El pasado 1 de junio, el sindicato de la empresa Decathlon emitió un comunicado de prensa convocando a huelga. Medida en exigencia a la retirada de la empresa de los territorios ocupados por Israel. Un verdadero ejemplo que se suma a los acampes universitarios y a las protestas y medidas de boicot que ya han impulsado trabajadores en diversos países, y que muestra un camino a seguir en el movimiento obrero.
Domingo 9 de junio
“Decathlon debe desconectarse de Israel” , titula el comunicado de prensa de la CGT con el que la sección sindical de Decathlon en Francia convoca una huelga en todas las tiendas de la región de París para exigir que se retire de Israel, y también de los Juegos Olímpicos, a pesar de que la empresa es socia del evento.
“No queremos mancharnos con la sangre de un genocidio”, señalan los trabajadores de la empresa de artículos deportivos que cuenta con 10 tiendas en el territorio ocupado de Palestina. “Como todos sabemos, la situación en Gaza es particularmente crítica, ya que aumentan las masacres, incluso en zonas designadas como seguras por las autoridades internacionales”, agregan.
El ejército colonial israelí ya ha asesinado a más de 40 mil palestinos, entre quienes se encuentran niños y jóvenes, y ha arrasado con más de 200 escuelas, con universidades, hospitales y centros de refugio. En este marco, se levantan en todo el mundo acampes universitarios, en EEUU, Canadá, Inglaterra, España, Francia, Australia, México, Brasil, Chile, entre otros, exigiendo el cese al fuego y que se rompan relaciones académicas, políticas y económicas con Israel.
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En estas manifestaciones, académicos y trabajadores universitarios se han hecho parte. El pasado 15 de mayo, 48.000 trabajadores de la Universidad de California, del sindicato UAW, votaron a favor de llamar a una huelga. Se trata del mayor sindicato de trabajadores universitarios de EEUU en hacerlo. Left Voice, de la red internacional de diarios La Izquierda Diario, entrevistó a Peter Ross, miembro del sindicato local UAW 4811, sobre qué es lo que provocó esta votación histórica y la lucha del movimiento obrero por Palestina.
“Esta huelga es significativa por ser una de las primeras veces que el movimiento obrero ha empezado a asumir las reivindicaciones de las protestas estudiantiles, sobre todo la campaña por el boicot a Israel. Esto es muy importante, entre otras cosas porque podría seguir escalando y atraer a más trabajadores.” Señala Peter.
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El fantasma del boicot obrero contra el transporte de armas israelíes
Pero estas movilizaciones no son nuevas. Ya habíamos visto durante años anteriores, y en el corazón del imperialismo, cómo jóvenes trabajadores se venían rebelando a la alianza sionista de grandes empresas. En noviembre del año pasado la Organización de Estibadores Portuarios de Barcelona decidió en asamblea bloquear toda actividad relacionada con el envío de material bélico a Israel.
Esto se sumó a la decisión que ya por esa fecha venían impulsando las y los trabajadores portuarios en Bélgica, quienes desde sus sindicatos, incluidas dos de las federaciones sindicales más importantes del país: ABVV y ACV junto a trabajadores de aeropuertos, hicieron un llamado a los trabajadores a negar el transporte de armamento de guerra a Israel y exigiendo poner fin al genocidio.
La táctica del boicot es una estrategia que había sido empleada con anterioridad: trabajadores portuarios de diversos países ya la han usado en momentos críticos de conflictos bélicos en los años recientes. Por ejemplo, durante el enfrentamiento en la Franja de Gaza en los años 2008 y 2009, portuarios de Italia, Sudáfrica y los Estados Unidos se opusieron a la manipulación de cargas provenientes de Israel.
Otro ejemplo es el de trabajadores de Google y Amazon, vinculados a No Tech for Apartheid, que en octubre de 2021 denunciaron y se negaron a trabajar con el Proyecto Nimbus, un contrato de 1.200 millones de dólares entre ambas empresas y el Gobierno de Israel, que le suministra servicios en la nube para el desarrollo de herramientas militares contra el pueblo palestino, y hoy enfrentan a las represalias de la patronal de Google tras que esta despidiera a 28 trabajadores involucrados en las protestas.
Ante este ataque, los trabajadores declararon: “La verdad es clara: Google nos tiene miedo. Les aterra que los trabajadores se unan y pidan responsabilidad y transparencia a nuestros jefes. Están eligiendo revelar la falsedad de la "cultura abierta" de Google para deshacerse de una amenaza. La corporación está tratando de minimizar y desacreditar nuestro poder.
Estos despidos masivos e ilegales no nos detendrán. Por el contrario, solo sirven como combustible adicional para el crecimiento de este movimiento.
No se equivoquen, continuaremos organizándonos hasta que la compañía abandone el Proyecto Nimbus y deje de impulsar este genocidio.”
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Así también los trabajadores de Starbucks, agrupados en Workers United, protagonizaron a fines del año pasado las campañas de denuncia a los convenios entre Starbucks y universidades israelíes, lo que abrió paso a masivas campañas de boicot luego de que la empresa iniciara una demanda contra los trabajadores por realizar una publicación pro-palestina en sus redes sociales a raíz de la ocupación en Gaza. Esta campaña de boicot, de la que también ha sido parte la BDS (organización internacional por el boicot, desinversión y sanciones a Israel) no solo hizo decaer las ganancias sino también ser blanco de movilizaciones en Estados Unidos.
Actualmente, las y los trabajadores jóvenes de Starbucks, que se han transformado en activistas por la causa palestina luego de ver uno de los mayores genocidios de la época, siguen denunciando los convenios de la empresa, realizando campañas por redes sociales, y exigiendo a sus sindicatos que no abandonen esta causa.
El sindicato de trabajadores de Starbucks en Chile se ha sumado a esta campaña, solidarizando con el acampe que se realiza en la Universidad de Chile contra el genocidio, y organizando jornadas de reflexión y discusión sobre el conflicto palestino.
La clase trabajadora tiene la fuerza para detener este genocidio
Muchas y muchos vemos impotentes las brutales imágenes del genocidio en Palestina. A la vez que miramos con orgullo la determinación de miles de estudiantes que se enfrentan a la represión y el autoritarismo universitario en todo el mundo exigiendo el término de relaciones con Israel. Movilizaciones que ya cuentan con sus primera victorias, en el caso de la universidades de Granada, Barcelona, Dublín e incluso la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile en que se puso término a los vínculos de estas con universidades israelíes.
Un ejemplo de que sí sirve organizarse y luchar. Si las movilizaciones que mencionamos más arriba no han tenido aún ese tipo de victorias es porque aún no se han extendido ni multiplicado. Los dirigentes sindicales en su mayoría se han contentado con declaraciones correctas, pero sin la confianza en la fuerza organizada de la clase trabajadora no han buscado desarrollar esa fuerza para ir por mucho más. Es necesario que la clase trabajadora vuelva a implementar medidas en contra del asalto israelí. Y las acampadas estudiantiles deben ser la chispa que encienda esa llama, como ya lo vienen siendo al influenciar a miles de académicos y trabajadores universitarios en esta movilización.
Es momento de recuperar la tradición antiimperialista de la clase trabajadora, la misma clase que se opuso a la primera y la segunda guerra mundial, y a la guerra de vietnam, pues nadie más que nosotros sabe que el único perdedor de las guerras y las ocupaciones colonialistas somos el pueblo trabajador y pobre. Es por eso que la denuncia de los trabajadores de Google, la campaña de desprestigio y el llamado a boicot de los trabajadores de Starbucks, y sobre todo el llamado a huelga de los trabajadores de Decathlon en Francia, nos muestran el camino a seguir.
La lucha para frenar el genocidio tiene que extenderse y masificarse a nivel global. Las centrales sindicales y organizaciones de trabajadores, como acá en Chile la CUT, deben estar a la altura, convocando amplias asambleas donde se discutan campañas y huelgas en solidaridad con los palestinos, por su derecho a la autodeterminación, pero también para exigir el fin de los lazos económicos, diplomáticos y militares de Chile con Israel. Los estudiantes y la juventud, junto a docentes y trabajadores de las universidades, se han puesto de pie. Cuestionan no solo al Estado sionista, sino también a los gobiernos cómplices con Israel. Ese es el camino: unir la lucha de la juventud estudiantil, las organizaciones judías antisionistas y la clase trabajadora en un gran movimiento de solidaridad internacional y antiimperialista.