Los editorialistas de los grandes diarios, oficialistas y opositores, hoy derramaron ríos de tinta acerca de los debates parlamentarios candentes: la modificación de la Ley de Autoabastecimiento y el proyecto sobre el cambio del lugar de pago de la deuda. La discusión parece darse entre los que dicen “patria o buitres” y los que claman por la salvación de la república del autoritarismo populista. Hoy en el Senado, Kicillof dijo que si el Congreso no avanzaba en alinearse con el oficialismo este se convertiría en “una escribanía de Griesa”, lo que le valió la respuesta de Gerardo Morales de la UCR que le recordó al Ministro que el radicalismo siempre acompañó las votaciones referidas al canje de deuda pública. Es decir que mientras por un lado la oposición no quiere pegarse a la derrota en las negociaciones con los buitres, por el otro reconoce que fueron ellos junto a los peronistas quienes arrojaron al país a esta situación en un primer momento.
Jueves 28 de agosto de 2014
Lo cierto es que el kircherismo de los primeros años se valió del peso del presidencialismo que hoy la oposición denuncia para consolidarse. Al hacerlo también cimentó las bases para el resurgir “republicano”, profundamente en crisis después del “que se vayan todos” del 2001. En el 2008, cuando arreciaba la pelea entre el gobierno y el campo, la salida se encontró en el “no positivo” de Julio Cobos en particular, y en el interior del Congreso en general. Cada crisis no ha hecho más que ir profundizando este proceso, del traslado de la política de las calles nuevamente hacia los palacios. El terror populista que la oposición busca sembrar y que encuentra cada vez más eco, es también el llamado a terminar de normalizar al régimen político. Los rasgos más arbitrales de la figura presidencial deberían, al menos, atenuarse en un próximo gobierno. Ante la falta de una resolución definitiva al vacío dejado por la UCR después del desastre de su último gobierno el sueño democrático se aferra como un naufrago a los maderos de las instituciones.
La sacralización de las instituciones de esta democracia para ricos no puede resistir la menor contrastación histórica ¿dónde estaba la defensa de la soberanía cuando radicales y peronistas votaron las privatizaciones de los recursos estratégicos del país a precio vil? ¿Y cuándo se votaron las leyes de obediencia debida y punto final en qué mesa de entrada quedó trabada el concepto abstracto de Justicia? Las instituciones de esta sociedad no pueden más que reflejar una determinada relación de fuerzas entre dominadores y dominados. Los grandes partidos tradicionales de la política argentina son los principales responsables de la situación que hoy atraviesa el país. Fueron ellos, bajo otros lemas, bajo otro numero de boleta, quienes hipotecaron una y otra vez nuestros derechos de una verdadera soberanía. Esto no quiere decir bajo ningún punto de vista que esta democracia sea lo mismo que la dictadura de Videla, pero es la democracia que la de Menem, o de De la Rua.
Lo nuevo de la democracia en los años de Cristina Kirchner no son el peligro sobre las instituciones que hay que preservar para las futuras generaciones sino las fuerzas sociales que se fueron incubando a lo largo de estos años. La emergencia de una izquierda militante, con representación gremial y parlamentaria, que le habla a millones de personas y que plantea, por ejemplo, que la discusión de fondo acerca de si se debe o no pagar la deuda externa debe estar supeditada a una consulta popular es la mejor garantía para comenzar a construir una verdadera soberanía y no las fantasmagorías y las operetas que representan en el Congreso unos actorzuelos a los que les pagamos 50 mil pesos por mes.