticias de infiltraciones policiales en movimientos sociales combativos.
Ante la precariedad, defendemos la actualización automática de los salarios de acuerdo con el IPC y un sueldo mínimo de 1.500€. Las horas que se trabajan a la semana en la Estado Español son más de 637 millones y, si estas se repartieran entre la población activa, se podría reducir la jornada laboral a 4 días/30 horas semanales. Apostamos por el reparto de las horas de trabajo y la reducción de la jornada laboral sin rebaja de salarios porque estamos cansadas de “vivir para trabajar”, queremos trabajar todas y trabajar menos.
Expropiemos sin indemnización los pisos vacíos en manos de la banca, fondos buitres y grandes tenedores contra los desahucios y la problemática de la vivienda. No se trata de una falta de espacio, sino de quien lo controla: en Catalunya hay cerca de 30.000 viviendas vacías de los cuales casi el 80% están en manos del BBVA, la Sareb, Blackstone, CaixaBank y Bankia.
Organicémonos por una universidad pública, 100% gratuita y libre de empresas que esté gestionada por estudiantes, docentes y personal no docente. Porque queremos poner nuestro conocimiento al servicio de dar respuesta a las necesidades de la clase trabajadora y los sectores populares.
Nacionalicemos los sectores los privados y concertados de los servicios esenciales como educación y sanidad para crear una red pública única gestionada trabajadores y comités de usuarios. En el mismo sentido, defendemos la nacionalización bajo control obrero de sectores estratégicos de la economía como transporte, telecomunicaciones, energía y alimentación para asegurar una reconversión de la producción compatible con la vida al planeta.
La burguesía ya tiene sus organizaciones, ahora nos toca a nosotros
A pesar de que estas medidas son viables, son imposibles bajo la lógica reformista de no chocar con los intereses de los capitalistas. Consideran que las grandes empresas y los Estados son invencibles y, en consecuencia, aceptan actuar y gobernar bajo sus normas.
Pero si bien la burguesía es fuerte, la clase obrera también lo es. No solo continúa existiendo y puede pararlo todo como ha demostrado en las huelgas de este año en Francia, sino que mueve el mundo como quedó claro durante la pandemia cuando se seguía trabajando jugándose la vida con riesgo de contagio. Pensemos en las potencialidades de esta energía para construir una sociedad nueva en la cual los medios de producción estuvieran bajo control de los trabajadores como pasa en la fábrica recuperada Madygraf (Argentina) donde se está intentado llevar a cabo una reconversión en clave ecológica.
Sabemos que la burguesía tiene sus organizaciones y la clase trabajadora necesitamos las nuestras. Por eso, desde Contracorrent creemos que la juventud nos tenemos que poner al frente de construir, junto con los trabajadores y trabajadoras, una izquierda anticapitalista, socialista y revolucionaria con independencia de los partidos capitalistas. Una organización que ponga en el centro de su estrategia la lucha de clases para enfrentar cada ataque de la patronal y el Estado, ya sean vengan de la derecha, del gobierno “progresista” o la Generalitat.
En un contexto donde avanzan las crisis y la escalada belicista, todo apunta a nuevos escenarios de estallido de rabia por parte de la clase trabajadora y los sectores populares. Para que estas energías no sean desviadas y derrotadas – como preparan las vías de conciliación de clases – hay que empezar a levantar organizaciones revolucionarias que luchen por convertir las revueltas en revoluciones triunfantes. Las huelgas del Reino Unido, Francia, Alemania o el Estado Español muestran la fuerza de los trabajadoras y trabajadoras que se levantan contra la pérdida de salarios y la precariedad laboral. En este marco, una tarea fundamental hoy es vincular las luchas contra el empobrecimiento de nuestra clase con el combate contra nuestro propio imperialismo a la vez que denunciamos la invasión reaccionaria de Putin.
Estamos en contra de la distopia inevitable y el individualismo intrínseco al ser humano. Esta es la lógica del capitalismo que únicamente responde en busca de más beneficio, la cual nos lleva a las crisis, la destrucción del planeta y las guerras entre potencias para repartirse el mundo. Contrariamente, la clase trabajadora como productora posee la fuerza de construir una sociedad nueva con otras relaciones sociales libres de explotación y opresión.
Pensemos qué pasaría si se extendiera a todo un sistema la solidaridad de los trabajadores de las eléctricas en Francia que proporcionaron energía gratuita durante la huelga a escuelas, hospitales y panaderos ahogados por el aumento del precio de la luz; cómo se podrían socializar las tareas de reproducción social para contribuir a acabar con la opresión de género; cómo se podrían establecer relaciones entre los pueblos del mundo basadas en la cooperación y la solidaridad y no en el expolio y la competencia. Por eso, los compañeros y las compañeras de Contracorriente luchamos por una sociedad socialista con gobiernos de trabajadores y trabajadoras que acaben con la propiedad privada de los medios de producción y la economía se planifique democráticamente y desde bajo.