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Red Internacional
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A 47 AÑOS DEL 2 DE OCTUBRE. Sobre el carácter del movimiento estudiantil

Reproducimos desde La Izquierda Diario la sexta parte de la serie de notas especiales por la masacre del 2 de octubre, textos de Jimena Vergara, desde el marxismo.

Jimena Vergara

Jimena Vergara @JimenaVeO

Viernes 2 de octubre de 2015

Para el marxismo clásico, el movimiento estudiantil tenía un rol muy restringido desde el punto de vista revolucionario, sin embargo, en determinados momentos del siglo XX, la reconfiguración social y política de los estudiantes abriría la posibilidad de que surgieran alas izquierdas que se hicieran parte de la lucha revolucionaria contra la clase dominante. En la primera mitad del siglo XX, desde el movimiento de reforma universitaria que comenzaría en la ciudad de Córdoba Argentina y se extendería por todo el continente, el movimiento estudiantil sentaba una tradición propia.

Como plantea un análisis: “El cuestionamiento a la universidad clerical, cerrada sobre sí misma, implicó un intento de ligazón a las problemáticas sociales y a la clase trabajadora. Esto se expresó, en la Argentina, en el apoyo a los trabajadores que protagonizaron la “semana trágica” por parte de las federaciones universitarias de Córdoba y Santa Fe; pero este apoyo fue sólo de una minoría del movimiento estudiantil. En Perú y Cuba por el contrario surge un gran ejemplo de la búsqueda de unidad con el movimiento obrero y de generar un conocimiento útil a los explotados.

Surgirán así las Universidades Populares que tendrán por objetivo acercar el conocimiento producido por los estudiantes a la clase trabajadora. Dirá Mella: “La Universidad Popular José Martí (…) no es el arma definitiva y única con la que el pueblo cuenta para su emancipación (…) ella destruye una parte de las tiranías de la actual sociedad: el monopolio de la cultura.” Las universidades populares González Prada y José Martí expresan un avanzado intento de unidad entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero. Esto se expresa por ejemplo en los estatutos de las mismas; la universidad cubana establecerá por ejemplo que “la universidad popular de acuerdo con los principios enunciados, procurará formar en la clase obrera de Cuba, una mentalidad culta, completamente nueva y revolucionaria. Su correlato en Perú será el esta¬blecimiento, en el estatuto de la Universidad González Prada de la obligación de intervenir en los conflictos obreros sobre la base de la “justicia social” (9).

Pero va a ser en las décadas de los ´60 y ´70, que el movimiento estudiantil se cuele de forma intempestiva en la historia y desarrolle sus aspectos más revolucionarios. Tal es el caso de los estudiantes chilenos durante el ascenso previo al golpe militar, de los estudiantes argentinos que acompañaron la insurrección obrera conocida como el Cordobazo o la gesta del mayo francés que comenzó como una revuelta estudiantil para configurarse como una verdadera huelga general obrera contra el régimen.

En sus expresiones más avanzadas, la lucha estudiantil ha puesto a la orden del día la democratización de las instituciones de educación, formas tripartitas de gobierno, planes de estudio orientados a resolver las necesidades más apremiantes de las masas y la solidaridad con los trabajadores. Pero aún en este nivel de radicalización, los estudiantes como sector, tienen una limitación objetiva, que trasciende su voluntad revolucionaria ya que carecen de la posibilidad de paralizar al sistema capitalista. Por ello, la unidad obrero-estudiantil, que implica que los estudiantes hagan suya la lucha de los trabajadores y viceversa, es un punto indispensable y planteado por las distintas gestas de los propios estudiantes

En esta unidad, yace la posibilidad de algo más profundo, que se condensa en la consigna parisina del ´68: “del cuestionamiento de la universidad de clases al cuestionamiento de la sociedad de clases”. Si los estudiantes pueden abonar con su acción a la caída de la “tiranía de la cultura”, a decir de Julio Antonio Mella, la tiranía de la explotación, basada en el robo que hacen los capitalistas del trabajo ajeno, sólo puede ser enfrentada por la clase obrera, aunque su lucha reciba una enorme energía de la unidad con los estudiantes.


Jimena Vergara

Escribe en Left Voice, vive y trabaja en New York. Es una de las compiladoras del libro México en llamas.

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