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Red Internacional
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APROPIACIÓN DE BEBÉS. Solo seis años para la esposa del exjefe de la Armada Vildoza

Ana María Grimaldos era la única imputada por la apropiación de Javier Penino Viñas, nacido en la ESMA. La fiscalía y la querella de Abuelas de Plaza de Mayo habían pedido el doble de pena. Conmovedor relato de la abuela que lo buscó sin cesar.

Rosa D'Alesio

Rosa D’Alesio @rosaquiara

Miércoles 15 de abril de 2015

Imagen: Cecilia Viñas

En la tarde de ayer se conoció la sentencia que dictó el Tribunal Oral en lo Criminal N° 4, que condenó a Ana María Grimaldos a seis años de prisión, por la apropiación de Javier Penino Viñas, el hijo de Cecilia Viñas y Hugo Penino, desaparecidos desde julio de 1977. La querella del juicio estuvo a cargo de Abuelas de Plaza de Mayo, representados por los abogados Alan Iud y Pablo Lachener, y el fiscal del caso fue Horacio Azzolin.

Ana María Grimaldos y su esposo Jorge Vildoza, represor de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), se fugaron del país en 1984, desde el inicio de la apertura de la causa por apropiación en su contra. Vildoza no pudo ser localizado, la familia asegura que falleció bajo una identidad falsa, algo que no pudieron probar, por lo tanto la justicia argentina lo considera prófugo. Javier nació en la ESMA y recuperó su identidad en 1998, tras hacerse el análisis de ADN.

El juicio

Durante el juicio se pudo conocer parte de la historia del represor, de la familia apropiadora, del nieto recuperado, de los padres biológicos y de la abuela que luchó incesantemente por encontrarlo.

Los apropiadores estuvieron prófugos durante más de veinticuatro años con documentos falsos, mostrando su adiestramiento para falsificar identidades. Javier tenía siete años cuando éstos huyeron hacia Paraguay. Los tres llevaron identidades falsas provistas por la Inteligencia naval argentina. La huida continuó por distintos países, Inglaterra, Austria, hasta que se radican en Sudáfrica.

Cuando Javier tenía 21 años buscó por Internet y encontró que sus apropiadores eran buscados por la Justicia. Posteriormente volvió al país para realizarse el estudio de ADN que certificó su identidad biológica.

Jefe de la ESMA

El apropiador Jorge Vildoza, uno de los jefes de la ESMA, le confesó a su secuestrado que participó en la “lucha antisubversiva”, las torturas y hasta de los vuelos de la muerte. “Fue piloto en vuelos de la muerte. El volaba. Y tenía alto rango. Siempre cuando le tocó hacer el vuelo estaba a cargo del avión. Parece que hubo una cierta influencia religiosa. La idea era que ser tirados del avión vivo aunque dormidos era una forma humana y cristiana de llevar a cabo la ejecución. A mí me pareció un horror. Creo que se dio cuenta de que era algo difícil de explicar”, relató Javier en una entrevista al diario Página/12.

Pero, además, se comprobó que los Vildoza, durante las dos décadas en que estuvieron prófugos, entraron y salieron del país con identidades falsas. Para esto contaba con los amigos del represor y con la experiencia de uno de sus dos hijos biológicos: Jorge Ernesto Vildoza quien, según datos de la Armada, fue personal civil de Inteligencia (PCI) entre 1980 y 1988.

Cecilia Viñas y Hugo Penino fueron secuestrados el 13 de julio de 1977, en Buenos Aires. Cecilia cursaba los siete meses de gestación. En septiembre de 1977 dio a luz en la ESMA a su hijo en un parto asistido por el médico genocida Jorge Magnacco.
En los primeros meses del gobierno de Alfonsín, Cecilia, desde su lugar de cautiverio, tuvo ocho contactos telefónicos con su familia, a los cuales les comunicaba que pronto la dejarían en libertad. Pero nunca más se supo de ella.

Antes de finalizada la dictadura, Jorge Hipólito Meijide, médico pediatra que realizaba guardias que incluía visitas domiciliarias a afiliados de la Armada, tuvo que atender a un chico triste en un barrio de clase alto, que tenía un cuarto demasiado ordenado. De esa escena “familiar”, todo le resultó extraño. Padres y hermanos muy mayores y fotos de la Armada. Esta extrañeza lo llevó a realizar un dibujo del niño. Después de la caída de la dictadura, reconoció el apellido de los apropiadores en las listas de oficiales de la ESMA, los denunció ante las Abuelas de Plaza de Mayo y les entregó el dibujo.

El médico y dibujante, que publicaba en la revista Humor, declaró en la causa que condenó a uno de los apropiadores. Meijide sostuvo “hubiera puesto las manos en el fuego que el chico era apropiado”.

Abuela incansable

Javier Penino Viñas mantiene una relación distante con su familia biológica. Y durante el juicio defendió a su apropiadora, la exculpó por considerar que no conocía toda la verdad. Pero agradece el trabajo que realiza Abuelas de Plaza de Mayo. Visitó la ESMA para conocer el lugar donde nació.

Su abuela, Cecilia Pilar Fernández de Viñas, declaró en este juicio y Javier la escuchó sentado en la sala. La distancia que aún hoy mantienen la llevó a Cecilia a recuperar, frente al Tribunal, esos instantes en los que se encuentran. “Yo tenía un gato que, cuando quería salir, tocaba la llave de la puerta con la patita. Un día, Javier se fijó en ese detalle y me dijo ‘Me parece que el gato quiere salir’. Eso habrá sido en agosto. Yo cumplo años en diciembre. Como sabíamos que él todavía estaba en Buenos Aires, lo invitamos a cenar el día de mi cumpleaños. Me quedó muy grabado eso. Javier no me conoce. Seré la abuela, pero él podía haberme llevado flores o bombones. Y lo que me llevó de regalo fue un almanaque inglés con todas figuras de gatos. Todo en inglés, gatos de campo, en cada mes había un gato con un animal distinto. Yo dije ‘Se tomó el trabajo de pensar en mí como persona’. A mí eso me emocionó. Siempre lo conservo el almanaque ése. No me llevó un libro, me llevó los gatos.” Una historia mínima, que para esta abuela que luchó primero por encontrar a su hija, que se ilusionó con los llamados telefónicos, y que encontró a su nieto, resulta confortante.

Una historia mínima que duele, porque a casi cuarenta años de la caída de la dictadura, todavía no fueron juzgados los genocidas, los archivos de la dictadura siguen sepultados bajo la impunidad y la verdad sigue oculta para más de cuatrocientos chicos apropiados durante la dictadura.

Duele que una abuela que luchó por Verdad y Justicia se tenga que reconfortar tan solo con algunos gestos, mientras la verdadera historia sigue escamoteada. La pérfida teoría de los dos demonios logró imponerse en sectores amplios de la sociedad. No hubo una guerra entre dos bandos, no hubo una guerra contra los subversivos. Fue un plan sistemático de exterminio, contra una clase social. Lo que hubo en la Argentina fue un genocidio de clase. Un golpe contrarrevolucionario para liquidar un proceso revolucionario del movimiento obrero argentino. La liquidación en masa de todos los referentes obreros antiburocráticos, internas, cuerpos de delegados, activistas, fue el plan de la dictadura genocida.

Sin embargo, todavía esta verdad sigue oculta para cientos de víctimas, y las historias mínimas reconfortando. Queremos conocer toda la verdad. Que se abran los archivos y se condenan a cadena perpetua a todos los genocidas y sus cómplices civiles, incluso los que callaron.


Rosa D’Alesio

Militante del PTS, columnista de la sección Libertades Democráticas de La Izquierda Diario; se especializa en temas de narcotráfico y Fuerzas Armadas.

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