Diversos estudios señalan la relevancia de la regularidad en los tiempos para dormir y la cantidad de horas de sueño. Revelando que de lo contrario se generan complicaciones en la salud de los trabajadores.
Martes 26 de diciembre de 2017

La cantidad de horas de sueño, es un tema recurrente en los lugares de trabajo de los diversos sectores de la producción. Así como también, para los investigadores en salud humana. Lo anterior, no resulta casual, esto se debe a la relevancia de la regularidad y respeto por la higiene del sueño, es decir, hábito de acostarse siempre a la misma hora, dormir en promedio 8 horas diarias y despertar a la misma hora durante la semana. Lo que facilita conciliar el sueño de manera más rápida, incrementa el desempeño académico, mejora la salud y el estado de ánimo.
De manera que, las personas que modifican drásticamente sus horarios de sueño entre semana y fin de semana, tendrían mayor tendencia al aumento de probabilidades de padecer enfermedades cardiovasculares y alteraciones del estado de ánimo, según señala un estudio publicado por Science Daily.
Lo anterior, es precisamente el reflejo de la rutina que llevan miles de trabajadores de diversos sectores. Un ejemplo claro de este sistema de vida poco saludable son las modalidades de turnos a las que están sujetos los mineros, quienes dependiendo de las funciones desempeñadas cumplen jornadas de turnos de 4×3, 5×2, 7×7, 4×4, 6×2, 9×3, 10×4 y 8×4, referidas a días de trabajo por días de descanso.
Quienes, además de mantener turnos nocivos para la salud, deben desempeñar sus labores en zonas remotas y/o estadías largas, viéndose afectados a nivel sicosocial, en cuanto a su salud mental y entorno social, el que resulta excluido de la comunidad de las ciudades y alejados de la compañía de sus familias.
De esta forma, el trabajo por turnos y extensiones de jornada laboral genera importantes afecciones a la salud de los trabajadores, demostrando que los sistemas de jornada laboral que imponen las empresas están en total disonancia con los estándares mínimos de salud planteados por los investigadores. Reflejando que las condiciones ideales para una calidad de vida y desarrollo saludable es diametralmente opuesto a las condiciones reales de los trabajadores.